Entre lo público y lo privado
Por Araceli Fabián
En la actualidad la diferencia entre lo público y lo privado es prácticamente nula, debido en buena medida a la proliferación de instrumentos tecnológicos que facilitan la visibilidad y eliminan el anonimato. En tiempos remotos hablaríamos de los medios tradicionales cuyo espacio era limitado para aquellas personas que tenían algo relevante que informar sobre el Estado, sus atribuciones y estructuras sociales alternas, es decir, que la información presentada fuera de utilidad y pertinencia social, trabajada desde una perspectiva profesional.
Sin embargo, con el paso del tiempo, el avance en materia de herramientas de producción y transmisión de información ha cambiando la función original de los medios y en consecuencia ha generado una mayor apertura a espacios públicos de los entes que se consideraban aparentemente lejanos o ajenos de los ojos de las cámaras o del lente, es decir, el ciudadano común y corriente; generando un lugar para la exposición mayor de su vida personal, opacando su actividad profesional y enfatizando su vida privada, en muchos de los casos con consentimiento y en otros sin el. Si bien, no todos los seres humanos se enfrentan del mismo modo al escrutinio público por su voluntad, al menos no de manera consciente, ya que muchas veces buscan aceptación y reconocimiento social, de ahí la ruptura entre lo público y lo privado.
Lo público se asume como una necesidad inherente del individuo de ser visto por los otros, de dejar constancia de su existencia y de sus obras y en el peor de los casos de exhibicionismo en extremo, el que raya en lo vulgar y desprestigia una imagen, que lo vuelve todo un espectáculo de luces y sonido, pero carente de voz y de dirección, de los textos que muchas veces escriben otros, pero carecen de interlocutor, el discurso público se ha tornado vacío, a pesar de su masificación o justo porque es a partir de ella que existe. Las imágenes públicas son tributos a la vanidad, imágenes e ideas carecen de congruencia, sentido y fuerza, es una reiteración constante de la decadencia.
Por su parte, lo privado se entiende como una posición reduccionista del individuo, un desaparecer si no se está visible y una pérdida de identidad si no se reconoce, siempre en función de los demás; corresponde al perfil bajo, discreto y cauteloso de la invisibilidad. No obstante, refiere también una posición cómoda que guarda celosamente su identidad generada por un estado de bienestar que no necesita complacer a los demás, representa la capacidad de hacer y deshacer con responsabilidad, de trabajar en pos de una mejor construcción social. La privacidad permite guardar para si y no para los demás los pocos resquicios de individualidad que en un mundo globalizado como el actual son casi imposibles de sobrellevar puesto que cada día se pierden en la banalidad. De esta forma se guarda una doble personalidad la pública y la privada, una permite observar y la otra razonar.
En este sentido mi vida es como las demás tiene claros y oscuros, una actividad colectiva que no interfiere con mi perspectiva personal, pero que sin lugar a dudas las redes sociales se han encargado de explotar, puesto que se han convertido en el espacio de socialización y ventilación de las actividades públicas y privadas de una manera exponencial. Las palabras y las imágenes dejan de pertenecer al ámbito de lo privado cuando son mostradas a los demás, sin embargo y a pesar de ello aún conservar cierto grado de privacidad ya que se encuentran concentradas en un grupo en particular con quienes se muestran diversos niveles de compatibilidad, el problema es cuando esta conformación social representa un vínculo con los demás, aquellos a quienes no estamos interesados en interesar y nuestra vida pública o privada debería de darles igual…
Es por algunas de las razones expuestas anteriormente que soy tan celosa de mi privacidad, y procuro alejarme del foco del escarnio público, si bien formo parte del colectivo aún sigo siendo un ente distinto a los demás al que no le interesa ventilar su intimidad, sus logros o fracasos, caídas o resbalones, pues no contribuirían en nada al desarrollo social, sino que alimentaría en alguna medida la involución de lo verdaderamente trascendente e importante, si tan solo la sociedad fuera más consciente de lo anterior.
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