Oportunidades en México:
ser más miserable o morir
Élmer Mendoza y Jorge Moch son escritores en cuyas novelas vuelan pedazos de cartílago y sangre o le vuelan la cabeza a un chico de 15 años desde una camioneta.
El primero ha publicado cinco novelas en Tusquets (Asesino solitario, El amante de Janis Joplin, Efecto Tequila, Cóbraselo caro y Balas de plata) y recién ganó el III Premio Tusquets Editores de Novela. El segundo publicó Sonrisa de Gato, su novela debut, en Alfaguara, ganó el Premio Nacional Efraín Huerta y tiene una segunda novela, ¿Dónde estás, Alacrán?, a punto de circulación bajo el sello Planeta.
Mendoza vive en
Moch vive en un predio boscoso cerca de Xalapa, Veracruz, es un detractor de los deportes televisados, gusta de cortar su propia leña y tiene un perro más grande que él mismo.
Siguiendo las claves de la novela negra, ambos han desenvuelto su literatura en un mundo despiadado, violento, hipócrita y depredador. De narcotraficantes, políticos corruptos, policías desorbitados y muy pocas certezas y testosterona desbordada. Cualquier parecido con la realidad nacional puede leerse en la siguiente entrevista.
Edgar Onofre
Periodista por
¿Qué está pasando en México? ¿Por qué explotaron los índices de violencia?
Élmer Mendoza (EM): Vivo en el mundo de la especulación y, por tanto, lo que diga seguramente tiene poco que ver con la realidad. Pero sé que ha habido un desacuerdo, que el gobierno federal ha declarado una guerra para la que no estaba capacitado y para la que no había identificado correctamente a su enemigo.
Es una guerra muy extraña, que al final es una guerra de bandas; se dice que es por territorios y que hay un elemento que azuza, pero no se sabe bien de qué se trata. Y, como todas las guerras, tiene una gran carga de estupidez.
Vivimos en un país que tiene alguna vocación para la violencia pero que tiene una justificación económica y social muy fuerte: hay millones de pobres y millones de clases medias pauperizadas, los egresados no tienen empleos y la delincuencia, es decir, la forma de obtener recursos para vivir a través del crimen, es cada vez más un camino que eligen los jóvenes.
Veo un panorama muy desolador. Pueden hacer las marchas que quieran, las reuniones de gobernadores que quieran, pero mientras esto no se vea como un problema social intenso, no va a pasar nada. Y lo horrible es que se está politizando y dentro del mundo de las especulaciones se escucha que el crimen estará presente en parte de las campañas del partido en el poder para tener el control sobre las próximas elecciones.
Jorge Moch (JM): Es una señal de debilidad del gobierno. Una señal inequívoca de que al frente del gobierno está una persona débil, medrosa, que sustituye el músculo que nunca tuvo con la milicia en las calles, lo cual me pareció un error terrible desde el principio. Entiendo que no había muchas medidas posibles porque la policía en general está infiltrada por el crimen o forma parte de los cuadros de la delincuencia organizada.
Una de las promesas de campaña del presidente era el empleo y es uno de los rubros donde la sociedad está más golpeada. Se oprime cada vez más a las partes más depauperadas de la sociedad; se tugurizan los medios, se tuguriza la diversión, se reducen presupuestos en cultura y el país en general no tiene ningún avance; al contrario, estamos en franco retroceso y tenemos un gobierno incapaz, por ineptitud, por inexperiencia y porque su credibilidad está puesta en juego desde el principio del proceso comicial que lo llevó al poder. Y el recurso que encuentra es, supeditado a las políticas de EUA en materia de narcotráfico, poner a los militares en las calles a cometer muchísimos atropellos.
Cuando el presidente de los EUA, George W. Bush, se reeligió en 2004 se popularizó una teoría: el gobierno tenía una estrategia para implantar el miedo como mecanismo de control sobre la sociedad, los medios, etc. ¿Pensar en estos términos es una locura o hay algo de razón?
EM: Me daría mucha pena que así fuera. Justamente acabo de platicar con un norteamericano en El Paso, Texas, y le pregunté esto mismo. Él me decía que en EUA no existe una sociedad analítica y que, simplemente, los votantes de Bush en la primera elección son los mismos que lo hicieron ganar la segunda vez, que poco importaba que hubiera hecho un mal gobierno o que la economía estuviera por el piso. Eso no importó.
Me daría mucha pena que el pueblo mexicano estuviera cayendo en lo mismo, en perder la capacidad de análisis. Se sabe que los gobiernos ejercen un control férreo sobre algunos analistas que trabajan en los medios, que otros son de un entreguismo vergonzoso y que pocos son los que podrían darnos luz.
