lunes, 15 de septiembre de 2008

ENSAYO sobre Educación rural

ESCUELA SECUNDARIA

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El Referente de la Educación Secundaria en México

LA HERENCIA DE LA ESCUELA RURAL MEXICANA

Mtro. Manuel Hernández Pérez

Sociólogo e historiador. Profesor de la Facultad de

Sociología-SEA de la Universidad Veracruzana.

INTRODUCCIÓN

Los proyectos educativos en el periodo posrevolucionario conservaron las intenciones de civilizar y homogeneizar la cultura de la gente en el medio rural. Intelectuales y pedagogos provenientes de las clases medias de las ciudades defendieron la idea de que era necesaria una formación especializada de los maestros que se encargarían de dicha tarea.

En un inicio, la preparación de maestros rurales fue pensada sólo como una capacitación rápida, pero más adelante se planteó como un proceso de formación amplio que debía ser, ante todo, una enseñanza de tipo práctico, ligada a los requerimientos y necesidades de la vida del campo. La concepción de una enseñanza práctica sirvió de punto de enlace de tradiciones educativas del siglo diecinueve como la enseñanza objetiva, racional y vocacional, con modelos pedagógicos novedosos como la escuela de la acción (basados en John Dewey), en menor medida la educación racionalista y la educación socialista de los años treinta.

El presente trabajo aborda de manera introductoria uno de los pasajes más apasionantes y fundadores de la educación en México: la escuela rural mexicana, que inicio sus pasos en los años treinta y que algunos de sus postulados aún perviven en los métodos de enseñanza actuales. La finalidad central es presentar la forma en que los constructores del nuevo estado nacional elaboraron un discurso acerca del campesino y la forma en que se debería incorporar al desarrollo nacional. En los años treinta sólo una cuarta parte de la población vivía en las ciudades, de allí que la tarea de incorporar o integrar a los campesinos al proyecto modernizador era de vital importancia, por ello se iniciará todo un proyecto para educarlos y trasmitirles las nuevas ideas revolucionarias. Los intelectuales pedagogos estaban entre los llamados a desarrollar este trabajo, uno de ellos, Rafael Ramírez, será citado en este trabajo como ejemplo fehaciente de cómo se fue construyendo todo el imaginario del campesinado posrevolucionario.

I. INICIOS DE LA TAREA

En los inicios de este proyecto modernizador y de construcción del estado posrevolucionario, donde la mayoría de la población se concentraba en las comunidades rurales, era de vital importancia elaborar un plan para incorporar al campesinado a este nuevo esquema. En los inicios de los años treinta el campesino era sinónimo de atraso y del antiguo régimen porfirista que tenía que ser superado y desterrado. Por supuesto que no era fácil hacerlo, atrás quedaban muchos años de lucha. En los años veinte fue una etapa de buscar la unidad nacional, donde se buscaban consensos políticos para evitar la desestabilización por parte de aquellos grupos que quedaron descontentos después de la revolución armada.

Después de este periodo y pasada también la fase más cruenta de la guerra cristera, viene el periodo de la reconstrucción de las conciencias es “el momento en que se forja el imaginario social del nuevo Estado, que operará sobre nuevos sistemas simbólicos, sobre nuevos conjuntos de representaciones, sobre nuevas definiciones del mundo social” (Palacios, 1999:14) Ya no se busca ni desea cambiar por las armas la realidad del país, sino por la fuerza de la razón. Esto se buscó por medio de un intenso proceso de producción de imágenes y símbolos y la construcción de vehículos para su difusión y realización en los ambientes rurales. Eran momentos en que parecía que el futuro se podía alcanzar y los encargados de operar los cambios necesarios entre los campesinos serían los maestros rurales. Esta tarea no fue fácil pues existieron diferencias entre los mismos impulsores de estas políticas desde la Secretaria de Educación Pública, en la búsqueda de crear una idea de campesino que apoyara al sistema posrevolucionario, se dieron varias contradicciones que fueron abordadas y asumidas por los maestros rurales y pedagogos en los inicios de los años treinta, época en que se da una crisis del modelo posrevolucionario.

Los puntos centrales del debate y discrepancia estaban en primer lugar entre posturas que planteaban “homogeneizar o diversificar, integrar o incorporar, aculturar o mantener la campesinidad” (Palacios,1999:12)

El primer enfoque que podríamos llamar productivista, planteaba que los maestros tendrían que tener una orientación técnica y muy práctica, se concebía al campesino posrevolucionario con acceso a más tecnología y con unidades productivas más modernizadas. Esta postura quizás era más cercana a Narciso Bassol. Del otro lado estaba la postura llamada culturalista, quienes compartían esta visión planteaban que la estructura social del campesinado debía occidentalizarse, es decir, adquirir los valores y saberes de países hasta aquel momento muy avanzados, pero rescatando y preservando los usos y costumbres de los pueblos campesinos, con la finalidad de impulsar una cultura nacional muy fuerte. Esta postura era cercana a Moisés Sáenz, otro de los intelectuales de la educación rural posrevolucionaria. Cabe mencionar que estas posturas sólo fueron proyectos, no se logró aterrizarlas del todo porque había muchas contradicciones.

Así pues, la construcción del imaginario social en el periodo posrevolucionario y la representación del campesino (y del indígena en el contexto agrario) fue una elaboración de los grupos de intelectuales más involucrados e interesados en este proyecto: los maestros rurales y los intelectuales pedagogos. Ellos tenían un imaginario social fundado en las ideas de modernidad y progreso que debía ser trasladado a las comunidades campesinas. Para llevar a cabo este sueño se contaba con instrumentos o vehículos que trasmitían estas ideas, uno de los más importantes era la revista El Maestro Rural dirigida a los campesinos y maestros rurales en la línea de construir una conciencia revolucionaria. Esta revista comienza a circular en marzo de 1932.

Los intelectuales e ideólogos del Estado posrevolucionario pretendían sembrar en los campesinos un imaginario, un modelo que debía ser la vía para fortalecer y construir el nuevo régimen. Estos ideólogos ejercían una violencia simbólica legítima que les concedía el nuevo Estado. Todas las ideas, formas, imaginario y sus aliados tenían por objeto el imponer una definición del mundo social que correspondiera a sus intereses, los cuales tenían como idea central el progreso material e ideológico de los mexicanos. Para lograr esta meta se comenzó a crear-construir un héroe que llevará hasta los últimos rincones del país este ideario y lo pusiera en práctica, este héroe era el maestro rural. Era el encargado de integrar al país al proceso modernizador. El maestro como figura prometeica que lleva el fuego a los campesinos atrasados y poseedores de una cultura localista.

La escuela rural no sólo debía enseñar a leer y escribir, sino también para liberar a los campesinos, alejarlos de la esclavitud y la humillación. Por ello Rafael Ramírez plantea En primer lugar, les hace falta una cultura general que sacuda y despierte sus inteligencias adormecidas, que los provea de los conocimientos e ideas fundamentales y les inculque ideales y aspiraciones. Esto es importante: No hay progreso posible para la sociedad de espíritu cerrado a toda luz y que viva encastillada en la torre de marfil de su ignorancia.

En segundo lugar, pedimos para el campesino una cultura industrial, que eduque su mano y desenvuelva en él la mayor suma de aptitudes constructivas. En términos generales, esta enseñanza industrial comprenderá secciones de trabajos manuales en madera y hierro, y según las localidades, trabajo de cestería, de sombrerería, de mimbre, de cerámica, etc (Ramírez, 1982:49) Pero la integración nacional no sólo implicaba integrar a los indígenas y campesinos a la cultura moderna, urbana, industrial, ni tampoco bastaba con construir caminos y la expansión de la alfabetización, sino también se debía integrar a los individuos entre ellos, la noción de trabajo grupal, apoyo mutuo, trabajo colectivo, de socialización de los conocimientos y las prácticas. (Palacios, 1999: 40). La educación debería crear un hombre libre, pero subordinado al interés social.

La construcción de una cultura nacional dependía de la transformación de la cultura indocampesina, esto se lograría transformando a la materia de trabajo, los mismos campesinos. En relación a los indígenas y la necesidad de que aprendan español, Ramírez se dirige así a los maestros rurales: …cuando aprendamos un idioma nuevo vamos adquiriendo también algunas de las costumbres y formas de vida del grupo social étnico a quien pertenece aquel idioma. Así, pues, tú debes tener mucho cuidado a fin de que tus niños no solamente aprendan el idioma castellano, sino que adquieran también nuestras costumbres y formas de vida, que indudablemente son superiores a las suyas. Es necesario que sepas que los indios nos llaman “gente de razón” no sólo porque hablamos la lengua castellana, sino porque vestimos y comemos de otro modo y llevamos una vida diversa a la suya. De manera que yo pienso que la función tuya como maestro de una comunidad netamente indígena no consiste simplemente en “castellanizar “a la gente, sino en transformarla en “gente de razón (Ramírez, 1982:65) Los maestros rurales se fueron identificando con los campesinos y su situación, el maestro debía “descender al pueblo” para estar al lado de sus problemas y buscar soluciones; el cambio de discurso donde el campesinado pasa a ser el pueblo, es un salto importante en la lógica de la escuela rural y sus intentos de integración nacional.

El maestro rural sustituyó a los evangelizadores, con fe inquebrantable ante los peligros y salvadores de los campesinos. Esta idea estaría presente en la educación rural durante mucho tiempo. Para 1933 se comenzó a rumorar que los maestros que estaban saliendo de las normales rurales, sustituirían a los improvisados que habían iniciado el gran proyecto integrador de la nación. Se dio una amenaza de huelga por parte de los maestros en el Distrito Federal para defender su posición, pero cabe decir que a los nuevos maestros normalistas se les siguió atribuyendo las mismas funciones y conservaron sus características prometeicas y de cuasi-evangelizadores. Esa era la misión que le encomendó la SEP.

II. LA EDUCACIÓN SOCIALISTA

En este apartado sólo quisiera mencionar de forma general algunos elementos que nos ayuden a entender como se dio el origen acerca de la educación socialista, muy ligada a la educación impulsada desde las escuelas rurales, de hecho existen confusiones entre enseñanza racionalista, enseñanza activa y educación socialista, algunos funcionarios como Emilio Portes Gil en 1928 utilizaba en su discurso de manera confusa escuela socialista y escuela activa (Lerner, 1982:15). Rafael Ramírez partía afirmando que la educación había sido inventada por las clases aristocráticas, pero que en la época posrevolucionaria la escuela era democrática y que tendría que tener una orientación proletaria.

…La escuela es una invención social, y no hay duda de que fue una invención de la clase privilegiada para la educación de sus hijos dentro de los sistemas de privilegios de ella. No fue una invención de la clase proletaria, que agotada por la pobreza y por la ruda labor a que estaba sometida, no tenía ni la energía mental ni el tiempo disponible para ponerse a inventar una institución que educara a sus hijos. La escuela, pues, fue desde su origen, una institución aristocrática, diríamos mejor, aunque repitiéramos, una invención burguesa o capitalista destinada a perpetuar las prerrogativas y privilegios de las clases dominadoras; una institución que trasmitía no sólo una cultura más refinada sino que propagaba también un modo aristocrático de ver el mundo y una filosofía social según la cual una clase minoritaria tiene pleno derecho a vivir a expensas de una multitud hambrienta, desarrapada e inculta (Ramírez, 1982:76-77) Al mismo tiempo Ramírez defendía un tipo de educación socialista para los pueblos socialmente atrasados, para que pudieran emanciparse y dejar de lado la servidumbre, para ello se requería una escuela que cumpliera esta misión y no podía ser otra que la escuela socialista. Lo interesante de este enfoque es que se daba una mezcla entre ideas socialistas inspiradas en la experiencia rusa, pero también se tomaban elementos de la escuela activa norteamericana, sobre todo los enfoques de John Dewey de la formación del pensamiento reflexivo que asegura la participación creativa y responsable como ciudadano (Ramírez,1982:94)

Las características centrales de la educación socialista propuesta por los pedagogos posrevolucionarios eran las siguientes:

Nacionalista, en el sentido noble de que dará a conocer y procurará hacer apreciar y estimar nuestros propios valores culturales.

La educación socialista que a través de la escuela mexicana será igualitaria.

La educación socialista que a través de la escuela mexicana se imparta, será tendenciosamente desfanatizante.

La educación socialista que vamos a impartir a través de las escuelas primarias de México, será progresiva.

La educación socialista que se imparta a través de la escuela mexicana, debía ser funcional y activa, indicando con esto que la enseñanza debe partir de las necesidades y conducir a la satisfacción de las mismas, y en donde los alumnos aprendan las cosas haciéndolas, para que sean ellos mismos los agentes de su propia educación y transformación.

Como podemos observar, todos estos intentos por inculcar un nuevo tipo de valores fundados en la idea de progreso y la acción social de los campesinos llevo a concebir un proyecto que facilitara la transformación del país mayoritariamente rural.

CONCLUSIONES

Podemos concluir que el proyecto de la escuela rural de principios de los años treinta sólo se circunscribió al orden cultural como la base para realizar la integración de los campesinos e indígenas a la sociedad nacional.

La escuela rural y su quehacer no se puede imaginar sin la participación de los intelectuales pedagogos y sus instrumentos activos, los maestros rurales campesinos, que se encargaron de trasmitir el sistema simbólico a las masas campesinas.

La revista El Maestro Rural jugó un papel central en el proyecto de integración nacional, fue la plataforma desde donde se buscó implantar las percepciones e ideas sobre el campesino y su relación con el Estado posrevolucionario.

El lenguaje que se elaboró para llevar a cabo este proyecto de nación, giro en torno a la creación de una cultura nacional que sirviera de vaso comunicante entre las capas dominantes y los sectores subalternos, en este caso los campesinos e indígenas.

La construcción de una representación posrevolucionaria de campesino y del problema campesino, fue parte central de la definición de todo el proyecto de nación, que tenía que ser aceptado por las masas campesinas, ya que con el diagnóstico elaborado por los intelectuales y pedagogos de la SEP del sector rural no se podía impulsar un desarrollo adecuado para el país: “La definición del campesino posrevolucionario por parte de los intelectuales pedagogos implicó la delimitación de una nueva campesinidad, esto es, del contenido semántico, las prácticas y las representaciones que se combinaban para significar a ese nuevo grupo social. El proceso de su constitución era central a la consolidación política del Estado pues se trataba de definir una clase cuyo control sería crecientemente fundamental para el poder durante esos años iniciales. En torno de esa definición dio inicio a la elaboración de un complejo aparato institucional destinado a concretar, objetar, vigilar, delimitar y contener dentro de límites precisos a la nueva campesinidad.” (Palacios, 1999:236). Este proyecto era la base de la inserción en el nuevo desarrollo capitalista al que México estaba entrando.

El enseñar a leer a los campesinos tuvo como objetivo principal la formación de la cultura nacional, estaba basado en dispositivos de interpretación, explicación y traducción, para poder incluir a los campesinos en el proyecto cultural de la revolución.

Estos intentos de integración de los campesinos e indígenas en el proyecto revolucionario fue abandonado por el presidente Cárdenas en 1936, al destinar la revista El Maestro Rural sólo para ser distribuida entre los profesores y ya no para los campesinos en general, así se iniciaría otro proyecto con otros actores y otras miradas.

BIBLIOGRAFIA

Lerner Victoria (1982) La educación socialista, COLMEX. México.

Palacios Guillermo (1999) La pluma y el arado, COLMEX-CIDE, México.

Ramírez Rafael (1982) La escuela rural mexicana, SEP/80, México.

4 comentarios:

Nancy Ortiz dijo...

creo que en la actualidad esa figura "prometeica" de los años 30 está muy minimizada. en la actulidad la figura del maestro está está construida a partir de los mass media. en la tv se habla mucho de los docentes pero siempre es para decir lo "mal" que están, evidentemente creo que esta estrategia es para restarle responsablidad al estado del nivel y atraso educativo en el país. los maetsro rurales en la actualidad lejos de ser vistos como un ente gestor de la modernización, es visto como un servidor cuya obligación es simplemente dar clases con los menores recursos y lo más barato posible, así se mide ahora la capacidad de un maestro. así lo exige ahora la SEP, el maestro ha perdido total autoridad, al grado que es digno de sanción que un maestro repruebe a un alumno de educaión básica o o dejarlo sin recreo.

Manuel Hernández dijo...

