domingo, 19 de agosto de 2018

LO QUE DIRÁN DE NOSOTROS


LO QUE DIRÁN DE NOSOTROS

Por Omar Baqueiro




El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en los pasados comicios del 1º de julio, colocó los reflectores del mundo sobre México durante los días inmediatos a la contienda. La prensa y la opinión pública internacional destacaron principalmente la victoria de la izquierda a nivel federal, tras nunca haber ocurrido en el país, aunada a la consolidación de la democracia mexicana, lo cual en conjunto representa un acontecimiento histórico. Así mismo, los rotativos en el mundo recalcaron también el gran capital político y legitimidad con los que contará el próximo mandatario: mayoría en las dos cámaras y una amplia aprobación popular.

Lo anterior es importante, ya que se han generado grandes expectativas del próximo gobierno, tanto dentro como fuera del país (en menor medida), sobre si podrá éste cumplir con las principales promesas de campaña: pacificar el país, combatir a la corrupción y disminuir la desigualdad económica. Cumplir con dichas expectativas así como difundir una buena imagen del país, ayudan a generar confianza en México, en el extranjero. La generación de confianza (además de las decisiones que se tomen en política financiera) favorece la atracción de mayor turismo e inversiones. Pero además, una buena imagen del país también suscita un mayor ‘reconocimiento’ de la nación. Dicho esto, y en el contexto actual, poder generar confianza y transmitir una buena imagen dependerán tanto de las noticias que se difundan del país desde estos primeros días de transición, como de las estrategias de comunicación que el próximo gobierno emplee (la carta de López Obrador a Trump, es un ejemplo). Lograr esto, no será una tarea fácilcil﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽sio tus comentarios/y ro tus comentarios y recomendacioneso leas ver dados los altos y alarmantes índices de violencia, corrupción y pobreza padecidos durante los últimos años, y atestiguados por los ojos del mundo.

Ahora bien, ¿cómo transmitir una buena imagen en el exterior?
En administraciones federales anteriores, el Estado mexicano se ha valido de distintas estrategias de comunicación en política exterior para transmitir una buena imagen en el extranjero, en las que la promoción cultural del país ha sido la principal herramienta para ello. Por ejemplo, una estrategia en diplomacia pública muy reconocida, fue aquella exposición México: Esplendores de treinta siglos”, presentada en el Metropolitan Museum de Nueva York, en 1990, que sirvió como carta de presentación de México ante la opinión pública estadounidense, previo a la firma del TLCAN. De igual forma, también se han operado estrategias de marca país, como la actual campaña de Visit Mexico, orientadas principalmente a atraer mayor turismo. Si bien este tipo de acciones han logrado difundir el patrimonio milenario y las manifestaciones populares de la cultura mexicana, resultando atractivas a los ojos de otras naciones, los éxitos obtenidos han sido efímeros o sólo han servido para los fines políticos y económicos específicos de los gobiernos que las han implementado. Terminan entonces, siendo medidas casuísticas, aisladas, que carecen de continuidad, coordinación y planeación.

A diferencia de la diplomacia pública y de una marca país, para una estrategia de diplomacia cultural la promoción de la cultura es la herramienta, pero también el fin. Cuando una estrategia en diplomacia cultural se adopta como parte de la política exterior que regirá el rumbo de un Estado, se logra producir en el ideario de las sociedades extranjeras reconocimiento sobre la cultura de esa nación, y ese reconocimiento prevalece por años y trasciende gobiernos.

En esa tesitura, para este gobierno es totalmente imprescindible potenciar el capital político que tiene y hacer una verdadera apuesta por una ambiciosa estrategia en diplomacia cultural, que trascienda su mandato y se eleve a política de Estado. Hoy la Secretaría que encabezará Marcelo Ebrard, podría plantearse lo siguiente:

1.      Diseñar una estrategia en diplomacia cultural, con una planeación integral y objetivos formalmente establecidos, con nivel de política de Estado. Que esa estrategia se apegue siempre a los principios de política exterior mexicana y quizás, redefinir estos principios. Dicha planeación podría apoyarse, entre otras cosas, de un catálogo de contenidos culturales y artísticos, que permita programar presentaciones en el extranjero en el corto, mediano y largo plazo.

