LO QUE DIRÁN DE NOSOTROS
Por Omar Baqueiro
El
triunfo de Andrés Manuel López Obrador en los pasados comicios del 1º de julio,
colocó los reflectores del mundo sobre México durante los días inmediatos a la
contienda. La prensa y la opinión pública internacional destacaron
principalmente la victoria de la izquierda a nivel federal, tras nunca haber
ocurrido en el país, aunada a la consolidación de la democracia mexicana, lo
cual en conjunto representa un acontecimiento histórico. Así mismo, los rotativos
en el mundo recalcaron también el gran capital político y legitimidad con los
que contará el próximo mandatario: mayoría en las dos cámaras y una amplia
aprobación popular.
Lo
anterior es importante, ya que se han generado grandes expectativas del próximo
gobierno, tanto dentro como fuera del país (en menor medida), sobre si podrá
éste cumplir con las principales promesas de campaña: pacificar el país,
combatir a la corrupción y disminuir la desigualdad económica. Cumplir con dichas
expectativas así como difundir una buena imagen del país, ayudan a generar
confianza en México, en el extranjero. La generación de confianza (además de
las decisiones que se tomen en política financiera) favorece la atracción de mayor
turismo e inversiones. Pero además, una buena imagen del país también suscita un
mayor ‘reconocimiento’ de la nación. Dicho esto, y en el contexto actual, poder
generar confianza y transmitir una buena imagen dependerán tanto de las
noticias que se difundan del país desde estos primeros días de transición, como
de las estrategias de comunicación que el próximo gobierno emplee (la
carta de López Obrador a Trump, es un ejemplo). Lograr esto, no será una
tarea fácil dados los altos y alarmantes índices de violencia, corrupción y pobreza
padecidos durante los últimos años, y atestiguados por los ojos del mundo.
Ahora bien,
¿cómo transmitir una buena imagen en el exterior?
En
administraciones federales anteriores, el Estado mexicano se ha valido de
distintas estrategias de comunicación en política exterior para transmitir una
buena imagen en el extranjero, en las que la promoción cultural del país ha
sido la principal herramienta para ello. Por ejemplo, una estrategia en
diplomacia pública muy reconocida, fue aquella exposición “México: Esplendores de treinta siglos”, presentada en el Metropolitan Museum de Nueva York, en 1990, que sirvió como carta
de presentación de México ante la opinión pública estadounidense, previo a la
firma del TLCAN. De igual forma, también se han operado estrategias de marca país,
como la actual campaña de Visit Mexico, orientadas
principalmente a atraer mayor turismo. Si bien este tipo de acciones han
logrado difundir el patrimonio milenario y las manifestaciones populares de la
cultura mexicana, resultando atractivas a los ojos de otras naciones, los
éxitos obtenidos han sido efímeros o sólo han servido para los fines políticos
y económicos específicos de los gobiernos que las han implementado. Terminan entonces,
siendo medidas casuísticas, aisladas, que carecen de continuidad, coordinación
y planeación.
A
diferencia de la diplomacia pública y de una marca país, para una estrategia de
diplomacia cultural la promoción de
la cultura es la herramienta, pero también el fin. Cuando una estrategia en
diplomacia cultural se adopta como parte de la política exterior que regirá el
rumbo de un Estado, se logra producir en el ideario de las sociedades
extranjeras reconocimiento sobre la cultura de esa nación, y ese reconocimiento
prevalece por años y trasciende gobiernos.
En
esa tesitura, para este gobierno es totalmente imprescindible potenciar el
capital político que tiene y hacer una verdadera apuesta por una ambiciosa estrategia
en diplomacia cultural, que trascienda su mandato y se eleve a política de
Estado. Hoy la Secretaría que encabezará Marcelo Ebrard, podría plantearse lo
siguiente:
1.
Diseñar una estrategia en diplomacia cultural, con una planeación
integral y objetivos formalmente establecidos, con nivel de política de Estado.
Que esa estrategia se apegue siempre a los
principios de política exterior mexicana y quizás, redefinir estos
principios. Dicha planeación podría apoyarse, entre otras cosas, de un catálogo
de contenidos culturales y artísticos, que permita programar presentaciones en
el extranjero en el corto, mediano y largo plazo.
2.
