La cuestionable muerte del número dos
Úrsula Alanís Legaspi, socióloga de la UAM
Con las muertes del Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño Terrazo y del ex titular de
Las especulaciones en torno a la muerte de estos dos emblemáticos personajes del calderonismo han comenzado a formar parte de las conversaciones cotidianas de los mexicanos.
¿Accidente o atentado? Es la pregunta que más de uno se ha hecho, después de que el jet en el que viajaban se desplomara en las Lomas de Chapultepec de
Desde su llegada a la silla presidencial, Calderón se propuso como meta máxima, aniquilar el crimen organizado y ofrecerle a los mexicanos una nación segura, libre de cualquier clase de peligros, como sus spots nos lo han hecho saber en repetidas ocasiones.
El esclarecimiento de los hechos se antoja más que necesario, si se toma en cuenta la oleada de muertes y violencia que ha aquejado al país en los últimos meses. No hay parte del territorio nacional en el que no se haya derramado una gota de sangre.
Pensar que un hecho de esta magnitud, la muerte del número dos del presidente, no tenga relación alguna con venganzas e intimidaciones provenientes del narcotráfico o de fracciones políticas, incluyendo las de su propio partido, inconformes con los arreglos e instrumentaciones que supuestamente debían tener como prioridad el desarrollo político de México, es una consideración que no debe descartarse, si se toma en cuenta que los actuales dueños del país, la clase política y las células delictivas, han demostrado en más de una ocasión su ‘eficiente capacidad’ para aniquilar a sus más férreos contendientes.
La muerte de Mouriño es, sin duda alguna, la baja más sensible del círculo directo de Calderón, quien desde los funerales de este cuestionable personaje, no ha dejado de exaltar sus más apreciables cualidades. Desde su perspectiva, Mouriño era el ejemplo perfecto del buen político: sagaz, inteligente, estratega, comprometido, en fin un patriota único e irrepetible, lo único que el señor presidente olvidó decir, por obvias razones, pero que el pueblo tiene más que presente, fue que su ‘mano derecha’ también fue un orquestador importante de la más que discutida reforma energética, que entre líneas tenía por objetivo primordial vender a inversionistas extranjeros, la paraestatal más rentable del país: PEMEX.
Día a día, el estado de guerra en el que ahora nos encontramos se torna más violento; ahora cómo se supone que la ciudadanía debe analizar la muerte de Mouriño, como una venganza del narcotráfico o de la élite política, o como un simple accidente producido por una falla técnica.
Bajo este escenario, se puede sospechar que el Gobierno Federal no dará marcha atrás a su obsesivo deseo de aniquilar a sus enemigos, ya sean políticos o criminales, que, al fin y al cabo, comparten características similares.
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