miércoles, 2 de mayo de 2018

Niñez y crianza en el espacio público

Fotografía de Internet
Efecto Mariposa
Niñez y crianza en el espacio público
Por Nancy Ortiz
@nancyortiz_

Actualmente existen dos grandes posturas que predominan aparentemente dicotómicas entre sí con relación a la niñez, una de exaltación (sobreexplotación) y la otra de denostación. Las dos alentadas por el mercado y funcionales a él. 
Mucho ya se ha hablado sobre la explotación del concepto de niñez y los abusos que la industria (así, en términos generales) ha cometido en “aras de las niñas y los niños”. Pero no me detendré (ahora) en ese tema. Quiero abordar la postura de la denostación, sobre todo porque cada vez es más frecuente y la discriminación tiende a normalizarse y radicalizarse. 
Hoy día es muy común escuchar a personas decir que no le gustan los niños y por lo tanto rechazan todo lo que gire en torno a ellos. Cada vez hay más espacios y actividades “libre de niños”. Generando también una tendencia de denostación y desprecio interiorizado hacia ellos y hacia quienes ejercen la crianza en espacios públicos.
La moda “odia niños” está promovida, principalmente, por la industria económica y reforzada por la cultura de consumo y sus valores individualistas. Esto permite ofrecer a sectores bien específicos una variedad de servicios y atracciones “chilfree life”, que se basa en la premisa de que si no se tiene hijos no se tiene por qué tolerar a los hijos (pequeños) de otras personas. Incluso, hay personas que dicen: "Decir que no me gustan los niños es como decir que no me gustan los tacos, es cuestión de gusto". Es decir, tratan de justificar su poca o nula tolerancia por las y los niños reduciendo la argumentación a un tema de gustos. 
Las razones aparentes para denostar a la niñez son variadas. De un sector viene del rechazo a la imposición a la maternidad abnegada. Y en el afán de rechazar el “deber ser” impuesto por la sociedad, se termina rechazando a un grupo que es muy fácil vulnerar. Esto pasa incluso en algunos sectores feministas o de mujeres empoderadas que no han visibilizado la discriminación ahí. Sin embargo, la principal razón del rechazo a las y los niños viene de una postura que defiende el orden patriarcal establecido. Viene del rechazo al ejercicio de la crianza en el espacio público. Las y los niños molestan porque están fuera de su casa, porque ello también significa que las madres (responsables históricas de la crianza), también están fuera de su casa, fuera del espacio que la sociedad les ha asignado, en el espacio que no les compete, en espacios que no están destinados ni pensados para infantes ni para mujeres criando. Y escribo sobre mujeres porque las mujeres que ejercen la crianza en el espacio público no reciben el mismo tratamiento social que los (pocos) hombres que también ejercen la crianza en espacios públicos (a ellos hasta se les hace reportajes).
Quienes utilizan este tipo de argumentos no le otorgan a los infantes la categoría de personas con derechos, no es una cuestión de si nos “gustan” o no los niños, es una cuestión de aprender a vivir en sociedades incluyentes, de entender que las y los niños TAMBIÉN forman parte de nuestra sociedad, que son un sector con características y condiciones específicas y a la vez variadas como cualquier otro grupo que conforman nuestras sociedades.
Esta moda en detrimento de menores viene a sumarse a las cifras de maltrato, abuso, explotación y omisión de cuidados que diariamente viven las y los niños de nuestro país. Por ejemplo, se estima que el 60% de los niños ha sufrido o sufre maltrato en sus hogares; México ocupa el primer lugar a nivel mundial en violencia física y homicidios de niños y niñas menores de 14 años. Según datos de diversas organizaciones mundiales también tenemos el primer lugar en pornografía infantil, además que la cifra sobre abusos sexuales contra niños y niñas podría ser alarmante, se estima que sólo se sabe del 2% de los casos mientras se presenta.
Las y los niños son un grupo que se puede vulnerar con mucha facilidad. Son los más desprotegidos contra la violencia sistémica. Hay un maltrato y discriminación normalizada (entre otras cosas) porque ellos no denuncian, a veces no se quejan, no se juntan a exigir derechos, ni hacen tuits, ni videos virales de protesta, es muy fácil violentarles y colocarles en situaciones de vulnerabilidad.
 En un ejercicio para poder visibilizar la discriminación contra infantes se puede cambiar la palabra “niño” (por mujeres, ancianos, homosexuales, afrodescendientes o cualquier otro grupo vulnerado) cada vez que se diga “No me gustan los niños” o alguna frase similar. Con ello quizás nos daríamos cuenta cuan discriminatorio suena si lo aplicamos a otro grupo de personas. 
Fotografía de Internet
Quizás a las sociedades contemporáneas nos falta sentido de comunidad para entender que el cuidado de los niños y niñas es una responsabilidad que tendría que ser compartida y eso nos ayudaría a conformar sociedades más justas, sanas e incluyentes.


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