viernes, 13 de marzo de 2009

CUENTO sobre la burocracia


Un día en la vida de un burocrata



Por Marco Arturo Montero, sociólogo, actor y poeta

Eran las seis de la mañana con veinticinco minutos cuando sonó el despertador de Toñito, así le decían todos en la oficina, solo los de la sección de pagos y su jefe sabían su nombre completo, Antonio Reyes López, la mayoría lo conocía como Toñito el de las copias, llevaba veinte años trabajando en la oficina de hacienda de la ciudad de Puebla y también veinte años despertándose con el mismo sonido del despertador electrónico de quince pesos. Se levantó de la cama sin despertar a su mujer como todos los días, de manera automática se desplazó hacía el baño donde enjuago su cara y vio pasar por el espejo del lavabo la silueta también en automático de su mujer que se deslizaba a la cocina para preparar el café, los huevos y el pan de todas las mañanas, comenzó a rasurarse como todos lo días y fue entonces cuando Toñito recibió la señal y un hilo de sangre escurrió por su mejilla, desde su adolescencia no se había cortado al rasurarse, vio caer una gota de sangre en el lavabo y tomo un poco de papel que oprimió contra su mejilla, no tardo mucho el sangrado, termino de rasurarse y se deslizo hacía la recamara donde ya estaba sobre la cama la ropa que se iba a poner, Toñito haciendo caso omiso de ella fue hacía el closet y tomo unos jeans de mezclilla y una camisa que solo ocupaba en ocasiones especiales, saco del cajón la colonia alemana que guardaba celosamente y se baño con ella haciendo arder la herida de su cara provocando una exhalación de satisfacción que le hizo sonreír, se dirigió a la cocina, vio el café, el pan y los huevos, hizo una mueca de negación y se dio la media vuelta ante la mirada estupefacta de su mujer que le decía -anda toño tu desayuno que llegarás tarde al trabajo-toño-¿qué te pasa?-... eso fue lo último que escucho Toñito que ya se enfilaba calle abajo a tomar la micro de siempre, llegó a la esquina justo cuando se detenía el microbús, Toñito miro al chofer mientras le gritaba -¿sube o no?-, -carajo- Toñito levanto el dedo de en medio de su mano y dio la vuelta en sentido contrario a su trabajo, solo escucho el pentatónico sonido de la bocina del microbusero que dio un arrancón y más de uno de los pasajeros fue a dar a la parte trasera del microbús. Toñito se puso a recordar que tenía que entregar treinta carpetas al director de personal y hacer doscientos juegos de los nuevos formatos r-3 que le habían encargado, ya escuchaba la voz del licenciado Ferrer, -chíngale Toñito, que son para hoy-, mientras él tenía que hacer que funcionaran esas copiadoras viejas que a cada rato atoraban las hojas o manchaban de tinta las copias, -ya quisiera tu trabajo Toñito-,-nomás pura güeva verdad¨-. -Que chinguen a su madre- dijo en voz alta haciendo saltar a una señora que pasaba apurada con un niño de uniforme escolar que soltó la carcajada y luego vio con miedo a su mamá ante su inquisidora mirada, Toñito sonrió por enésima vez en esa mañana y decidió entrar al vips que se encontraba a su paso, todavía tenía tiempo de desayunar y entrar a la oficina, mmm, pidió unos hot cakes un jugo de zanahoria grande y un coctel de frutas con yogurt, sabores que ya solo tenía en sus recuerdos, Toñito miro el pecho de su mesera que decía Miriam,-Miriam, bonito nombre- ella era una mujer más bien regordeta, con hoyuelos en las mejillas y una linda sonrisa, sus ojos marcaban un poco de cansancio y por sus facciones podría tener unos treinta y cinco años no llegaba a los cuarenta, quizá menos de treinta y cinco, -gracias-contesto la mesera, -yo me llamo...to...Antonio-,-estoy para servirte Antonio- , fue algo mágico, escuchar su nombre, ya no recordaba como se oía en voz de otra persona y menos en una voz tan dulce como la de Miriam, Toñito se puso a hojear un periódico que había tomado a la entrada y mientras leía un artículo llamado "el tiempo perdido" sin estar completamente metido en la lectura pensó en los pechos de Miriam y los orificios de sus mejillas, se sonrojo, nunca había sido infiel, no de esa forma, habían pasado algunas putas que servían de desahogo de sus ansias de hombre y eran ya parte de esa rutina que lo había atrapado en algún momento y de la cual no podría escapar, -con permiso señor-, -le dejo sus hot cakes, quiere miel o mermelada- dijo Miriam mientras servía,-deja de las dos- contesto Toñito, -algo