2.      Coordinar mejor el trabajo de los Institutos de Cultura de México en el extranjero. Dando unidad en su concepto: empezando por que todos compartan el mismo nombre, estén bajo una misma dirección y procurar homogenizar su constitución orgánica, por ejemplo, que la mayoría puedan ser donatarios. Consolidándolos como una marca-emblema.

3.      En esa misma línea, esta marca-emblema podría no estar supeditada siempre a un espacio físico y podría apoyarse en plataformas en internet. Se podría poner al alcance de distintos públicos una biblioteca y una hemeroteca virtuales, TV y radio, aprovechando canales con los que el Estado ya cuenta. Por ejemplo, algunas transmisiones de los canales de IMER podrían retransmitirse en el exterior vía esta nueva marca del Estado, parecido a lo que ha alcanzado actualmente la NPR, de Estados Unidos.

4.      Que en materia de cooperación internacional (y por añadidura, cooperación cultural), por fin se provea de autonomía real y mayores recursos a la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID), para potenciar su actuar. Aprender de las experiencias de agencias de otros países, como la reciente apuesta de Chile con su Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Que en el afán de diversificar relaciones con otros países, se generen nuevos acuerdos con agencias pares para intercambios académicos, culturales y, principalmente, mayores intercambios artísticos (estancias).

5.      Aprovechar por fin la ventaja de ser el país con más hispano hablantes en el mundo y capitalizar la demanda global por aprender el idioma español, ampliando las sinergias ya acordadas con España y cubriendo zonas en las que el Instituto Cervantes no ha llegado, como en Estados Unidos. Trabajar con la Escuela Nacional de Lenguas, Lingüística y Traducción (ENALLT) de la UNAM, para la generación de materiales y certificaciones en lengua española, así como llegar a acuerdos con universidades en el extranjero para ofrecer licencias para cursos, parecido a lo que hacen los Institutos Confucio, de China.

6.      En coordinación con industrias culturales, promover con mayor voluntad a artistas contemporáneos nacionales de todas las disciplinas. Que más que aspirar a una versión de ‘Ola Coreana’ con la industria del entretenimiento, consolidemos una Ola Mexicana de artistas de la talla de Elisa Carrillo, Gabriel Orozco, Alondra De la Parra, entre otros. De igual forma aprovechar el nuevo ‘boom’ del cine mexicano, y explorar distintas plataformas para su difusión, como lo hace la Alianza Francesa con el cine francés.

7.      Potenciar el posicionamiento que ha conseguido la gastronomía mexicana a nivel internacional, de la mano de distinguidos chefs como Enrique Olvera, como aspecto importante de la cultura mexicana.

8.      Finalmente, generar los acuerdos necesarios con la iniciativa privada nacional y extranjera, para que sean partícipes de esta apuesta por la cultura mexicana en el extranjero. Explorando distintos esquemas para financiar estos proyectos culturales; por ejemplo, el Ministerio de Relaciones Exteriores del Reino Unido en ocasiones sólo aporta 30% al presupuesto con el que operan los British Council en algunas sedes, debido a los diversos apoyos que logra sumar*.

Sin duda, este es el momento para emprender una verdadera apuesta por la promoción de nuestra cultura, con una estrategia de Estado que proyecte la diversidad y el dinamismo cultural del México contemporáneo. Hoy se cuenta con el capital político para hacer posible esta apuesta, sólo se necesita la voluntad política para trabajar en las leyes, políticas e instituciones, requeridas para traducir la riqueza cultural del país, en una influencia perdurable en nuestras relaciones internacionales. Ahora se tiene la gran oportunidad de cambiar la forma en cómo otros países nos perciben y para que lo que digan de nosotros, no sean calificativos construidos a partir de estereotipos o de las noticias que transmiten referentes negativos de lo que ocurre últimamente en México. Hoy se nos presenta una coyuntura histórica, en la antesala del siglo XXI, para poder construir nuevos y mejores referentes sobre la grandeza de esta nación mexicana.


Omar Baqueiro




* Las ideas de propuestas en diplomacia cultural aquí recomendadas, no son simplemente autoría de quien escribe, sino resultado también de las experiencias compartidas por expertos que han trabajado y estudiado el tema.

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