miércoles, 22 de noviembre de 2006

ENSAYO sobre la complejidad por Nadezda González

Sutil Complejidad




Nadezhda González Hernández
alumna de Sociologia SEA



Los diálogos ficticios interrumpen la acción. Creo que siempre he esperado, no mucho, sino lo que me conviene de la gente… eso es mucho más que mucho ¿no?, al final los quiero complejos.

Aquí sentada en el metro, después del trabajo, me dan ganas de conocer a la muchedumbre que viene pegada a mi, me roza, me asquea, me confunde, me intriga, me fascina … creo que es un síndrome provinciano.

Tanta gente y mundos como cuerpos moviéndose dentro de este transporte, moviéndose, sobre esta tierra girando y paseando por todo el universo que se agita a todos y ningún lado, de células de colores y funcionando sin parar en cada parte, sin certezas a mi alcance, más que la incompletud y la creación constante.

Imaginar que todo este hormiguero caótico se ordena poco a poco en sus trabajos, en sus casas, en las calles, en el cine, en el ejército, en la fila de las tortillas… deben ser fuerzas ocultas, el orden del caos, cuando caminan con sus propios pies y con los deseos de todos.

La acción es una decisión, una elección, pero es también una apuesta. En la noción de apuesta está la conciencia de riesgo e incertidumbre.

Un día me decidí a platicar con un venerable ancianito- eso creí- justamente, ese día no me dio flojera abrir la boca. Mi imaginación estaba como distraída y empecé a conversar un poco. Lo veía, a punto de la emoción, esperaba a que iniciara una historia de época, que me mostrara las fotografías prominentes en su bolsa, percudida y abultada, en las que llevaba al amor de su vida que lo esperaba en casa, pero que al mismo tiempo traía para no extrañarla. No sé, lo que uno acostumbra pensar de un “venerable ancianito” mis acostumbrados espejismos. Total que a las tres palabras, pregunta mi nombre se me acerca y me dice “ojalá fueras mía, lástima que tengo vieja”… ¡guácala! ya lo creo que fuera muy muy vieja. Rancio rabo verde, con lo que me repugnan. Aposté. Mis “sanos” juicios con tantos paraderos conectados entre si, como telarañas… que insana gusana.

Mejor, sigo imaginándome las situaciones… a veces. Ese rollo, de encerrarme junto a mis fantasías debe nutrirse, volverse autónomo pero sin volverse tanto que se estanque al apartarse de una corriente que lo rete, que lo saque un poco de cause, que lo reinvente al renovarse. Digamos que la razón es quien amadrina mi imaginación y la critica, sin recluirlo todo sin racionalizarlo todo, mi imaginación y a veces mi pretencioso existir forma parte de ese juego de racionalidad el diálogo incesante, entre nuestro espíritu, que crea las estructuras lógicas, que las aplica al mundo, y que dialoga con ese mundo real.

Que especie la nuestra, que formidable, rareza enmarañada, misterioso camino del señor, de los señores, productora de singularidades, producida por azares y mapas de autopista. Con y sin siete días de creación, con tanta moral, sin moraleja, con inmorales, depredadora y espiritual. Todo en uno mismo, en los nuestros, en los demás que son nuestros, en nosotros vivientes de ellos, en el ombligo, en la mirada, en las pesadillas, en el paraíso. Ser poseído por un sujeto, ponerse en el centro de su propio mundo, ocupar el lugar del “yo”, ocupando un sitio en el cual uno se pone al centro de su mundo para poder tratarlo y tratarse a sí mismo. Ser sujeto es ser autónomo, siendo al mismo tiempo, dependiente.

Mis pensamientos. Mediante ellos ejerzo de una manera especial mi “sujeto” los manejo a ellos y a mi conveniencia, como si yo fuera esa fuerza que los mueve, esa energía que los transforma haciendo ciertos caos, produciendo revelaciones organizadas, carne de cañón en el desorden.

Imagino todo, o todo lo que alcanzo a caracterizar, todo que no es todo ni la suma de las partes, tan solo las partes mismas que logro atrapar, todo un holograma. Ropa, lugar, asistentes, venganzas, diálogos, reconciliaciones, fama, reacciones, traumas , cuerpos, intestinos, patas, futuro, comida, tomas; las regreso una y otra vez, tratando de completar el cuadro, perfeccionando mi actuación y detallando cada movimiento tan fundamental para la trama perfecta.