más-pregunto Miriam, -si se pudiera que desayunarás conmigo Miriam, pero no se puede-contesto él, Miriam sin molestarse sonrió a Toñito, -gracias Antonio- solo eso dijo y desapareció, Toñito termino su desayuno como un niño recién salido del orfanato hubo tanto gusto en este acto que casi había olvidado que era un día de trabajo que tenía que continuar con lo habitual, lo establecido, que necesitaba ganar el pan de todos los días, que..., -¿más café señor?, yo ya me retiro lo atenderá mi compañera-, dijo Miriam interrumpiendo su regreso a la realidad, Toñito la miro a los ojos y le sonrió de una forma tan cómplice que ella solo pudo contestar el gesto -me gustaría poderte acompañar, no tengo nada que hacer y pues...-,-salgo en 15 minutos por la puerta de servicio, espérame- dijo Miriam sin dejarlo terminar -¿más café?-pregunto, -sólo para 15 minutos- contesto él. La espero en la puerta trasera, ella salió vestida con unos jeans de mezclilla una blusa azul y una chamarra de mezclilla, se veía muy jovial, pero también se acentuaba su melancolía que no podía disimular a pesar de su sonrisa con hoyuelos, -vivo cerca, caminemos te parece- sugirió ella,- me encantaría-contesto él, llegaron a un conjunto habitacional, subieron dos pisos y ella le invito a pasar, -¿gustas otro café Antonio o te puedo invitar un refresco o cerveza?-, Toñito estaba como en un viaje y pensó "a la chingada Ferrer, hacienda y la pinche copiadora" y se dejo llevar, quizá ese día sería como un oasis en su monótona vida. -Te acepto la cerveza gracias- dijo, -yo también tomaré una, me permites voy a cambiarme los zapatos no tardo-, Tonito bebía su cerveza cuando ella regresaba con la suya en la mano, hicieron un brindis por conocerse y ella se sentó junto a él, -no se que vi en ti, pero no me importa que vayas a pensar de mi, estoy sola y tú te ves perdido o ¿no se? triste, nunca lo había hecho, pero me deje llevar, no quise decirte que no y ahora ya ves, estamos aquí y no sabemos ni quienes somos ni...-, -no importa- interrumpió Toñito y la beso e hicieron el amor hasta medio día, -tienes que dormir, mañana trabajarás- dijo Toñito y le dio un beso, un beso con sabor a último-¿no nos volveremos a ver?- dijo ella, -No, no nos volveremos a ver- respondió Toñito, se dirigió hacía la puerta de salida y se fue sin mirar hacía atrás, sabía que en algún momento terminaría esté día y solo quería vivirlo, hacía tanto que no vivía. Abandonó la casa sin volver la mirada en ningún momento, porque sabía que si recordaba el camino volvería y jamás se iría y aún no se sentía con el valor de abandonar todo aunque ese todo fuese su lápida en vida. Decidió seguir caminando y confiar en el destino, estaba viviendo...simplemente eso tenía, un lapso de vida en su mortecino existir. No había caminado ni dos kilómetros cuando escucho el timbre de su celular, miró el número y lo dejó sonar... sonar... hasta topar con un limosnero que estaba recargado en una pared con un letrero de cartón que decía "desempleado por culpa del pinche gobierno"... Toñito le arrojo el celular y le dijo -conteste, se lo regalo, dígale a Ferrer que le cedí mi chamba- y se alejo ante la mirada de sorpresa del indigente, siguió hasta chocar con una manifestación que exigía justicia ante los injustificados impuestos a los trabajadores independientes, sin darse cuenta Toñito ya estaba en la bola, comentaba y discutía con los inconformes y se hacía parte de la manifestación, la protesta se hacía cada ves más violenta y él embriagado por el momento patea la puerta del edificio frente al que protestan, los granaderos empiezan a dispersar a la gente y a golpearlos, en seguida el levanta la vista y ve a Ferrer del otro lado de la puerta de cristal, estaba frente a la oficina de hacienda, su jaula, su trabajo, ¿hacía donde más pudo haber caminado? él ya no conocía otra ruta... de pronto todo se nubla, desaparece, la macana de un policía cae sobre su sien y en los encabezados de los periódicos "empleado de hacienda muere al intentar llegar a su trabajo y encontrarse con una manifestación, el pobre hombre de nombre Toñito había sido asaltado previamente por un indigente..."


Imagen tomada de: www.brunoferias.com

1 comentario:

Nancy Ortiz dijo...

Marcos gracias por colaborar en este blog. tus contribuciones son muy importantes. me gustó tu cuento, sobre todo poque muchas veces nos sentimos como toñitos. te mando un beso y un abrazo. saludos