Efecto Mariposa
Fotografía de Internet |
Maternidades excluidas
Por
Nancy Ortiz
@nancyortiz_
Existe
toda una parafernalia promovida desde el mercado y el orden patriarcal que
impone la idea de la maternidad como un deber ser para todas las mujeres,
utilizan la argumentación de la “realización” para promover un entrenamiento
sistemático que comienza con los juguetes desde que somos niñas. La exigencia
no sólo se limita a la procreación (sin importar la edad), sino que se extiende
a la exigencia de hacerlo perfecta y abnegadamente. Para ello hay una serie de
mecanismos sociales que nos conducen y a la vez nos sanciona cuando no logramos
cumplir los estándares que la sociedad impone.
Parecería que la presión social para
todas las mujeres (sin importar la edad) de convertirse en madres se traduciría
en mejores condiciones, oportunidades, derechos y facilidades para que las
mujeres pudieran ejercer esta tarea “adecuadamente”, sin embargo, la realidad
es otra. Para contextualizar un poco: México tiene los niveles más altos de
embarazos adolescentes de la OCDE, es decir (reprobamos educación sexual y
reproductiva), estamos obligando prácticamente a niñas sin los recursos, ni
condiciones, ni habilidades necesarias a convertirse en madres. Según datos del
INEGI casi una tercera parte de las madres (27.8%) ejercen la crianza sin
pareja, la presión social porque las mujeres asuman el rol de madres no se
equipara en lo más mínimo al nivel de exigencia que se le impone a los hombres
para que ejerzan la paternidad, incluso, ni siquiera existen mecanismos tersos
para obligarles a dar pensión alimenticia, esto sin contar el estigma,
desprecio y discriminación sistematizada que existe hacía las llamadas “madres
solteras”. Según la OMS se presentan 34.6 defunciones maternas por cada 100 000
nacidos vivos, para hacer el comparativo si bien es cierto que esta cifra está
abajo de algunos países de África también es cierto que esta tasa es menor en
países como Belice, Costa Rica, Chile, Puerto Rico o Uruguay por poner sólo
algunos ejemplos latinoamericanos. México también se encuentra entre los países
de América Latina con menos días de licencia Materna (84), mientras que Venezuela
otorga 182, Cuba 156 y Costa Rica 120 días (datos de 2015); en muchos trabajos
y por los diferentes esquemas de contratación muchas mujeres ni siquiera pueden
acceder a este derecho. En algunos casos un embarazo es motivo de despido,
acoso, negación o regateo de derechos, justificación para no acceder a mejores
puestos y por lo tanto a mejores salarios. A todo esto podemos agregarle la
violencia obstétrica que viven muchas mujeres en hospitales de nuestro país y
en el mundo al ser tratadas deshumanizadamente durante la gestación y el parto.
Es decir, pese a que existe toda esa
exigencia e instrumentalización de las mujeres para ser madres y hacerse cargo
como principales responsables de la crianza, las condiciones que se ofrecen
para ello no son, ni por asomo, las ideales. Tan sólo el orden social y urbano
excluye e invisibiliza el ejercicio de las crianzas en los espacios públicos.
Cualquier persona que haya ejercido la crianza (y sabemos que en su mayoría es
ejercida por las mujeres) sabe perfectamente lo difícil que es andar con bebés
e incluso con infantes preescolares en un centro comercial, por citar un
ejemplo, se suelen hacer muchas omisiones y por lo tanto exclusiones en el
diseño urbano, en un centro comercial puede haber espacio de estacionamiento
para personas con discapacidad, en algunos casos para personas gestantes, pero
ninguno para personas criando; esta dinámica puede ir desde armar la carriola
en medio de los autos (en el mejor de los casos), cargar al bebé, cargar las
cosas del bebé y sortear los autos en el estacionamiento y dentro no cambia
mucho la cosa, en muchos lugares ni siquiera hay cambiadores en los baños ni
alternativas para apoyar en la crianza.
Otra manera de excluir es la
discriminación hacía las mujeres lactantes. La sociedad es mucho más tolerante
con la imagen de senos sexualizados que con la imagen de mujeres lactando, esta
intolerancia tiene un origen machista, una vez más, responde a la defensa del
orden patriarcal establecido, se les rechaza porque son mujeres fuera de su
espacio asignado.
La sociedad muestra cierta tolerancia
con las mujeres criando siempre y cuando parezca que cumplen el rol que les
asignaron adecuadamente, de no ser así, estará muy atenta para reprochar el
mínimo atisbo de descuido, maltrato o algo que se le parezca o asemeje a
omisión de cuidados. Si hay algo que la sociedad no tolera es que haya mujeres
que se comporten o parezcan “malas madres”, claro, esto desde una perspectiva
hegemónica de cómo debe ser el comportamiento las mujeres y como ya dije, sin
ofrecer apoyo, infraestructura ni condiciones para ello.
El trabajo de crianza está tan
invisibilizado y despreciado que ni siquiera se considera trabajo. Por un lado
se nos exige ser “buenas madres” pero por el otro hay un desprecio
internalizado y desvalorización del trabajo de cuidados.
Las mujeres están más expuestas al
escrutinio y la sociedad se muestra poco empática, pareciera que hay interés en
exigir, sancionar pero no apoyar. La exigencia sobre las responsabilidades en
la crianza no son las mismas que se le otorgan a los hombres, por tal motivo, algunos
padres cuando participan en el cuidado de sus propios hijos asumen una actitud como
si estuvieran haciendo voluntariado y no parte de un trabajo cuya
responsabilidad tendría que ser compartida.