Una de las favoritas es, esa historia en la que frente a unas decenas de personas la novia de un ex amor me cachetea, entonces, la beso y digo: el ardor se calma con besos… sonrío, de esas sonrisas que me salen tan bellamente cínicas. De repente tengo tres bocas para sonreír. Por los ojos también se ríe uno, a veces me gusta la idea.

Vaya, ¡qué bella! ¡qué digna! Me doy la vuelta , con todos los ojos puestos en el colapso total. La toma se abre, mi cintura y espalda se ven tan perfectas, diría yo un poco más que la verdad, resaltadas por mi cadencioso y altivo andar ¡qué mujer!

La verdad es que camino muy feo y ni decir con zapatillas, pero es parte de crear, la mentira puede ser ficticia, pero al final se acerca a la mutilada perfección.

Uno puede planear con los recursos al alcance, pretender la puesta en escena perfecta, sin riesgos ni contratiempos, con todo bajo control, con todo y laboratorio ratonero, ¿eso sucede sólo en la mente? Tantos imperfectos corriendo por el mundo, que difícil la vida. La realidad es diferente, tienes una estrategia y de ahí miles de factores en contra y a favor de la emoción de la real adrenalina, de la segregación escénica. Cuentos leemos… si alguien me pegara de verdad, que no fuera mi hermana, me pongo a llorar y sinceramente mis chillidos son inservibles en el cine, cero diva.

Ahora que recuerdo, lo de las bocas me lo dijo un imbécil, que me gustaba tanto y que me botó con todo y que “parece que sonríes con tres bocas”…aaaay qué romántico. ¡Estúpida! Tres bocas no se le ven bien a nadie.

Tengo fijación por los imbéciles, como me gustan los infelices. Cuando me pongo cariñosa y tierna con alguno o alguna , cosa no muy frecuente, podría de antemano atestiguar frente a un jurado gringo, con la mano sobre la sagradísima Biblia, es un imbécil, no hay pierde , es como un don divino. Pero me hago pendeja hasta que me botan, ahí es donde caigo, efectivamente tengo un detector integrado de imbéciles. Estas nuevas generaciones, all inclusive. Un hombre no es difícil de superar, pero ¿un imbécil?… gancho al hígado.

Tengo preguntas su señoría. Señor, señora, doctor, maestro, bailarina, diputada, tinieblas: ¿por qué nos enamoramos? ¿por qué debe ser de uno o una… solo? ¿cuál es el chiste y la diferencia entre amar y querer? Y no le creo al príncipe. Tantos, tan diferentes y encajaditos en unos entrepaños lindísimos con días para celebrarles y hasta un color especial ¿por qué no querer en general, algo que se llame amor en general en diferentes modelos, tamaños y colores, pero al final sin sumarlos, amor como venga?

“..Tomemos el amor y la amistad. Podemos reconocer netamente, en su centro, al amor y la amistad, pero está también la amistad amorosa, y los amores amigables. Están aún los casos intermedios, las mezclas entre amor y amistad; no hay una frontera neta. No hay que tratar nunca de definir a las cosas importantes por las fronteras. Las fronteras son siempre superpuestas.” (Edgar Morin)

No, si como dijera mi abuelita “el que es puerco, ni con un santuntierrito” haciendo alusión al cristo, a la oración, al santo, o lo que sea que fuera del santo entierro. Tenemos tantos lados para donde voltear, las canciones no cabrían en una sola persona.

Que incertidumbre, es imposible conocer el presente en todos los detalles y tampoco es posible predecir el futuro, es impredecible e incierto; sin embargo, el pasado está perfectamente definido: sabemos de dónde venimos, pero no a dónde vamos ¿cuáles son las probabilidades para esta potranquita que a penas y camina?
Es complejo y doloroso madurar cuando la vida es a veces una función en donde pocas veces o nunca, tienes la absoluta certeza de si deberías llorar o sólo disfrutar, sin que te atormenten las dudas de tu estadía. Que la frivolidad de nuestra existencia, de tanto serla nos ciega y nos hace vacilar en los momentos en los que podríamos decir “he llegado”

¿He llegado? ¿Cómo a donde? Si a caso, aletearemos como consecuencia de la mezcla vertiginosa de la vida que nos salvará de gelatinizarnos… una vez me enamoré y me da un revoltijo de ironía, coraje y tal vez ilusión ¿inicié la felicidad del hombre que quiero cuando me olvidó? La ilusión empezaría entonces cuando pienso que su felicidad puede ser verdadera y algún momento me rozará el huracán de emociones que yo misma inicié. Hasta donde o de qué forma, pues quien sabe, pero he iniciado mi ronda a la felicidad.