Y una de las cosas que no me gustan es que están cayendo demasiados policías que no merecerían caer. Aunque la fama de la policía es que es corrupta, creo que también hay policías que quisieran ver esto resuelto pero que igual están controlados y no pueden rebelarse completamente. Ni siquiera declarar ante las cámaras. Y cuando te cuentan cosas, te piden que no menciones su nombre. La atmósfera está muy turbia y cuando el río está revuelto la ganancia es de ciertos pescadores
¿Somos un país que se está engañando de forma deliberada?
EM: Lo que pasa es que es una sociedad muy mediática y los políticos están todos los días a todas horas ahí; entonces, puede que la gente entienda que lo que es México, la vida correcta, es lo que está en la televisión. Pero el asunto está en cómo podemos, quienes hacemos la vida en este país: la que trabaja, produce o hace arte, plantear la verdadera realidad.
Somos acusados de ser escritores que sólo nos ocupamos de la violencia, pero se trata de un juicio facilista: es un asunto mucho más profundo. Estamos señalando los defectos, la podredumbre, la complicidad que ha permitido que en los últimos 50 años se desarrollen el narco, el tráfico de armas, el contrabando de ropa, que son mercados increíbles. Alguien tiene que permitirlo y alguien tiene que pagar por eso.
No creemos en las leyes, porque constantemente son pisoteadas y se pueden comprar. Un inicio sería que las leyes fueran creíbles, justas y que se apliquen igual a todo mundo, pero es posible que para lograrlo haya que perderle un poco el amor a la vida.
JM: Sí, sin duda y por muchas razones. Hay sectores que deliberadamente buscan el autoengaño o la perversidad de engañarse y engañar a los demás. Y buena parte de la sociedad está totalmente enajenada. Son sectores muy amplios de la sociedad cuyo interés diario es la supervivencia; no la información, no la cultura, sino el día con día. Y al mismo tiempo son los receptores ideales de toda la estupidez de los medios. Toda esta ola reciente de chismes de farándula no encontraría eco ni audiencia si la gente estuviera mejor informada o tuviera un espíritu crítico, pero es imposible pedirle esto a una sociedad que chapotea en altos niveles de miseria.
Esto tiene que ver con políticas educativas perversamente distorsionadas y que además siguen siendo víctimas de embates de gente tan oscura y perversa como Elba Esther Gordillo, por ejemplo. Y, además, de un gobierno federal que le hace juego.
Es un país que, además y en muchos casos, puede llegar a entender de qué se tratan las cosas pero no quiere enterarse y prefiere cerrarse a la conciencia y el compromiso, porque es estrellarse contra el muro de la autoridad.
¿Estarían de acuerdo con la siguiente sentencia?: “Es incontrovertible la complicidad entre crimen organizado y gobierno”
EM: Yo sí lo creo. En el caso específico sobre narcotráfico, los estudios que hay explican que nació coludido. Hay leyendas al respecto pero no hay documentos porque seguramente se destruyeron.
Cuando esto inició, en los años cuarenta o cincuenta, los narcos eran diferentes y tenían otro perfil, pero ya estaban coludidos con el gobierno. Y, después, cuando el poder económico de los narcos aumentó y la ambición de los políticos también, las pequeñas alianzas establecidas dieron pie a que se hable de que están financiando campañas; de que se hable de los Amigos de Fox, caso cuya investigación se paró porque estaba tocando fondo y estaban dando, según se escucha, con orígenes no publicables.
A partir de ahí es que se habla, se pregunta: qué va a pasar, cómo es la participación de las bandas, de la delincuencia organizada, no sólo de los narcos, sino de los que lavan dinero, de los banqueros y empresarios que lavan dinero, de la industria de la construcción y turística que invierte cantidades estratosféricas de dinero.
JM: Es incontrovertible: hay una red de complicidades que se teje desde lo más hondo del poder hasta lo más visible del narco. Y no sólo del narco, también de la industria del secuestro, la del asalto a bancos, la delincuencia organizada en general, siempre se ha sabido. No podemos demostrarlo, desde luego, y el que pueda seguramente va a amanecer muerto en una zanja.
Sí, incontrovertible es que hay complicidad y un beneficio de abajo hacia arriba continuo, transgeneracional y que, incluso, está permeando a la empresa lícita: el lavado de dinero se está convirtiendo en el gran motor económico de grandes zonas del país. Obviamente no se puede confirmar, pero me han platicado, incluso dentro de
Eso se acabó cuando el gobierno mexicano, mal dirigido por EUA, que no entiende un ápice de lo que es la sociedad mexicana, se fue sobre los grandes nombres de la droga y traicionaron el convenio que había con ellos. Al descabezar las grandes organizaciones del narco, los mandos medios se sintieron libres y empezaron a pelear por las plazas y las cúpulas, y fue cuando nacieron los narcos más violentos que hemos visto: el Chapo Guzmán, el Güero Palma, el Mayo Zambada y a partir de ahí mandos menores que han surgido y fracturado la estructura del narco en pequeñas tribus.
