jueves, 7 de febrero de 2008

ARTÍCULO sobre Juventudes y Sexualidad


Penes ambulantes o seres pensantes
Por Gary Barker


¿Qué sabemos acerca de la sexualidad de los jóvenes y adolescentes? Primeramente, que está relacionada con la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Esto parece obvio, pero no lo es tanto, o al menos no se le percibe así al examinar algunas políticas y programas de salud destinados a los adolescentes. En ocasiones pareciera incluso que la mujer adolescente se embaraza sola, sin intervención de nadie. Se sabe también que algunas investigaciones sobre el hombre adolescente afirman lo evidente. Una investigación de Sao Paulo, Brasil, con 200 jóvenes entrevistadas señala, por ejemplo, que dos tercios de las mujeres declaran que sus parejas las abandonaron en cuanto supieron que estaban embarazadas.

Otras investigaciones muestran que los hombres no desarrollan sintomatología de algunas infecciones de transmisión sexual. Se habla mucho acerca del sida, pero se olvida toda una serie de agentes patógenos con un costo enorme para el cuerpo de la mujer. El virus del papiloma humano, por ejemplo, no muestra síntomas en la mayoría de los hombres, pero el cáncer cérvico-uterino tiene un costo gigantesco para la salud femenina. Las investigaciones revelan también que un joven tiende a buscar menos atención para una infección sexual, y elige la automedicación con mayor frecuencia que las mujeres. Hay incluso hombres para quienes el episodio de una infección adquirida por la vía sexual es confirmación de su virilidad.

En materia de VIH/sida los jóvenes están en primera línea. El Onusida calcula que 25 por ciento de los casos nuevos de VIH corresponden a hombres menores de 25 años. Son ellos los que se están infectando y, consecuentemente, infectando a sus parejas, femeninas y/o masculinas. Se sabe de modo general que los hombres tienen su primera relación sexual más temprano, o por lo menos relatan tener más parejas, que las mujeres. Y cuando se examinan los relatos de un hombre y de una mujer sobre un mismo acto sexual, la mujer habla de una aproximación, de un momento de intimidad, mientras el joven ve el acto sexual como una forma de conquistar estatus, de afirmar la identidad, y menos como una forma de intimidad. Esto debe considerarse al pensar en políticas públicas que tengan que ver con o procuren cambiar las conductas en una actividad que los hombres consideran parte de su identidad.
Riesgo e identidad masculina

En otras investigaciones se observa que los jóvenes disponen apenas de un poco más de información sobre los temas de salud reproductiva y VIH/sida que las adolescentes. También se percibe que en algunos casos ellos procuran esconder más que ellas esa falta de información. Hay en esto cierto mito masculino según el cual los hombres jóvenes saben de todo y no precisan de más información. Esto es un obstáculo que también debe ser cuestionado. Se sabe, por ejemplo, que los adolescentes varones utilizan los preservativos con más frecuencia, pero que también lo hacen de manera inconsistente. Otras investigaciones muestran que el comportamiento sexual, tanto de mujeres como de hombres jóvenes, no siempre corresponde a una identidad sexual. Según algunos testimonios femeninos, muchas veces los hombres recurren a la coerción, la presión o la violencia para poder tener relaciones sexuales. Algunos testimonios masculinos afirman que el sexo inseguro es más interesante, lo que quiere decir que masculinidad equivale a riesgo y aventura. De ser así, ese sería otro problema a tomar en cuenta.
No todos los hombres jóvenes son iguales, y como ya se ha dicho, esto es un asunto de diversidad. Existen hombres casados y otros que no lo son. Algunos sólo tienen parejas masculinas, otros tienen parejas masculinas y femeninas, y otros más sólo parejas femeninas. Hay quienes están en el ejército, otros en las áreas rurales, otros en las urbanas; unos trabajan, otros no; unos asisten a una escuela, otros no; en otras palabras, esta categoría de "hombre joven" es muy compleja por esta misma diversidad. En mi opinión, también es importante ver cómo se relacionan esos jóvenes con las mujeres a partir de esa diversidad.

Sabemos que si un grupo de hombres actúa con sus mujeres de manera opresiva, también existen quienes lo hacen "de manera correcta". Se informan, negocian, cuidan a sus hijos o se ocupan de hijos que sus parejas tuvieron con otros hombres. En América Latina, en los últimos diez años, la participación masculina en la escuela, después de los doce años, es más baja que la femenina. Los hombres salen de la escuela más pronto que las mujeres. En las clases populares esto se explica por el hecho de que los hombres necesitan trabajar fuera de casa. Las jóvenes, por su lado, trabajan en casa y, en ocasiones, es más fácil combinar estas tareas con la participación escolar. Sea como fuere, esto también tiene implicaciones, en cuestión de género, para la sexualidad, y es algo poco estudiado hasta el momento.

Resulta interesante explorar la manera en que los jóvenes definen la identidad. Al interrogárseles al respecto en los estudios cualitativos, por lo general surgen dos líneas que definen a la identidad masculina: una es el hecho de manifestarse sexualmente activos. Para muchos jóvenes, esto no representa dificultad alguna. La otra, a menudo más importante, tiene que ver con el hecho de ser un sostén familiar, lo que a su vez se relaciona con la cuestión del empleo. Esto también se ha estudiado muy poco. Es aún escasa la reflexión sobre la cuestión de una identidad relacionada con el trabajo, con la sexualidad masculina y con lo que el género significa para un hombre.
Género y situación laboral

En un estudio de la Organización Mundial de la Salud, se preguntó: ¿cuáles son las cinco primeras necesidades de los hombres jóvenes?, y la lista, por orden de importancia, fue sorprendente. Apareció, en primer lugar, el empleo, es decir, algún tipo de situación vocacional. En segundo, la asesoría o alguna forma de atención psicológica. Muchos aludían a la falta de espacios para hablar. En tercer lugar surgió la sexualidad. En cuarto, los cuidados en general, pero en particular los cuidados del cuerpo y la higiene, temas que por lo general olvidamos al hablar del hombre adolescente. Por último surgió el soporte educativo, mismo que contribuye a que los jóvenes permanezcan en la escuela.

Observemos, pues, los desafío y paradojas citados al inicio. ¿Cómo llamar la atención de un joven sin caer en el nuevo discurso del victimismo? Sin hacer comparaciones para saber si son los hombres o las mujeres quienes sufren más con el sida. Es preciso descubrir la manera más adecuada de incluir a los jóvenes en los servicios de atención de los centros de salud, sin mermar con ello los avances alcanzados en el área de la salud femenina. El desafío es entonces, ¿cómo incluir al hombre y afianzar de paso los avances en la salud de la mujer?
Existe algo más también importante: recordar que cuando se trabaja con los adolescentes, todo se encamina a promover la igualdad de género. Cuando se trabaja con ellos es necesario tomar en cuenta algunas particularidades de ese grupo. Existen cuestiones que pertenecen al campo de la biología, y la mayoría se relacionan con la construcción social de la masculinidad. ¿Cómo guardar en mente esa particularidad y al mismo tiempo hacer énfasis en la cuestión de género?

Es necesario también verificar cuidadosamente si al promover el ingreso de los jóvenes a las clínicas no se están desviando recursos destinados a las adolescentes. Uno de los avances más significativos en salud femenina ha sido que las mujeres son vistas como seres humanos y no ya como aparatos reproductores ambulantes. De vez en cuando, leyendo algunos artículos, escuchando algún discurso sobre el hombre joven, parecería que seguimos hablando de un pene ambulante. ¿Cómo instalar todo un nuevo cuerpo, toda una subjetividad nueva para esos jóvenes que ya no son sólo un asunto genital?

LETRA S Septiembre 2 de 2004
Artículo tomado de Sexualidade & política na América Latina. ABIA, Rio de Janeiro, 2003. Traducción: Carlos Bonfil.

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