El presidencialismo de pantalla, derrota del PRI
Blanche Petrich
Durante cinco años, Jenaro Villamil ha escudriñado la
figura del hoy presidente electo Enrique Peña Nieto, en particular la
forma como su imagen se construyó y se proyectó desde las pantallas de
los consorcios televisivos. Como reportero, cultivó fuentes de
información que le proporcionaron documentos internos; como observador
advirtió desde sus inicios la gestión de una
operación encubierta, que culminó con el resultado electoral que regresará al PRI a Los Pinos.
Como periodista especializado en la cultura y la industria mediática,
siguió sus pistas, las sistematizó, escribió sin parar –en Proceso, en su blog Homozapping, en publicaciones diversas– y recientemente publicó su tercer libro sobre el tema, Peña Nieto, el gran montaje.
Ahí plantea su tesis: el gobierno del mexiquense será un
presidencialismo de pantalla. Antiguo colaborador de este diario, el periodista yucateco explica:
–Este
presidencialismo de pantallaes un resultado de la alternancia fallida. En los dos sexenios panistas creció el poder mediático al amparo de la destrucción de la institución presidencial. Vicente Fox socavó la institución. Felipe Calderón intentó ejercer un presidencialismo excesivo en su presencia mediática y gastó, según cifras oficiales, 19 mil 720 millones de pesos en comunicación social; 50 por ciento más que el gobierno anterior. A pesar de este dispendio, termina como el mandatario menos respetado, menos querido.
Comunicación política y mercadotecnia: una confusión
–¿Por qué falla?
–Porque el presidencialismo de pantalla confunde la comunicación
política con la mercadotecnia. Creen que por gastar mucho en espots,
campañas, imagen, se comunica mejor. Esa confusión la viene acarreando
Peña. Por eso él es un rehén de los medios, que le hacen creer que lo
importante no es ser, sino parecer. Parecer eficaz, parecer fuerte,
aunque no lo sea.
Por eso, la figura de un presidencialismo de pantalla es una
metáfora, porque es falso. La llegada de Peña Nieto a esta presidencia
de montaje no es una victoria del PRI, sino su derrota; Peña Nieto no
representa la continuidad de un sistema priísta modernizado sino la
derrota del PRI como un partido que garantizaba la interlocución con los
grupos corporativos. El poder presidencial ya sólo tiene interlocución
consigo mismo y con los grupos de interés.
–Mientras, ¿qué pasa en los corporativos mediáticos?
–Lo que mejor describe el sistema del pasado es la famosa frase del Tigre Azcárraga:
somos soldados del PRI. Ahora todos los políticos son soldados de Televisa. El desgaste empieza con Salinas. Él es el presidente contemporáneo con menor votación y por convicción y por proyecto hace una alianza con las ultraderechas. Las mismas fuerzas de ultraderecha contra las que 20, 30 años antes Manuel Buendía había alertado en su trabajo periodístico. Es con esa derecha con la que Salinas pretende gobernar, disfrazado de liberal y reformista.
–¿Pretendió gobernar en 1988 o pretende, hoy en día?
–Desde el 88 hasta ahora. Son los mismos actores, con él y con
Ernesto Zedillo, aunque sean adversarios. Pero el modelo de ambos es
idéntico. Y con Enrique Peña Nieto; atrás de él está la ultraderecha
provinciana, originaria de Atlacomulco, que además es profundamente
corrupta.
Manuel Buendía, visionario
–Manuel Buendía, autor de la columna Red privada que por años se publicó en el antiguo Excélsior y quien fue asesinado en 1984, describía al entonces monopolio como el
administrador de la felicidad nacional; cero crítica al autoritarismo del régimen de partido único.
–Buendía y los periodistas críticos de la época sabían que la
televisora era un problema cultural, pero no era un problema político.
Ahora es las dos cosas. Él pertenecía, a final de cuentas, a esa ala de
centro izquierda del PRI. En sus columnas advirtió sobre la expansión
del poder de la ultraderecha electrónica, clerical, financiera y
empresarial. Es la misma ultraderecha que está detrás de Peña. Y un
ingrediente más: el narcopoder. que fue el que lo llevó a la
muerte. En ese sentido creo que Buendía fue un visionario de los
escenarios que 30 años después se están concretando.
–Otro de los ingredientes que Buenía documentó era
la embajada; la intervención de Estados Unidos. ¿Hoy dónde ubicamos este factor?
–Los cables que ustedes en La Jornada filtraron de Wikileaks dan
una idea perfecta de que ellos sabían cómo se estaba armando el gran
montaje de Peña Nieto, cómo compraban encuestadoras, los convenios
encubiertos de Televisa y Peña, cómo estaba vinculado a las redes de
corrupción de Arturo Montiel. Y sin embargo, Estados Unidos no hace
nada, más bien utiliza esa información para obtener beneficios
estratégicos.
–Del narcopoder en el montaje de Peña Nieto ¿qué es lo que puedes poner sobre la mesa?
–No mucho. Yo llego al asunto de Peña Nieto y Televisa sólo a través
de documentos, no por intuiciones. Pero la misma documentación nos
permite observar el despilfarro. Esto le ha costado al país muchos miles
de millones de pesos. Con una opacidad tan grande en los convenios de
publicidad la pregunta obvia es ¿hasta dónde el presidencialismo de
pantalla no también está encubriendo operaciones de triangulación de
fondos y lavado de dinero? Esto no lo incluí en el libro porque no tenía
los elementos en la mano.
Y de pronto, surge el caso de las camionetas de Televisa en Nicaragua.
Televisoras: fecha de caducidad
–Frente al dominio del duopolio en la circulación de
información y en las telecomunicaciones ¿qué cartas propias puede jugar
el equipo de Peña Nieto?
–Tendría que tomar decisiones de Estado. Y la más clara es la que ha
planteado el movimiento #YoSoy132, con toda simpleza: si no se
democratiza el régimen de medios de comunicación no se va a democratizar
el sistema político y por lo tanto el próximo presidente va a ser un
rehén de esos poderes e intereses. Pero creo que ni lo entiende ni le
interesa.
–¿Se puede hacer sin tocar la punta de la pirámide?
–Lo único que se puede contraponer a esa hegemonía de los medios
analógicos es el acceso a la banda ancha digital. Aquí ya hay una
tendencia irreversible. El poder de Televisa se está minando desde aquí,
desde las audiencias digitales que ya desertaron de la televisión. Ese
es el verdadero problema para Televisa y para Peña Nieto. Esos
consumidores de información por banda ancha son los que están generando
la crítica. Son pocos pero muy efectivos y con argumentos muy
convincentes.
–El poder de la comunicación a través de la banda ancha se traduce en
redes sociales, en mayor circulación de opinión crítica, en medios
alternativos. ¿Puede decirse que el poder de la televisión tiene fecha
de caducidad?
–Es paradójico pero sí. El momento de mayor poder de Televisa es el
momento de menor credibilidad y eso sólo se puede explicar porque ya hay
otros canales de expresión. Las mayorías van a seguir viendo Televisa,
pero con otra óptica. Y hay generaciones nuevas que ya no ven
televisión. Y son los votantes del futuro.
Artículo tomado de La Jornada http://www.jornada.unam.mx/2012/10/20/politica/012e1pol
Fotografías tomada de Internet.