Coordinar mejor el trabajo de los Institutos de Cultura de México en
el extranjero. Dando unidad en su concepto: empezando por que todos compartan
el mismo nombre, estén bajo una misma dirección y procurar homogenizar su
constitución orgánica, por ejemplo, que la
mayoría puedan ser donatarios. Consolidándolos como una marca-emblema.
3.
En esa misma línea, esta marca-emblema podría no estar supeditada
siempre a un espacio físico y podría apoyarse en plataformas en internet. Se
podría poner al alcance de distintos públicos una biblioteca y una hemeroteca
virtuales, TV y radio, aprovechando canales con los que el Estado ya cuenta.
Por ejemplo, algunas transmisiones de los canales de IMER podrían
retransmitirse en el exterior vía esta nueva marca del Estado, parecido a lo
que ha alcanzado actualmente la NPR, de
Estados Unidos.
4.
Que en materia de cooperación internacional (y por añadidura,
cooperación cultural), por fin se provea de autonomía real y mayores recursos a
la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID), para
potenciar su actuar. Aprender de las experiencias de agencias de otros países,
como la reciente apuesta de Chile con su Agencia
Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Que en el afán de
diversificar relaciones con otros países, se generen nuevos acuerdos con
agencias pares para intercambios académicos, culturales y, principalmente,
mayores intercambios artísticos (estancias).
5.
Aprovechar por fin la ventaja de ser el país con más hispano
hablantes en el mundo y capitalizar la demanda global por aprender el idioma
español, ampliando las sinergias ya acordadas con España y cubriendo zonas en
las que el Instituto Cervantes no ha llegado, como en Estados Unidos. Trabajar
con la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción (ENALLT) de la
UNAM, para la generación de materiales y certificaciones en lengua española,
así como llegar a acuerdos con universidades en el extranjero para ofrecer
licencias para cursos, parecido a lo que
hacen los Institutos Confucio, de China.
6.
En coordinación con industrias culturales, promover con mayor voluntad
a artistas contemporáneos nacionales de todas las disciplinas. Que más que
aspirar a una versión de ‘Ola
Coreana’ con la industria del entretenimiento, consolidemos una Ola
Mexicana de artistas de la talla de Elisa Carrillo, Gabriel Orozco, Alondra De
la Parra, entre otros. De igual forma aprovechar el nuevo ‘boom’ del cine mexicano,
y explorar distintas plataformas para su difusión, como lo hace la Alianza Francesa
con el cine francés.
7.
Potenciar el posicionamiento que ha conseguido la gastronomía
mexicana a nivel internacional, de la mano de distinguidos chefs como Enrique
Olvera, como aspecto importante de la cultura mexicana.
8.
Finalmente, generar los acuerdos necesarios con la iniciativa
privada nacional y extranjera, para que sean partícipes de esta apuesta por la
cultura mexicana en el extranjero. Explorando distintos esquemas para financiar
estos proyectos culturales; por ejemplo, el Ministerio de Relaciones Exteriores
del Reino Unido en ocasiones sólo aporta 30%
al presupuesto con el que operan los British
Council en algunas sedes, debido a los diversos apoyos que logra sumar*.
Sin
duda, este es el momento para emprender una verdadera apuesta por la promoción
de nuestra cultura, con una estrategia de Estado que proyecte la diversidad y
el dinamismo cultural del México contemporáneo. Hoy se cuenta con el capital
político para hacer posible esta apuesta, sólo se necesita la voluntad política
para trabajar en las leyes, políticas e instituciones, requeridas para traducir
la riqueza cultural del país, en una influencia perdurable en nuestras
relaciones internacionales. Ahora se tiene la gran oportunidad de cambiar la
forma en cómo otros países nos perciben y para que lo que digan de nosotros, no sean calificativos construidos a
partir de estereotipos o de las noticias que transmiten referentes negativos de
lo que ocurre últimamente en México. Hoy se nos presenta una coyuntura histórica,
en la antesala del siglo XXI, para poder construir nuevos y mejores referentes sobre
la grandeza de esta nación mexicana.
Omar Baqueiro
* Las ideas de propuestas en
diplomacia cultural aquí recomendadas, no son simplemente autoría de quien
escribe, sino resultado también de las experiencias compartidas por expertos
que han trabajado y estudiado el tema.
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