jueves, 25 de octubre de 2007

ENSAYO sobre el amor


MEDITACIONES
SOBRE EL AMOR


Gonzalo A. Reyes
Lic. en Comunicación y Periodismo, UNAM


Para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que nos son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia

Octavio Paz

“Amor es un divino arquitecto que bajó al mundo- según Platón- a fin de que todo el universo viva en conexión”
Cita Ortega y Gasset en las Meditaciones del Quijote.
Prosigue:

“Lo inconexo es el aniquilamiento. El odio que fabrica inconexión, que aísla y desliga, atomiza el orbe y pulveriza la individualidad. Entre las varias actividades del amor sólo hay una que pueda yo pretender contagiar a los demás: el afán de comprensión. Llámese en un diálogo platónico a este afán de comprensión “locura de amor”. Pero aunque no fuera la forma originaria, la génesis y culminación de todo amor un ímpetu de comprender las cosas, creo que es su síntoma forzoso. Hay en el afán de comprender concentrada toda una actitud religiosa. Y, por mi parte, he de confesar que, a la mañana, cuando me levanto, recito una brevísima plegaria, vieja de miles de años, un versillo del Rig-Veda, que contiene estas pocas palabras aladas: “! Señor, despiértanos alegres y danos conocimiento ¡” Preparado así me interno en las horas luminosas o dolientes que trae el día. ¿Es, por ventura, demasiado oneroso este imperativo de la comprensión? ¿No es, acaso, lo menos que podemos hacer en servicio de algo, comprenderlo? En este sentido considero que la filosofía es la ciencia general del amor; dentro del globo intelectual representa el mayor ímpetu hacia una omnímoda comprensión. Tanto que se hace en ella un matiz de diferencia entre el comprender y el mero saber ¡Sabemos tantas cosas que no comprendemos! Toda la sabiduría de hechos es, en rigor, incomprensiva, y sólo puede justificarse entrando al servicio de una teoría. La filosofía es idealmente lo contrario de la noticia, de la erudición…”
Para un hombre como Francis Bacon, por el contrario, en Ensayos sobre la moral y política, el amor es una debilidad y un poco más:
“Se debe observar que entre los grandes hombres, nos dice, tanto antiguos como modernos, cuya memoria ha llegado hasta nosotros, no se encuentra ninguno que se haya entregado con exceso a los transportes de un amor insensato; lo cual parece probar que las grandes almas y los grandes negocios son incompatibles con esa debilidad”
“Para juzgar a qué excesos puede conducir al hombre esta pasión insensata, y de qué modo lleva a no apreciar bien la naturaleza y la realidad de la cosas, basta considerara que el uso perpetuo de la hipérbole (figura siempre exagerada) conviene únicamente al amor. Y esta exageración no sólo se halla en las expresiones de los enamorados, sino que está también en sus ideas. Aunque se dice con fundamento que el adulador por excelencia es nuestro amor propio, un enamorado es un adulador cien veces peor, porque por muy alta idea que tenga de sí el hombre más vanidoso, nunca puede aproximarse a la que tiene el enamorado de la persona amada. Así, pues, han tenido razón en decir que es imposible ser sabio y estar enamorado”.

Ortega y Gasset nos reitera que:
Ahora bien, el odio es un afecto que conduce a la aniquilación de los valores. Cuando odiamos algo, ponemos entre ello y nuestra intimidad un fiero resorte de acero que impide la fusión, siquiera transitoria, de la cosa con nuestro espíritu. Sólo existe para nosotros aquel punto de ella, donde nuestro resorte de odio se fija; todo lo demás o nos es desconocido, o lo vamos olvidando haciéndolo ajeno a nosotros. Cada instante va siendo objeto menos, va consumiéndose, perdiendo valor. Por el contrario, el amor nos liga a las cosas, aun cuando sea pasajeramente. Aquello que decimos amar se nos presenta como algo imprescindible, es decir, que no podemos vivir sin ello, que no podemos admitir una vida donde nosotros existiéramos y lo amado no- que lo consideramos como una parte de nosotros mismos.

Bacon prosigue:
“Pero no sólo parece ridícula esta debilidad a los que observan sus efectos encontrándose a la sazón de exentos de ella, sino que lo parece más todavía a la persona amada, cuando el amor no es reciproco, porque el amor es correspondido o con reciprocidad o con secreto desprecio: razón de sobra para estar siempre en guardia contra esa pasión que nos hace perder no sólo las demás cosas sino hasta ellas mismas. Cualquiera que se entrega al amor, renuncia a con esto a la fortuna y a la sabiduría…Las épocas en que esta pasión tiene su crecimiento son las de nuestra debilidad, como ocurre cuando nos vemos muy prósperos o abatidos. Estas dos son por lo común las situaciones que encienden o avivan el fuego del amor, lo cual demuestra suficientemente que es hijo de la locura…”
Voltaire, en Cartas filosóficas y otros escritos, nos dice:

“Hay tantas clases de amor que no sabemos a cuál de ellas hacer referencia para definirlo. Se llama falsamente amor al capricho de algunos días, a una relación ligera, a un sentimiento al que no acompaña el aprecio, a una costumbre fría, a una fantasía novelesca, a un gusto al que sigue un rápido disgusto; en una palabra, se da ese nombre a una amistad de quimeras. Si algunos filósofos tratan de examinar a fondo esta materia poco filosófica, que estudien el banquete de Platón, en el que Sócrates, amante honesto de Alcuzades y de Agatón, conversa con ellos sobre la metafísica del amor. Lucrecio habla del amor físico, y Virgilio sobre las huellas de Lucrecio. El amor es un tela que borda la imaginación ¿Quieres formarte una idea de lo que es el amor? Contempla los gorriones y los palomos que hay en tu jardín, observa el toro que se aproxima donde está la vaca, y al soberbio caballo que dos criados llevan hasta la yegua que apacible le está esperando; pero no le envidies, porque debes comprender las ventajas de la naturaleza humana. Ningún animal, excepto el hombre, siente inflarse su corazón, al mismo tiempo que se excita la sensibilidad de todo su cuerpo, sobre todo los labios gozan de una voluptuosidad que no fatiga. Además ésta en cualquier época del año puede entregarse al amor; y los animales tienen su tiempo prefijo”.

Erich Fromm nos plantea una interrogante en el Arte de amar:

Ese deseo de fusión interpersonal es el impulso más poderoso que existe en el hombre. Constituye su pasión fundamental, es la fuerza que sostiene a la raza humana, al clan, a la familia y a la sociedad. La incapacidad para alcanzarlo significa insania o destrucción- de sí mismo o de los demás-. Sin amor, la humanidad no podría existir ni un día más. Sin embargo, si llamamos “amor” al logro de la unión interpersonal, nos vemos frente a una seria dificultad. La fusión puede lograrse en distintas formas- y las diferencias no son menos significativas que tienen de común las diversas formas de amor-. ¿Deberíamos llamar amor a todas ellas? ¿O tendríamos que reservar la palabra amor únicamente para una forma específica de unión?
En conclusión, nos dice que el amor es una experiencia personal y que es imposible definirle, si acaso definimos las relaciones simbióticas o dependientes, caracterizadas por el masoquismo y el sadismo tanto físico como mental. Según esto, todo lo que se encuentre alejado de este tipo de relaciones se encuentra cerca de los que puede ser el amor. Pero, si el amor es un arte necesariamente necesita de una técnica, un método, pero, el amor quizá está muy lejos de poseer algo así. En un mundo cuya dinámica es el intercambio condicionado por el interés, no es raro que el plano humano se vea afectado, las personas somos objetos en lugar de sujetos, al tratarnos como cosas hemos pasado a ser meras cosas, nos cosificamos los unos a los otros, si se quiere llamar nos hacemos productos para el mercado de la personalidad, la practicidad y utilidad. Todas las relaciones en el mundo capitalista están manchadas en este origen, dañadas en su raíz. No creo que el hombre haya perdido su capacidad de asombro, por el contrario, creo que ya pocas cosas hay que le asombren, Toda la intimidad del ser humano se ha vuelto pública, vivimos en el escarnio de nosotros mismos, perdidos, como decía Gorostiza, en este páramo de espejos. Tanto el hombre como la mujer, negación y complemento, son seres ajenos ellos mismos, por lo mismo seres encarcelados en sus propias creaciones, nos son libres, aún no han aprendido a ser libres, no se autodeterminan, viven determinados. Sin duda, en nuestra sociedad la experiencia del amor se da únicamente en la alteridad, el amor es contracultural, es contra institucional, está fuera de la sociedad establecida, también es un ser ingente, un hacer interminable, un condenado de la tierra; su desgracia viene de denunciar la hipocresía de la sociedad, su falsa realidad objetiva, su falsa realidad social. Necesario se hace el revivir a un hombre Kant y lo que decía sobre los fines y los medios, cada persona es un fin en sí misma, no un medio para los fines de los demás o de un grupo o una persona, si nos tratamos como medios los más fuertes e inteligentes esclavizaran a los débiles e ignorantes.

Octavio Paz en la Dialéctica de la soledad nos dice:

“En nuestro mundo el amor es una experiencia casi inaccesible. El amor no es un acto natural. Es algo humano y, por definición, lo más humano, es decir, una creación, algo que nosotros hemos hecho y que no se da en la naturaleza. Algo que hemos hecho, que hacemos todos los días y que todos los días deshacemos. El amor es elección. Libre elección, acaso, de nuestra fatalidad, súbito descubrimiento de la parte más secreta y fatal de nuestro ser. Pero la elección amorosa es imposible en nuestra sociedad. Para realizarse, el amor necesita quebrantar la ley del mundo. La concepción romántica del amor, que implica ruptura y catástrofe, es la única que conocemos porque todo en la sociedad impide que el amor sea libre elección. La mujer vive presa en la imagen que la sociedad masculina le impone; por lo tanto, sólo puede elegir rompiendo consigo misma. “El amor la ha transformado, la ha hecho otra persona”, suelen decir de las enamoradas. Y es verdad: el amor hace otra a la mujer, pues si se atreve a amar, a elegir, si se atreve a ser ella misma, debe romper esa imagen con que el mundo encarcela su ser. El hombre tampoco puede elegir. El círculo de sus posibilidades es muy reducido. Niño, descubre la feminidad en la madre o en las hermanas. Y desde entonces el amor se identifica con lo prohibido Por otra parte, la vida moderna estimula innecesariamente nuestra sensualidad, al mismo tiempo que la inhibe con toda clase de interdicciones -de clase, de moral y hasta de higiene-. La culpa es la espuela y el freno del deseo. Todo limita nuestra elección. Estamos constreñidos a someter nuestras aficiones profundas a la imagen femenina que nuestro círculo social nos impone. Es difícil amar a personas de otra raza, de otra lengua o de otra clase, a pesar de que no sea imposible que el rubio prefiera a las negras y éstas a los chinos, ni que el señor se enamore de su criada o a la inversa. Semejantes posibilidades nos hacen enrojecer. Incapaces de elegir, seleccionamos a nuestra esposa entre las mujeres que nos “convienen”. Jamás confesaremos que nos hemos unido -a veces para siempre- con una mujer que acaso no amamos y que, aunque nos ame, es incapaz de salir de sí misma y mostrarse tal cual es. La frase de Swan: “Y pensar que he perdido los mejores años de mi vida con una mujer que no era mi tipo”, la pueden repetir, a la hora de su muerte, la mayor parte de los hombres modernos. Y las mujeres”.
Prosigue:

“La sociedad concibe el amor, contra la naturaleza de este sentimiento, como una unión estable y destinada a crear hijos. Lo identifica con el matrimonio. Toda transgresión a esta regla se castiga con una sanción cuya severidad varía de acuerdo con tiempo y espacio. La protección impartida al matrimonio podría justificarse si la sociedad permitiese de verdad la elección. Puesto que no lo hace, debe aceptarse que el matrimonio no constituye la más alta realización del amor, sino que es una forma jurídica, social y económica que posee fines diversos a los del amor. La estabilidad de la familia reposa en el matrimonio, que se convierte en una mera proyección de la sociedad, sin otro objeto que la recreación de esa misma sociedad. De ahí la naturaleza profundamente conservadora del matrimonio. Atacarlo, es disolver las bases mismas de la sociedad. Y de ahí también que el amor sea, sin proponérselo, un acto antisocial, pues cada vez que logra realizarse, quebranta el matrimonio y lo transforma en lo que la sociedad no quiere que sea: la revelación de dos soledades que crean por sí mismas un mundo que rompe la mentira social, suprime tiempo y trabajo y se declara autosuficiente. No es extraño, así, que la sociedad persiga con el mismo odio al amor y a la poesía, su testimonio, y los arroje a la clandestinidad, a las afueras, al mundo turbio y confuso de lo prohibido, lo ridículo y lo anormal. Y tampoco es extraño que amor y poesía estallen en formas extrañas y puras: un escándalo, un crimen, un poema…”

Hemos citado diversos puntos de vista de filósofos, escritores, psicólogos y demás con el afán de entrever entre todas las reflexiones una luz que nos oriente en nuestro camino. Diversos, como hemos visto, son los puntos de vista, sin embargo, hay que situar a cada uno en su contexto. Me quedo con las reflexiones de Ortega, Fromm y Paz, me parece que son acertadas en cuanto al contexto que vivimos. La comprensión, como bien dijo mi maestro Joel Paredes, únicamente viene del arte, y si el amor es un arte necesita de la comprensión, la comprensión es un estado de alteridad, un estado alterno, un mundo aparte en el mismo mundo, quizá un verdadero mundo. Siempre del otro lado se encuentra la rebeldía, la insurrección, el espíritu del inconforme que no quiere ir a lugar alguno sino más que otra cosa vivir. El amor no es la negación de la vida, es la afirmación de la existencia, es el sentido, como diría Nietzsche- de la tierra. Por lo demás cabe señalar que existen muchísimos autores que nos hablan del amor y de sus posibles definiciones. Es, sin duda, complicado tocar un tema tan espinoso, hablar o escribir sobre el amor es sobre manera peligroso, porque si algo el ser humano no ha podido definir, comprender y aprender cabalmente es, sin duda, el amar, el saber amar.

No creo, sinceramente, que en un futuro lejano, cercano o próximo podamos definir lo que es el amor, quizá hemos descubierto el camino que nos lleva hasta él, pero sabemos también que para recorrer ese camino hay dejar cosas atrás porque éste es muy estrecho y pocos pueden caminarlo. Quizá tenemos que redefinirnos, resignificarnos, reeducarnos principalmente para poder tener la capacidad de respetarnos, ya que opino que el amor no es cuestión de géneros. Quizá el amor está muy lejos de todas las reflexiones que los hombres han llegado ha concebir hasta hoy, quizá el mismo reflexionar nos ha llevado a problematizar algo esencialmente humano, tal vez lo más humano que tenemos, lo que nos significa y nos da sentido en nuestro camino por el universo.


No hay comentarios.: