Comentarios acerca de un librito…
Para comentar y compartir una lectura, he escogido un librito que compré recientemente y que leí de un solo golpe. No porque el librito sea muy bueno o muy recomendable, sino porque está hecho para eso, para leerse rápido y fácil. Así está concebido, así está escrito, seguramente por la pluma de alguien que (se supone) sabe de mercadotecnia.
Según lo escrito en la portada, lo escribe una reportera mano a mano con una actriz porno. Pero, quién sabe, tal vez ha sido un ghost writer, un mercenario de la pluma, todo sea por vender y vender… El sexo vende, ya sea en imágenes, sonidos o en palabras habladas o escritas…
¿Por qué lo compré? Estaba de remate. Estaba arrumbado en la librería y bastante sucio, así que por lo visto no ha sido mucho un éxito, al menos en México.
Pero además del bajo costo, me llamó la atención la contraportada, que dice:
“Anastasia… nos confiesa sus otros placeres: la compra compulsiva de ropa y accesorios y que la miren, la piropeen y la deseen”
No, pero no fue esto lo que más me llamó tanto la atención, sino lo que en seguida dice, a manera de conclusión:
“Este testimonio es el reflejo de una tribu urbana desinhibida, consumista y aparentemente feliz”
Ese lenguaje me gusta, esa reflexión me gusta. Al menos de este libro he de esperar algo más que narraciones de escenas sexuales, reales o imaginarias. Al menos habrá algo de reflexión.
Bueno, no realmente, no mucho, pero algo. Esta esperanza no se cumplió del todo.
Al principio me pareció que el libro no es otra cosa que una estrategia más de mercadotecnia para ayudar a incrementar la fama de una actriz de cine porno.
Es que está tan de moda que cualquier persona escriba un libro acerca de sí mismo o de cualquier cosa, que vivimos una saturación de publicaciones. Las actrices porno no son la excepción. Todo sea por vender, vender, vender.
Bueno, es que, muchos de los blogs personales y demás, son un culto al narcisismo y muy probablemente una estrategia para incrementar las ventas.
Y están de moda los escándalos y si son sexuales mejor aún.
Si alguna mujer, actriz, cantante, conductora, etc., etc. está perdiendo presencia (y ventas) en los medios masivos de difusión, la solución es que misteriosamente aparezca un video porno de ella. Entonces nuevamente, aunque fugazmente, volverá a posicionarse.
Si es un hombre el que está en problemas, será mejor que finja una grave enfermedad o que se declare homosexual.
Pero si es una actriz porno la que está en problemas, ni modo que le saquen un video porno para causar polémica. ¡Mejor que escriba un libro!
Finalmente compré el libro en cuestión. Fiel a mis convicciones de que no vale la pena leer ningún libro que trate de sexo, de sexualidad o de erotismo escrito por un hombre y menos aún si el asunto es el erotismo y la sexualidad femenina en general; o bien, la vida sexual y erótica de una mujer en particular, sea ésta una mujer real o imaginaria, creo que ningún hombre es competente para escribir un libro de tal naturaleza. Que sean, pues, las mujeres las que traten estos temas, las que hablen y las que escriban de su vida sexual y erótica. Así, lo compré bajo la promesa que hace la portada de estar escrito no por una, sino por dos mujeres. Cuánto mejor.
De modo que no sé si el libro que leí sea un fraude, una estrategia de marketing, un simple montaje para que vayamos inmediatamente a comprar las películas porno de Anastasia Mayo, la actriz porno que ayudada (teóricamente) por la periodista Anna García, escribió esta especie de autobiografía a dos manos.
Anastasia no ha sido en modo alguno la primer actriz porno en escribir una autobiografía, ni será la última. Y de todas las biografías y autobiografías y libros de las heroínas y divas del mundo del porno, seguramente la de Anastasia no es la de mayor fama o ventas.
El título dice “Los placeres de Anastasia” y en la primera página dice “Anna García, en colaboración con Susana Plané”. Se hace la aclaración, más adelante, que Susana Plané es el nombre real de la actriz porno en cuestión. El nombre artístico es “Anastasia Mayo”. Inténtese buscar en Google “Susana Plané” y después búsquese “Anastasia Mayo”. Coméntense los resultados (y las fotos, jeje).
Bien, la verdad es que en ocasiones parece ser sincera esta autobiografía. Anastasia se desnuda en las páginas. Se desnuda ante las cámaras de video y fotografía, con toda seguridad, pero también parece hacerlo en el mencionado libro, y con mucha soltura y sin ocultar ni lo más íntimo.
Las narraciones, reseñas y comentarios de sus relaciones sexuales son como ver una película porno: predecible, prefabricada, de dudosa autenticidad, carente de imaginación y un tanto aburridas. Nada de erotismo. Alusiones insistentes a lo mucho que le gusta el sexo, lo mucho que lo disfruta, lo mucho que se masturba, lo precoz que ha sido, lo experta que se ha vuelto, sus poderosos orgasmos, bla, bla, bla, etc., etc.
Más interesantes que sus aventuras sexuales, son renglones como el siguiente, comentando lo que desde temprana edad, el placer sexual le compensaba:
“Y cuando acababa (de tener un orgasmo, se entiende) tenía la sensación de que me había quitado de encima el peso de la soledad. Aquellos estremecimientos (orgásmicos, se entiende) anulaban, de alguna manera, la insatisfacción que tenía por ver tan poco a mis padres”
Todo esto siendo una niña. Y enseguida, una reflexión:
“Me sentía sola pero no abandonada, pensaba que si ellos (sus padres) tenían que trabajar para ganar dinero, era lógico que yo me quedara en casa de los abuelos”
Si esas líneas son genuinas, constituyen un análisis ciertamente claro y precoz para una niña, quien parece comprender que este mundo está organizado para que vivamos para trabajar…. y la familia que se vaya al caramba…. Y continúa…
“En ningún momento los culpé (a sus padres por estar alejados de ella, pues), pero ese espacio vacío dentro de mí lo llenaba artificialmente masturbándome”
Me llama la atención el adverbio “artificialmente”. Creo que Anastasia ha elegido la palabra perfecta.
Y continúa: “masturbarme lejos de ser una obsesión, se convirtió en una rutina muy agradable”
Mmmm, no me gusta la palabra “rutina”. Anastasia ha elegido una pésima palabra. ¿Cómo puede ser agradable una rutina? No hay rutinas agradables. Y si el sexo es una rutina, entonces ya no puede ser agradable, menos aún muy agradable.
A menos que en España la palabra “rutina” signifique algo así como “faena” o algo diferente a lo que entendemos en México por “rutina”, etc. Bueno, la chica es Catalana, porque se mi lee que le digo Española seguramente se disgusta.
Después, algunas expresiones ocurrentes como la siguiente
“Reconozco que fui una mala estudiante, pero, en cambio, me convertí en una magnífica masturbadora”
Comentarios como el anterior son los que me resultan forzados y artificiales…
Hay algo más que me ha llamado la atención, es cuando Anastasia hace referencia a su muñeca Barbie. La mundialmente famosa muñeca Barbie, la que tantas niñas del mundo quieren…. Y a la que se acusa de servir de modelo, de ejemplo (de mal ejemplo, dicen).
Pues Anastasia en este caso sigue fielmente aquello que se critica tan insistentemente... Quería ser una muñeca Barbie. Veamos en sus propias palabras:
“De mayor quería ser como ella, guapa, elegante, delgada y rubísima”
Me pregunto ¿cuántas niñas han pensado, deseado, imaginado lo mismo?
Y ¿cuántas jovencitas o incluso mujeres mayorcitas siguen con ese mismo sueño?
Y por cierto, que en algún lugar leí que en México es donde más se venden los tintes rubios para mujeres….
Y continúa escribiendo Anastasia:
“Me la imaginaba (a la muñeca Barbie) paseando por la calle y todo el mundo volviéndose para admirarla. Yo también quiero que se note mi presencia cuando voy por la calle, que no pase desapercibida, como
Se nota algo de soledad al ir leyendo esas líneas… Más adelante:
“Ella fue mi ídolo infantil, mi referencia, y el resto de compañeros de juegos, montones de muñecos de peluche esparcidos sobre mi cama, acompañantes que tenían muy clara su función: protegerme. ¿De qué? Otra vez sale la soledad. En ellos me refugiaba”
Siempre me ha llamado la atención ese binomio: soledad-consumismo. Pero hay más binomios que terminan en el consumismo. Inseguridad-consumismo, vacuidad-consumismo. En general, vidas sin sentido, sin sentimientos profundos y productivos buscan refugiarse en el consumismo.
Pero también es posible que el sexo, la sexualidad, se viva como un refugio. Me hace recordar un libro que leí, llamado “La personalidad neurótica de nuestro tiempo” de la autora Karen Horney. En algún momento esta autora menciona el cómo la experiencia sexual, el sexo, puede ser un escape, una fuga, una búsqueda de sentido…. En lugar de ser una experiencia enriquecedora en la cual una persona se expresa, se vuelve una necesidad más psicológica que sexual…. En la cual la persona no se expresa, sino que se busca a sí misma. Se convierte en una práctica a la cual se llega por carencia y no por manifestación de vitalidad.
Pensemos de esta manera. El sexo es una experiencia intensa. Quizá una persona como Anastasia desea el sexo para sentirse vivo/a porque se siente muerta en vida. Hay drogas que prometen ser “mejores que el sexo”. No es importante saber si es cierta o falsa semejante promesa. Simplemente basta la promesa misma para indicarnos que, como cualquier propaganda, se dirige a un mercado potencial. Ese mercado está compuesto de aquellos que desean sentirse vivos pues su interior está muerto o profundamente entorpecido.
¿No acaso
Aquí podemos recordar con García Márquez aquello de que “el sexo es el consuelo que te queda cuando careces de amor”.
Anastasia ya se ha desnudado bastante y el libro apenas comienza. Ya nos ha develado mucho de su intimidad en las primeras páginas.
Más adelante hay algunas referencias interesantes, recordando cuando fue contratada como bailarina animadora “go-go” en una disco, haciendo mención de la envidia femenina:
“A veces escuchaba algunos comentarios desagradables de otras chicas, tipo ‘eres una zorra’, ‘una puta’, ‘una guarra’…. Les daba rabia que yo atrajera las miradas de sus amigos o novios. Era envidia, las mujeres somos así. En vez de ayudarnos entre nosotras, parece que disfrutamos jodiéndonos”
He escuchado comentarios semejantes, provenientes de mujeres. ¿Es cierta esa envidia, esa competencia femenina por ser el centro de atracción? ¿Es real esa lucha por ser la más bella, la más deseada? ¿Qué tan importante es para una mujer ser bella?
Espejito, espejito, dime quién es la más bonita…..
Lo cierto es que alguna que otra vez he notado amigas comentando con dureza acerca de alguna otra mujer. Curiosamente esa otra mujer es bella, atractiva, deseable…. ¿Envidia femenina?
“Hacía tiempo que había descubierto que mi culito gustaba, y mucho, a los hombres. En el colegio ya se comentaba que era la chavala con mejor culo. Siempre me lo han halagado”
Dice esto como con orgullo. Con el poder que le confiere su belleza, la sensualidad de sus curvas.
Y es curioso porque tradicionalmente se enseña a las niñas y mujeres a ser recatadas, prudentes, “decentes”. Estoy seguro que es contradictoria la situación a que se somete a las mujeres en este mundo. Por un lado se les exige ser recatadas, “puras”, “decentes”, casi asexuadas. Por otro lado, no se les exige, pero se les aplaude si son sexys, ardientes, sensuales, eróticas. Pienso que al recibir estímulos tan contradictorios, la mayoría de las mujeres han de terminar neuróticas.
En cualquier caso, no deja de ser interesante que Anastasia se sienta orgullosa de sus curvas y lo admita y lo exprese. Digo que es interesante porque contrario a lo que ella expresa, a las mujeres se les inculca que “su cuerpo es un templo sagrado y sólo deben entregárselo a un solo hombre” Estas son patrañas de mojigatería de pueblo chico. Así que Anastasia, nuevamente, va contra toda regla, contra toda norma.
Y me pregunto, ¿cuántas mujeres se sienten orgullosas, en secreto, de sus curvas, de su sensualidad, pero lo callan, lo disimulan, lo ocultan, lo gozan en silencio….? Todo por culpa de esa mojigatería de pueblo chico que no les permite gozar de ser atractivas, sensuales y sexys, cuando no hay nada más natural y saludable que una mujer que se siente así.
En todo caso, podemos decir que en el caso de Anastasia ese deseo de agradar y ser el centro de atención está comandado por otro tipo de necesidades provenientes de profundas carencias, llegando a la exacerbación y exageración. Es posible, más no soy psicólogo para decir esto, ni Anastasia mi paciente (no tengo tanta suerte, je)
“Quería, más bien necesitaba, que me desearan, que se fijaran en mí, y hacía todo lo posible para atraer la atención de los hombres…. Los ojos masculinos se perdían entre mis piernas, entre mi culo y en mi cara de niña guapa… Así, de esta manera, se disparaba mi autoestima”
La palabra “autoestima” tan de moda en nuestros días. Parece que en su belleza física, Anastasia basaba su autoestima.
¿Cuántas mujeres son como Anastasia, que si son feas, se deprimen?
“Me gustaba, me gusta aún, que por la calle me digan “qué guapa” mientras me comen con la mirada…”
Esto podría traer a tema el asunto aquél tan discutido por las feministas de todos los tiempos: la mujer-objeto. La mujer como objeto sexual, dicen las feministas, es una mujer mutilada, de la cual solamente se le valora uno y un sólo aspecto: su belleza física. Tal es el dictamen de las feministas.
Alguna vez una amiga me dijo “Yo no baso mi autoestima en mis tetas, sino en mi buen cerebro, no como muchas que van presumiendo un escote, yo prefiero presumir mis calificaciones en la universidad” Pero yo pienso que un par de buenas tetas, así como un buen cerebro, son regalos de la naturaleza.
¿Por qué ha de ser superior una mujer con un buen cerebro a una mujer con un buen par de tetas, siendo que ninguna de las dos hizo nada para obtener una u otra cosa, simplemente nacieron así? De la misma manera que aquella va presumiendo escotes, otra mujer va de presumida a todas partes, con tus calificaciones y logros académicos. ¿Por qué una cosa es necesariamente más virtuosa que la otra? Todo se reduce a pura presunción.
Y sigue Anastasia:
“Pero los piropos, vengan de donde vengan, me alimentan, me dan vida. Si algún día no me dicen ninguno me duele, porque tengo hambre de palabras bonitas”
Aquí se asoma nuevamente la soledad, la necesidad de amor, la necesidad de reconocimiento. Todo esto muy humano. Más en el caso de Anastasia, quizá más acentuado… En todo caso son curiosas palabras en boca de una mujer catalana, lugar del mundo donde residen grandes y aguerridas feministas de hueso colorado. Mujeres que consideran el piropo como una forma más de agresión sexual del hombre hacia la mujer. Y se entiende por piropo eso mismo, un piropo. Las vulgaridades o dobles sentidos no son piropos y no deberían ser tema de la discusión de las feministas, pues tales expresiones son ataques directos, mientras que al piropo se le considera un ataque disimulado, pero no menos repugnante, según ellas. Que juzguen las mujeres.
Más preocupantes que los piropos, me resulta el consumismo para ahogar la soledad:
“La ropa se convirtió en una obsesión para mí. A base de kilos de ropa iba tapando los agujeros de la soledad”
Interesante….
“Necesitaba ropa constantemente para constantemente realzar mi atractivo”
¿Cuántas mujeres reconocerán que sienten igual que Anastasia? Muchas lo reconocerán para sus adentros. Pocas lo confesarán en público.
“Todos aquellos caprichos que el dinero me proporcionaba daban sentido a mi vida”
La soledad y el vacío, la tentación de llenarla con objetos. Recordando a Erich Fromm, quien decía de Karl Marx, que era el ejemplo del hombre que es mucho y tiene poco. Yo diría entonces que entre más consumistas somos, más vacíos, más huecos estamos. Menos somos entre más tenemos.
Más adelante, Anastasia cuenta que su novio la engañó, teniendo sexo con otra. Lo que más le molestaba es que, al parecer, su novio no cuidó que ella no se enterara. Lo que le dolió es que la engañara en sus narices. En cambio ella también lo engañaba, pero tenía el cuidado de que aquél no se enterara.
Es una lógica fría y calculadora, pero impecable.
Quiso dejarlo por sentirse herida, pero “tenía una carencia muy grande, necesitaba más que nunca cariño y amor, que me repitieran ‘qué guapa estás’, ser la princesa del cuento, como siempre lo había sido”
Esa necesidad de amor. Antes que juzgar a Anastasia por ser infiel y/o por perdonar las infidelidades de su hombre, preguntemos. ¿Cuántas parejas, matrimonios, noviazgos, se mantienen más por una necesidad, por una gran carencia antes que por un genuino amor? ¿Cuántas parejas estarían dispuestas a admitirlo? ¿Cuántas parejas no soportan el aburrido paso de los años, pensando en otro horizonte quizá con otra compañía? Pero insisten en permanecer unidos, neciamente.
En pareja hay que estar no por carencia o necesidad, sino por compartir lo que nos sobra. Nunca por buscar lo que nos hace falta
Más consumismo:
Después de narrar con lujo de detalles una que otra aburridísima (esto es, pornográfica) aventura sexual con amantes ejemplares, vuelve a decir algo interesante:
“A los 17 años descubrí que el money era lo que realmente hacía mover al mundo, sin él, yo no era nadie”
Mmm, ¿Cuánta gente tiene el valor de admitir que sin “money” se siente un don nadie? No muchos lo admitirán, por más que sea cierto.
“Eso de entrar a una tienda y saber que me podía comprar lo que me diera la regalada gana……”
La sensación de poder… Poderoso caballero es don dinero….
“Verme reflejada en los escaparates, cargada de bolsas, era muy placentero, era una sensación que casi podía compararse con el orgasmo”
Lo primero que pensé al leer esto fue “no exageremos, por favor”, “seriedad, Anastasia, seriedad”. Sin embargo dado que Anastasia es una campeona de los orgasmos (múltiples e intensos cada uno de ellos), tal vez haya que darle crédito, pues sabe de lo que habla.
Si para ella el placer de comprar cosas es casi comparable al placer de sus poderosos orgasmos (de los cuales se siente orgullosa), entonces habría que investigar los mecanismos que desencadenan el placer al adquirir artículos.
Ciertamente, recuerdo algún estudio que leí, mencionando que al adquirir objetos del deseo, se desencadenan una serie de substancias en nuestro cerebro, algunas de ellas iguales o semejantes a las que se liberan durante la actividad sexual.
Y aquí cabe recordar, que en algún libro leí, de cómo los artículos que se nos ofrecen tienen una componente sexual. No, no me refiero a los supuestos mensajes subliminales o a la utilización de propaganda sexualizada con que se acompaña al producto que se nos quiere hacer comprar.
No. Más bien aquél libro que leí, mencionaba que los deseos de adquirir son sublimaciones de deseos sexuales insatisfechos, independientemente de la naturaleza del objeto o de la propaganda con que se le acompaña. Esto es muy Freudiano. De hecho casi estoy seguro que lo leí en un libro de Herbert Marcuse. También lo leí después en otro libro, que no era de Marcuse ni de Wilhelm Reich, pero no recuerdo por ahora…
Más adelante otros temas interesantes del librito en cuestión. Tal parece que Anastasia quería ser una chica Playboy. La eterna pregunta, ¿las hermosas chicas que posan desnudas en la famosísima revista Playboy, lo hacen por dinero o les gusta mostrar sus encantos femeninos? Esta es pregunta de adolescente ojeando su primera Playboy.
Anastasia tiene su versión, veamos lo que ella nos dice al respecto:
“Era la revista Playboy. Siempre me la compraba. Soñaba que tal vez un día yo sería una de las elegidas”
¿Vanidad?
Nuevamente, ¿cuántas mujeres han fantaseado con ser una conejita Playboy? A veces pienso que no pocas. ¿Tendrá que ver con el deseo de agradar? ¿O con una primitiva naturaleza sensual, erótica de la hembra humana, de disfrutar sintiéndose deseada, hermosa, bella? Ya, me acusarán de machista y retrógrada.
“…y observaba, una y otra vez, a las chicas de las fotos; sus posturas, sus gestos, sus expresiones, cómo iban maquilladas. Todas tenían buenas curvas, buenos culos y muchas tetas”
El anterior comentario lo pude haber escrito yo cuando tuve en mis manos por primera vez un ejemplar de Playboy, con todas esas bellezas deslumbrantes y al desnudo. Es curioso que una mujer disfrute tanto y se fije en los mismos detalles que un hombre al admirar a esas chicas desnudas.
Pero creo que sucede más a menudo de lo que creemos y no porque sean en absoluto lesbianas. Una amiga me confesó alguna vez que le encanta hojear la revista Playboy que compra su marido, y ver a esas chavas tan bellas y que toda la lencería les queda bien. Pero me consta que no es lesbiana. ¿Tal vez sea una manera vicaria de sentirse hermosa?
Pero, para Anastasia llegar a ser una chica Playboy, había un obstáculo…
“Estaba convencida que podía llegar a ser una de ellas. Sólo había un problema, mis pechos pequeños”
¿Cuántas mujeres han pensado algo semejante al ver a otras más exuberantes?
“Hacía un par de años que la idea de operarme se me había quitado de la cabeza, pero viendo a las chicas Playboy, me replanteé que tal vez fuera necesario pasar por el quirófano”
Y estas inseguridades en cuanto al físico, como era de esperarse, le afectaron en su manera de comer. Dietas forzadas y poco saludables, malos hábitos, etc., etc. De todo esto pasó Anastasia.
Mientras comía barras de chocolate, Anastasia miraba a las bellas modelos de Playboy, todas con vientre plano y piernas delgadas. Se deprimía y quería ser como ellas.
¿Cuántas mujeres han pasado por esa situación?
Y de ahí, Anastasia narra los episodios clásicos de anorexia, bulimia, dietas drásticas, etc.
¿Cuántas chicas han pasado por esta situación, buscando el siempre esquivo ideal de belleza y perfección de cuerpo? Poniéndose metas de belleza imposibles de cumplir, las mujeres no hacen más que arruinar su vida.
Siempre me he preguntado quién le metió en la cabeza a las mujeres que la delgadez es automáticamente sinónimo de belleza. Esa idea, a la cual se aferran muchas mujeres, seguramente que es otro de los productos del consumismo, de la fábrica de ansiedades que nos induce a no cuestionar nada sino a aceptar y seguir línea.
Pienso que han sido los diseñadores de moda quienes han creado la falsedad, el mito tan generalizado, tan falso y antinatural de que una mujer sólo es bella si es delgada. Tal parece que los diseñadores de moda, en realidad lo que hacen es diseñar cuerpos femeninos para sus prendas femeninas. En lugar de diseñar prendas para la mujer, diseñan y exigen un cuerpo femenino que ajuste bien a sus prendas. Es el mundo al revés. Jamás se le pregunta a un hombre si tal delgadez es el ideal de belleza femenino.
Pero no es que los diseñadores de moda sean los únicos que hacen esto. En general la economía de mercado exige de todos nosotros que estemos lo más homogeneizados posible; que seamos lo más predecibles posible. No debemos desear algo que no se fabrica industrialmente. Debemos desear, codiciar y permanecer ansiosos ante aquello que se fabrica en sus grandes industrias. Y para tal efecto, los fabricantes primero necesitan fabricarnos una personalidad.
Una vez que dócilmente adoptamos esa personalidad que han fabricado para nosotros, entonces somos suyos, ya no nos pertenecemos, no somos dueños de nosotros mismos, estamos enajenados, no somos quienes somos.
Anastasia quería ser una muñeca Barbie. Anastasia quería ser una chica Playboy. Anastasia no quería ser ella misma.
Después vienen comentarios como estos:
“Si mido un metro y medio, soy un metro de sexo. Por eso necesito hacerlo cada día.”
“Si por mí fuera, follaría tres veces al día”
“El sexo, mi motor, mi válvula de escape, el trampolín necesario para tener un espacio vital en la sociedad”
“Con el sexo me he liberado y he anulado antiguas soledades y miedos”
A primera vista podríamos volver a comentar lo que ya dijimos, la necesidad del sexo como una fuga, un escape, antes que una expresión de creatividad….
En los capítulos finales, Anastasia cuenca de cómo se convirtió en modelo de fotos eróticas, desnuda, en poses sugestivas. Dice, se sintió “como pez en el agua” posando y mostrando al desnudo sus curvas…
Se le nota, en sus palabras, el placer de mostrar su belleza femenina, su sensualidad, su juventud. ¿Exhibicionismo?
Y le atemorizaba que esa belleza, esa sensualidad, esas curvas la abandonaran. Su cuerpo sin curvas ya no sería deseable. No podía pensar en dejar de ser joven, en dejar de ser hermosa y deseable sexualmente.
