miércoles, 22 de septiembre de 2010

ARTÍCULO sobre el huracán Karl


Las tragedias de Veracruz


Por Alberto J. Olvera, Investigador del IIHS de la Universidad Veracruzana


Veracruz vive la peor catástrofe natural de su historia. Pero la terrible tragedia social que vive la zona conurbada del puerto de Veracruz a raíz de los efectos del huracán Karl —que se suma a la que siguen padeciendo los habitantes de la cuenca del Papaloapan y las zonas sur y norte de la entidad por efecto de las lluvias previas— no debe verse solamente como una lamentable contingencia natural. Se trata de una combinación de desastres naturales y de un gigantesco desastre social causado en gran parte por la ausencia u omisión del Estado.


Es en las crisis extremas donde salen a relucir la pobreza, la improvisación, la corrupción en las obras públicas, la falta de regulación en el desarrollo urbano y los costos humanos de la impune destrucción de la naturaleza prohijada por la ambición.


Más de la mitad de los municipios de Veracruz han sido afectados por los desastres del último mes, y hay cientos de miles de damnificados desesperados ante la pérdida total o parcial de sus escasísimas propiedades, sin expectativa cierta de recuperar en un horizonte previsible sus casas y sus medios de subsistencia. La precariedad de la vida de millones de veracruzanos se exhibe hoy en los medios nacionales como imprevisible y súbita tragedia, cuando en realidad el desastre se ha venido produciendo lentamente a través del tiempo.


En primer lugar, desde que los gobiernos municipales han permitido —ante la inexistencia de programas de vivienda popular adecuados— que cientos de miles de familias finquen sus precarias casas en lugares de alto riesgo, en la ilegalidad, implicando la modificación de frágiles paisajes naturales en barrancas, laderas, orillas de ríos y lagunas, humedales inundables, áreas desecadas, etcétera.


Esta omisión es criminal, como tantas veces se ha comprobado a lo largo de la historia de los desastres en México. En el área conurbada del puerto de Veracruz hay inmensos fraccionamientos, hoy bajo el agua, construidos en zonas inundables, a pesar de que los planes de desarrollo urbano prohibían los desarrollos inmobiliarios en ellas. No atender el problema de la vivienda popular o hacerlo de manera fraudulenta y engañosa, con fines clientelares, es condenar al riesgo permanente a los sectores más pobres de la población.


En segundo término, el desastre se magnifica ante la inexistencia, mala calidad o inoperancia de obras y servicios públicos fundamentales. El gobernador Fidel Herrera ha construido más de mil puentes a lo largo de su mandato, varios de los cuales colapsaron en la reciente catástrofe, poniendo al descubierto, al menos en ciertos casos, la pésima calidad de su construcción.


En la zona conurbada del puerto el drenaje pluvial ha sido siempre deficiente, pues se inunda la ciudad cada vez que llueve con intensidad. No hay un dragado sistemático de los canales de aguas negras ni de los ríos azolvados por la tierra suelta a raíz de la tala de bosques. Los caminos y calles se construyen sin dotarlos de drenajes adecuados y sin importar la afectación de cuerpos de agua, manantiales y escurrimientos, por mencionar solamente algunos problemas.


Hoy se entiende mejor el grave error que ha implicado el no haber creado, como lo sugirieron los especialistas desde hace años, redes de observación meteorológica e hidrométrica en todo el estado. Durante el sexenio estatal anterior desapareció el Servicio Climatológico y Meteorológico del Gobierno del Estado, y no se ha repuesto en el actual. El Consejo Científico Asesor de la Secretaría de Protección Civil, que se fundó en noviembre de 2008, nunca ha sesionado formalmente. La protección civil fue entendida como el mantenimiento y activación de redes de ayuda a damnificados, basadas en el territorio, cuyo diseño se basa en una ingeniería electoral y no en las necesidades derivadas de diagnósticos científicos.


A esta situación se suma la incapacidad de análisis social y económico del gobierno estatal, que a la fecha carece de instrumentos para cuantificar los damnificados, los daños y los costos de la reconstrucción, lo cual, por otro lado, es conveniente a la hora de no rendir cuentas de los recursos recibidos. Esta incapacidad es compartida por el gobierno federal, que en sus declaratorias de zonas de desastre ha cometido errores absurdos, como dejar fuera a los municipios más afectados por el meteoro.


El desastre toma a Veracruz en medio de una guerra declarada entre el gobierno estatal y el gobierno federal, iniciada en el periodo electoral y no concluida a la fecha. Las elecciones y esta guerra han dejado al gobierno estatal en una crisis financiera de proporciones históricas, aun antes de las inundaciones y del huracán. El gobierno carece de fondos para pagar su parte del Fonden. Las deudas del gobierno con proveedores, gobiernos municipales y entidades autónomas son aterradoras.


Esta suma de desastres naturales, guerra intergubernamental e incapacidad estatal es el marco en el cual los ciudadanos de Veracruz deben enfrentar la peor crisis de la historia, basados ante todo en sus propias fuerzas. Esta debería ser la oportunidad para exigir un gobierno más eficiente y responsable y poner un alto a la improvisación, la demagogia y la politización de la tragedia.


Tomado de: http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/49948.html?awesm=fbshare.me_ATUtr

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