Entonces recomienzo el viaje, conozco a alguno. Debería decir, recomienzo el viaje de conocer a alguno, donde soy la misma pero otra; diferentes intenciones en los mismos ojos. Esa lluvia de incertidumbres encerradas en palabras-gotas , bañando y mojando, tocando lo que pudiera servirme como camino y de a poquito congelarlas un poco para obtener respuestas, evaporarlas luego para deshacer certezas y poder continuar el juego. Cuando de plano se congelan y se quedan tiesas las certezas, me largo como con miedo, a veces enamorada a veces aburrida, buscando desesperada una azotea nueva, observatorios de nuevas lunas. Un círculo vicioso. Virtud en movimiento se escucha mejor.

“El único conocimiento que vale es aquel que se nutre de incertidumbre y que el único pensamiento que vive es aquel que se mantiene a la temperatura de su propia destrucción”

-Aviso inoportuno-
Me vendo:
Caprichosa
Trágica
Tierna
Indisciplinada
Sibarita
Histérica
Lúgubre
Traicionera
Onírica
Vulnerable
Teporocha
Hedonista
Expansiva
Insufrible
Vagabunda
Inhumana
Mujer
Abrupta
Mística
Ficticia
Gritona
Primitiva
Ególatra
Invasiva
Cadente
Neurótica
Estoica
Radiante
Desolada
Flexible
Perezosa
Narcisa
Ordinaria…

Me compro.

Sin saber cómo, dejo de batallar con la imaginación y regreso al mismo vagón que me transporta hace 10 estaciones hacia la central de autobuses. Tengo que ir a visitar a mis padres a provincia y para aprovechar el tiempo viajo de noche.

No sé si por causa o azar, dijera una canción, me encuentro con una escena repetida en mi mente “en qué pensará el hombre que viene junto a mi, no parece ser de la cuidad, sus zapatos tienen lodo como de milpa, aunque tiene cara de estar nervioso como cuando uno vuelve a ver a su familia después de mucho tiempo, será que...” etcétera etcétera ¡y vuelve la burra al trigo!

- Soy estudiante de pedagogía y vine a arreglar unos papeles

Después de batallar con “presiones” periodísticas y estadísticas, dos horas de mi valiosísimo sueño o de historias de amor y odio, sigo sin entender por qué el tipo que viene junto a mi no se convenció con mi discurso para no votar por el azul y considerar un poco la posibilidad de cruzar su tache encima de mi gallo.
- No, estoy con el azul
- Chale
Chale, de impotencia y frustración. Así sin mover los ojos, sin argumentos no salidos de “la caja idiota”
- Es un pueblerino
- ¿Ser pueblerino es malo? – perdón eeh, tú si tienes cara de metropolita. Me lo decía de boca para adentro
- Es un muerto de hambre
- ¿Aja? – pues mira que estos autobuses de quinta, ordinarios con destino próximo al deshuesadero en los que viajamos no son precisamente lo más inn, las palabras seguían su recorrido a mis tripas.
- Es un pueblerino muerto de hambre. Yo voy con el azul
¡Pero si eres pueblo, eres un muerto de hambre igual que yo y que un chingo más en el país! ¡Coño! La falsa conciencia, citaría mi amiga Nara con el porro de un lado y un libro del mismo.
- Ok. Señor, me avisas llegando a la parada ¿sale? Gracias
Necesitaría no ser yo y ser él o dejar de ser humana para observarlo y entenderlo.
Chale, de chale. Chale de humana en su humanidad. El mundo sería más fácil en mi cabeza.

3 comentarios:

iCeballos dijo...

Muy compleja tu complejidad

Si el anuncio de oportunidad sigue en pie, yo hago mi puja.

Ánimo y Felicidades!!.

Nancy Ortiz dijo...

Chale de chale, el texto me hizo sonreir varias veces, imagine la escena y hasta me identifique con algún personaje. Espero tus siguientes textos, sean complejos o no.

Anónimo dijo...

Efectivo, me gusta mucho el tìtulo, el pàrrafo en donde el hormiguero caòtico se ordena, lo de las tres bocas (ja, ja) el aviso inoportuno esta genial y las dos lineas finales, en efecto: chale de chale. Un abrazo y ojala pronto nos ofrezcas nuevamente: "lumbre jòven?" Octavio