“Aunque era joven y muy consciente de lo que daba de sí mi cuerpo, cuando iba por la calle y veía una mujer mayor, me entraba pánico. Pánico por llegar a ser como ella, por no saberme conservar bien. Pánico por despertarme un día y ver mi cara llena de patas de gallo”
“Salía de las sesiones de fotos (eróticas) y pensaba, cuando me cruzaba con una anciana, que yo no sería como ella, que mi cuerpo no acabaría así.”
“Haría lo que fuese por no arrugarme; operarme, por ejemplo… Me da miedo entrar en el quirófano pero ya lo dice el refrán: ‘Para presumir, hay que sufrir’”
“No puedo llegar a ser fea, ni vieja, porque necesito que me miren, que me deseen”
“Si un día fuera invisible, seguro caería en una gran depresión, me desplomaría, ya no sería yo, mi seguridad se iría al carajo”
“Por eso, al ver las fotos de Cher (la cantante) me animaba. Ella ha apostado por la eterna juventud”
Y antes y después de Cher, muchas mujeres lo han hecho.
Ahí tenemos en México a la ahora difunta y siempre famosa “Doña”, que insistía en ser hermosa cuando ni en su mejor juventud lo fue realmente, mucho menos sería bella siendo ya una anciana. O Silvia Pinal o muchas otras que tienen más cirugías que años.
Así como la belleza femenina se vuelve obsesión, la juventud también. Hay hasta novelas, como aquella de Oscar Wilde. Pero hasta en la mitología existían los celos y los deseos de mujeres por ser las más bellas. Los celos de Afrodita, etc.… Hasta en los cuentos clásicos infantiles ¿Pues no acaso el cuento de cenicienta se basa en la competencia por la belleza? ¿O el de la bella durmiente?
¿Podemos decir que ese deseo de agradar físicamente, de ser hermosas, de ser deseables, tal vez, por una u otra razón más arraigado en las mujeres, es algo nuevo, un fenómeno de la postmodernidad?
Lo que pasa es que antes no había cirugías estéticas, ni existía una poderosa industria de cosméticos, dietas, alimentos, etc., etc.
¿Cuántas mujeres, al leer las confesiones de Anastasia, no se sienten identificadas?
“¿Yo? ¡Jamás!, me acepto tal como soy y no me quita el sueño ser la más bella”
Así responderá automáticamente la chica actual, universitaria o profesionista, orgullosa de sus logros laborales y/o académicos, pretendiendo que no cae en el juego de competir con la belleza, pues cuenta con un intelecto y una educación que le salvan de tener que vender el físico. ¿De verdad?
Y ya para finalizar, he de comentar que leí en Internet una entrevista que le hacen a Anastasia, en la cual le preguntan (o le insinúan) si ser actriz porno no es prostitución. Parece que le ofende la comparación, pues responde algo así como que “hay una diferencia moral, soy una actriz, no una puta”. Más adelante, al señalarle de cómo llego a ser tan famosa, dice que lo ha ganado con su trabajo, no por favores con los directores o productores del porno. Me recordó a quien dice que ha llegado lejos por sus méritos propios y no por acostarse con unos y otros. Pero bueno, es que el trabajo de Anastasia, es precisamente acostarse con muchos.
En cualquier caso, lo que me llama la atención es que, nuevamente, ser “puta”, “prostituta”, “sexoservidora”, “trepadora” o cualquier cosa que implique que se utiliza el sexo para conseguir dinero y/o ventajas, es algo detestable, de baja categoría e indigno, incluso para una actriz porno. “Soy actriz, no una puta”.
Como si ser puta fuera algo malo, algo así como ser delincuente, secuestrador ó asesino a sueldo. En cualquier caso, en defensa de las putas, tenemos mucho que decir, pues son proveedoras de placer (no de odio, como los políticos mexicanos de derecha). ¿Es acaso esto malo, indigno, nocivo, destructivo? ¿Y por qué una mujer se cree que tiene el derecho de considerar a las putas como inferiores o indignas? ¿Dónde queda la supuesta solidaridad femenina? ¿Por qué se ataca tanto a las putas? ¿Qué temor se les tiene?
En fin…
Ah, y por cierto que Anastasia, finalmente, le perdió el temor al quirófano y ya se operó las tetas….
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