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El siguiente video trata sobre el contrato que todos realizamos cada mañana al levantarnos y no hacer nada por cambiar nuestro entorno. Es cruel pero es real. Mucha gente cree que los problemas del mundo le pertenecen a otros y que uno no es culpable de lo que sucede, que no somos culpables de la pobreza, de la hambruna, la contaminación y muchas cosas más. Si bien es cierto que hay un grupo de gandallas que toda la vida ha hecho lo inimaginable para hacerse más ricos y poderosos a costa del bien común, también es cierto que nuestra indiferencia se los ha permitido.
Dice Max Weber “La no participación es una forma de acción”. La indiferencia de la mayoría ha permitido que el sistema en el que estamos inmersos llegue a estos niveles, donde es más importante el dinero que la vida humana.
En Veracruz los agentes policíacos y de tránsito generan más miedo que seguridad
Por Nancy Ortiz, Educadora y Socióloga
El incidente del taxista de 37 años frente a elementos de seguridad pública, tránsito y bomberos deja en manifiesto la ineptitud e incapacidad de los primeros, la prepotencia de los segundos y la falta de equipo de los terceros.
Vivir estresados y con angustia es una condición de los tiempos hípermodernos que nos tocaron vivir, cada día la gente vive con grados mayores de neurosis y el entorno es un elemento fundamental para que el problema se agrave.
Es evidente que el taxista no estaba loco ni se quería suicidar, sufrió una crisis nerviosa que aunado a la incapacidad de los elementos de seguridad pública, a la prepotencia de los agentes de tránsito y a la falta de equipo de los bomberos el hombre terminó con el cráneo destrozado.
Quizá mucha gente crea que las autoridades no tienen culpa de de que la gente llegue a esos grados de angustia pero si la tienen al no ofrecer un futuro promisorio, la tiene al no generar las condiciones para que la gente viva bien, la tienen al implementar políticas públicas hechas para beneficiar a unos cuantos gandallas a costa del bien común, la tienen al no capacitar a los servidores públicos, la tienen al no supervisarlos y también la tienen al preferir gastar millones de pesos en campañas y mapachería política a equipar bien a un cuerpo de bomberos.
En otros países la policía está al servicio de la comunidad, incluso ayudan a viejitos a cruzar calles y con sus bolsas de mandado, eso jamás lo he visto en nuestro pobre México, porque no sólo es pobre de dinero sino de valores.
Un ejemplo del tipo de policía y agentes de tránsito que tenemos en Veracruz es: los ciudadanos cada vez que ven una patrulla les genera más miedo que seguridad, pues es del dominio publico que ellos están más para joder al pueblo que para ayudarlo, hay innumerables ejemplos de prepotencias y abusos contra la ciudadanía. Y del ejército mejor ni hablar, ellos matan a familias enteras por “equivocación”.
En Veracruz los policías y agentes de tránsito exceden los límites de velocidad, se estacionan a media calle, en lugares prohibidos o se pasan los altos, me ha tocado ver a policías federales estacionados en avenidas prohibidas para cenar tacos. Los agentes de tránsito te detienen sin que cometas infracción, los altos costos de las multas poco han servido para evitar accidentes. Tal pareciera que la dirección de tránsito sólo quiere obtener ganancias y no dar ningún servicio a la comunidad.
El taxista que se aventó de un puente por una infracción de transito puede pasar a formar parte del anecdotario que nos ha dejado el bello puerto de Veracruz o también puede ser una oportunidad para repensar las cosas y tratar de hacerlas mejor. Me gustaría quedarme con lo último.
Tuve un error vocacional, creí que podía ser novelista o poeta y abordé un ómnibus (facultad de) letras. Más bien tarde supe con claridad que hubiera sido feliz en una librería. Desde niño quise irme de la casa familiar y me preparaba echando libros en una maleta que luego no podía levantar del suelo. La primera vez que fui a París llevé libros como si allá no hubiera. No pensé en calcetines, camisetas o calzones. De regreso, lo mismo: traje libros de allá que podía haber comprado en la Librería Francesa que estaba en Paseo de la Reforma. Mi vida son los libros, los que otros han escrito.
2.-Publicaste dos poemarios. ¿Qué te dejaron? ¿Los sientes cercanos aún?
Hubo un tercero en esa época, de poesía visual, pero la tradición dominante va por otro lado. Me encaminé hacia la crítica. No puedes escribir sin leer lo que están haciendo los demás, no nada más los de tu generación. Pero la lectura me llevó a otro lado. Emmanuel Carballo me pidió hacer una selección de poetas-poemas novísimos, que publicó en el suplemento dominical del periódico El Día. Después de ese trabajo la lectura de uno mismo se carga de exigencias, tantas que pierdes el camino que llevabas. Son tan cercanos, los poemas que hice, como si tuvieras un hijo de treinta años viviendo en Islandia al que sólo visitas una vez cada diez años. Lo reconoces al tiempo que sabes que es un extraño. Me gusto como fui, sé que eso me permite ser como soy, pero también sé que aquél y yo ahora ya no nos llevamos mucho.
3.-Háblanos de tu época en Vuelta y qué te retribuyó profesionalmente. Trabajaste en la Revista de la Universidad, ¿consideras esta etapa fructífera a nivel profesional?
El trabajo editorial en ambas revistas, y las reseñas de libros que publiqué allí y en diferentes periódicos (algo increíble, haber aparecido en el número 3 de un periódico entonces nuevo, unomásuno, un medio que se echó a perder), son parte de una vida, como te diré, desastrosa. Andas gastando tu tiempo con un optimismo envidiable.
Parte de esos años los conoce Jorge Brash, porque trabajamos juntos y luego íbamos con amigos a oír música tropical en lugares cuyos alrededores hoy deben ser de mala muerte. A Octavio Paz lo traté poco, porque la vida le ganaba a la literatura. Hablar con él era parte del trabajo, salir con los amigos era la meta. A Julieta Campos, que dirigía la revista de la UNAM, nunca la vi porque ella vivía en Tabasco. Y Vuelta la leí desde antes de pensar que iba a trabajar allí, desde que era Plural. Recuerdo fines de semana en Cuernavaca, junto a la alberca, todos nadando o platicando y yo leyendo sábado, o Proceso, Cambio 16. La vida literaria no estaba en la redacción, o en Imprenta Madero. Algunas consultas con Paz eran en su condominio en Guadalquivir y Reforma. La vida era platicar con Ida Vitale y Enrique Fierro, visitar a Ernesto Mejía Sánchez, admirar a Héctor Valdés; los tres, profesores de la UNAM, pero la amistad empieza cuando ya no son mis profesores. La literatura estaba en las bibliotecas, en las librerías, adonde iba solo y donde salía con más de un libro. Tengo un enorme déficit de lectura, no de libros. Si compras tres libros a la semana y lees uno. Pero Gabriel Zaid dice que lo importante es ir haciendo un proyecto de lectura.
4.-¿Cómo es que decides trasladarte de la ciudad de México al Puerto de Veracruz?
El terremoto del 85 me lanzó fuera del DF. Vivía en la colonia Condesa y a unos metros de edificios que se derrumbaron. Donde yo vivía se cayeron paredes que daban a las escaleras. ¡Y el polvo! Tratábamos de creer que el smog no nos iba a matar pero agrégale el polvo de los derrumbes. Los días que siguieron me iba a Cuernavaca con mi esposa para que no se le agravaran a mi hijo de tres años sus problemas respiratorios, y regresábamos porque teníamos que trabajar. Mi hija, que llegó a Veracruz con un mes de nacida, nunca tuvo enfermedades respiratorias, ni catarro, y no exagero. Por ello sé que fue acertada la decisión.
5.- Al llegar al puerto, platícanos acerca de tu experiencia en el Instituto Veracruzano de la Cultura y en la época de quién fue.
El IVEC fue establecido en el puerto para que yo tuviera qué hacer. (Risas) Al venir en la carretera oímos que se estaba dando la noticia de que el gobernador, al tomar posesión, decidía la fundación del IVEC. Ese día llegó el camión de mudanzas con nuestros triques. Y hubo un empleo para mí en la oficina editorial. Entonces trabajé con Ida Rodríguez, Óscar Hernández, Lilí Flores, Ivonne Moreno, Eduardo Sansores.
Publiqué los primeros libros del IVEC, una aventura. Yo venía de Imprenta Madero y en Xalapa estaba empezando Graphos, pero en el puerto no había donde hacer libros. El proyecto de Ida Rodríguez estaba muy bien pensado, era muy completo. Creo que conviene hacer un análisis a fondo de lo bueno y lo malo de los cambiantes e incompletos IVEC que ha habido.
Desde el principio el dinero se iba en sueldos y quedaba muy poco para gastar en realizar ideas. Te digo una. Fuimos un grupo de escritores a leer a Xalapa y pedimos que se organizara una cena para invitar a los colegas y que se diera un acercamiento. Nada. No había dinero y cenamos solos y luego cada quien se fue por su lado. Se perdió un momento que hubiera sido muy importante para todos.
6.- Participas en la literatura del puerto de Veracruz. ¿Cuáles son las convergencias y divergencias con ambientes similares en la ciudad de México y en Xalapa?
Tu pregunta es tema para una tesis de doctorado. Podemos partir de un libro que es una maravilla, La cabeza de Goliat, de Ezequiel Martínez Estrada. Las capitales latinoamericanas son monstruos. Buenos Aires, Caracas, Santiago de Chile, Lima, Ciudad de México. Devoran todo lo que pueden de los alrededores para crecer. Xalapa está cien kilómetros más cerca del DF así que está mejor relacionada con la vida cultural de allá, además que la Universidad Veracruzana tiene una Facultad de Letras en esta capital. Quienes quieren estudiar letras deben tener dinero para pagar su estancia en Xalapa. Muchos jóvenes estudian Comunicación porque es lo más cercano a lo que sería una carrera de letras.
Quizás antes se justificaba demográficamente, pero ahora quizás valga invertir en atender este aspecto fuera de Xalapa. Los porteños tendrán que asimilar que puede ser una carrera redituable. Como sea, me pregunto quiénes imparten las clases de literatura en los bachilleratos veracruzanos. Con esto trato de explicarme qué pasa con la literatura en el puerto. En el pasado, un narrador como Juan Vicente Melo tuvo que emigrar a la ciudad de México. Todavía tiene más lectores allá que acá. Los narradores, poetas, dramaturgos actuales, ¿todavía no pueden quedarse a estudiar esos géneros en el puerto? Otro problema, los libros. Los títulos que encuentras fácilmente en el DF no llegan hasta Veracruz. A los escritores porteños les hacen falta lecturas.
7.- En Veracruz puerto impulsaste tres proyectos literarios: la revista La ventana cerrada, la editorial Nosotros y el suplemento cultural del periódico Sur, ¿qué ha quedado de ello?
Sur se volvió Imagen, y seguimos publicando nuestras opiniones allí. Pero también hemos colaborado en El Dictamen y en Notiver. Hay que hacer una síntesis de la realidad: hace falta dinero y hay un entorno nacional que le da la espalda al desarrollo cultural. No te voy a decir nada nuevo. El cine de Estados Unidos domina el mercado, la televisión por cable o satélite está dominada por Estados Unidos, la televisión nacional es como mirar un cementerio. La radio iba mejorando pero ya viste qué le hicieron a Carmen Aristegui, qué ha pasado con Gutiérrez Vivó; la programación musical se parece al tambaleante Michel Jackson saliendo de una tumba. Y en discos, en libros: hay más extranjeros que nacionales. Visto así, qué puede hacer una revista local, una editorial independiente, un periodismo dinámico pero local.
En mi casa no me aguantan porque soy un criticón de todo. Señalo los defectotes de CNN y qué queda. Los de series españolas, que son mejores que las mexicanas. Pero uno esperaría que hubiera más criticones, a los que les pagaran, que detectaran fallas y defectos. Pero no. Si existe la perfección, la gente que toma las decisiones la evita. No sé por qué. La ventana cerrada se murió después de un empacho que le vino cuando el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes la apoyó con la mitad de sus gastos. Se sintió rica y se puso a tragar en lugar de ahorrar.
El proyecto que tuvimos con Carlos Manuel Cruz Meza existió por el déficit que tiene el IVEC y la UV en la producción de libros, y porque el sector público no tiene por qué estar atendiendo el cien por ciento de esto. Entonces el que se está limitando es el sector privado, porque cree que el gobierno está haciendo su trabajo.
Lo de Sur fueron tres años, ocho páginas semanales los viernes y yo ya estaba agotado, quiero decir, vacío, ya funcionas como Chaplin en la banda sin fin de Tiempos modernos. Pero siguen saliendo páginas culturales entre semana, lo que es un mérito indiscutible de Imagen.