En relación a un comentario de Nancy Ortiz, sobre mi artículo aparecido en actores sociales que trata de la Escuela Rural, donde ella plantea que el papel de los profesores de educación primaria ya no cuentan dentro del imaginario colectivo y social de los mexicanos con una figura importante y representantiva, me parece que se debe a que no han logrado ellos mismos forjarse esa imagen, debido al burocratismo, sindicalismo charro y a que ahora se consume y práctica la cultura del exito propio y no interesa el de los demás, ello lleva a que enseñar lo que se sabe va en detrimento de mi capital cultural que puedo utilizar para otros momentos u otras batallas dentro de los diferentes campos de la sociedad donde me presento a competir. Me parece que allí recide un anto el problema aunque no sea la causa de todos los males que padecen sobre todo los maestros rurales. A quienes nos interesa trabajar con las "sociedades rurales" podemos ver que son potencialmente innovadoras y promotoras de desarrollo, sólo necesitan los insturmentos y los capitales para lograrlo y creo que el maestro rural enla actualidad sigue siendo uno de los vehiculos centrales para esto se logre, al igual que se pensaba en los años treinta.

Nancy Ortiz dijo...

considero que las circunstancias han cambiado mucho. las escuelas rurales siguen cargando con el mote de escuelas atrasadas y eso no es culpa del docente, es culpa del sistema quien cada día pone más elementos para evaluar y clasificar la educación, sin proporcionar los recursos necesarios para “homologar” la educación y no porque crea que deba hacerse sino porque ellos evalúan de la misma manera a todos como si las condiciones sociales, infraestructura y características particulares no importaran. Es verdad que el maestro rural como el maestro urbano, de secundaria, prepa y universidad se han ganado a pulso los epítetos que les atribuyen, pero, también es verdad que a veces resultan victimas del sistema. Un sistema que no permite ni mejorar las condiciones, ni mejorar la preparación, ni los recursos económicos. Definitivamente creo que los maestros rurales son generadores de cambio, pero no es justo que sean ellos los que ganen menos, vivan en condiciones paupérrimas, les cueste trabajo y caro acceder a sus lugares de trabajo y encima no puedan siquiera prepararse ni evaluarse, porque una maestro que trabaja en la sierra quien sólo puede bajar dos veces al mes, no puede seguir preparándose y por lo tanto no podrá mejorar su salario. Por otro lado los argumentos que suele utilizar el propio sistema de que la vocación es lo que importa y que el sufrimiento se compensa con la sonrisa de los niños, el conocimiento de los jóvenes, el agradecimiento de los padres, el buen trato de la comunidad, me parecen argumentos manipuladores, míticos, desproporcionados y sobre todo desconsiderados, porque no podemos exigirle a esos maestros que den mucho más de lo que cualquier maestro esta dispuesto a dar. Porque no estaríamos olvidando, insisto, de la obligación del estado, de la pésima manera que la secretaria hace su trabajo. Pues cada día exige más y por el mismo salario, y el asunto es que las exigencias son burocráticas y no académicas. Pareciera que todo es más importante que la propia educación.
nancy ortiz

Manuel Hernández dijo...

nancy, me parece acertado el comentario que haces nuevamente en relación a la educación rural en México y creo que lo sabes muy bien porque tu trabahs en este ambiente y conoces como esta la situación real, te doy la razón en un 50%, ya que tendriamos que preguntarnos ¿por qué si los maestros mexicanos tienen los sindicatos más grandes y poderosos de América Latina no han podido mejorar su situación o luchar por ello? Creo que eso se debe a una cultura que permea a todas las profesiones en México, como el proyecto posrevolucionario ya no promete nada y no puede cumplir nada porque sus promesas nunca se cumplieron, ahora esta en el centro de todo el exito propio y si las estructuras sindicales permiten conseguir eso pues ya es un paso a favor de los maestros. Los alumnos son sólo uno de los medios para lograr lo que buscan, quizás eso sea legitimo dentro de su lógica, quizás sea una especie de venganza en contra del sistema, pero creo que podría haber otras salidas para mejorar su condición y apoyar a los estudiantes. Además creo que la escuela sigue siendo un aparato del Estado, fundamental para mantener el orden establecido de la clse que gobierna al país, si eso no se tiene en cuenta por parte de os maestros sólo seguiran reproduciendo el esquema dominante.
reconozco que no todos los profesores y docentes están en la misma situación, que existen muchos que dedican tiempo, dinero y esfuerzo para que sus alumnos verdaderamente salgan adelante y logren adquirir las herramientas necesarias para enfrentar "el mundo que les toca vivir", pero esos siguen siendo la excepción.