Todo esto nace de errores de planeación, de una terrible falta de visión y de la conivencia de las autoridades de todos los niveles con todos los niveles de la delincuencia organizada.
Si esta ecuación es real, ¿quiere decir que la relación del gobierno con los gobernados es una perversa impostura?
JM: Los resultados están a la vista. Tenemos un gobierno perverso y mentiroso.
EM: Hay poco más que decir. Todos los días están tratando de engañarnos, el gobierno y sus secuaces, la gente que los apoya incondicionalmente. Es un asunto muy grave porque el país se está quedando sin perspectiva, sin un futuro real. Moch habló de la educación y es un asunto fundamental: educarse para el futuro. Parece que lo único para lo que nos están educando es para ser más miserables o morir.
Un pueblo sin futuro, desahuciado y huérfano al mismo tiempo, tiende a volverse loco y la gente loca tiende a matar a alguien, ¿notan este pulso en México? ¿Qué efectos notan de este desahucio y orfandad?
EM: Que se viva aterrorizado. Aunque hay zonas en que tradicionalmente se sabe que si no les concierne el asunto los van a respetar. El terror es un fenómeno que nace de rumores y los rumores no se pueden evitar: empiezan en los medios y todo lo que se dice en prensa, radio y tele termina por formar otra idea de la realidad. El rumor, el miedo, la angustia, provocan desesperanza.
Y otra cosa que duele mucho es la miseria: es la peor injusticia. A veces soy acusado de romantizar el mundo de los narcos, pero a los que yo conocí cuando era joven sólo querían tener dinero para ponerle una casa a su mamá o montar un negocio. Son tipos que murieron y ése es un esquema que dejó de funcionar porque se convirtió en un negocio y, claro, alguien tuvo una visión mercantil del asunto.
Es muy distinto si quieres tener dinero para poner un taller o si buscas abundantes mujeres, camionetas del año, que los policías se te cuadren y los políticos te inviten a desayunar. Es todo un esquema para cumplir los sueños occidentales. Se dice que una aspiración muy antigua es ser feliz y en nuestro tiempo ser feliz está muy relacionado con tener dinero. Y una forma de tenerlo rápido es el crimen organizado.
JM: Creo que hay una parte de la sociedad que sigue creciendo en sentimientos de terror, pero me preocupa mucho que se abarata cada vez más la vida y hemos ido perdiendo el asombro ante la violencia y el asesinato. Cada vez es más barato mandar a matar a alguien. Cuando antes nos asombrábamos de dos muertos con tiro de gracia, hoy tenemos 11. Y decapitados.
Estamos llegando a altos niveles de brutalidad y salvajismo. Y todo con el sólo propósito de mandarse mensajes unos a otros. Hay comunidades donde el único camino para salir de la miseria es ése: que no te importe matar a otro. Y de forma salvaje. Y a él, su mujer, su hijo y su abuelo. Y eso para mandarle un mensaje brutal al de la tienda de enfrente.
Estamos perdiendo la mínima sensibilidad que nos quedaba. Cada vez los asesinatos son más numerosos, casi multitudinarios, son masacres, y cada vez nos importa menos y se nos hace natural que cada día haya un promedio de 27-30 muertos a tiros y 12 de ésos en Tijuana y Ciudad Juárez.
Y siempre va a venir el acto brutal y salvaje que sustituya al anterior y esa normalidad perversa o torcida es la que me preocupa.
¿Se vislumbra alguna esperanza?
EM: Yo soy un optimista irredento y eso me permite ver una luz, en efecto. Soy de los que creen en la educación. Igual habrá que rescatarla, como decía Moch, de la mala manera en que es manejada. Creo en la educación y el trabajo. Y si esas cosas se combinan terminan por crear una conciencia sobre lo que está pasando y lo que tenemos que hacer. La gente educada sólo es peligrosa para los que fingen.
A veces me preguntan si yo he tenido problemas con los narcos: nunca. En todo caso, los que me han dicho algunas cosas no son narcos pero que se sospecha que lavan dinero. Me dicen: “Váyase con cuidado”. Los otros esconden poco, son delincuentes y ya. Pero esas tribus de cuello blanco son los terribles.
Yo siempre quiero confiar en la gente, en recuperar los sueños y los deseos profundos de querer ser otros, mejores, de trazarse rutas para llegar a algún sitio. Tenemos que recuperar la confianza que permite vivir. Se tiene que hacer porque es el derecho al descanso, sin estrés. Y este derecho se resume así: “No tengo cola que me pisen, estoy tranquilo, voy a estar en mi casa, apacible, leyendo la última novela de Jorge Moch”. Eso es lindo y ojalá todo mundo lo ponga en sus sueños.
JM: A diferencia de Élmer, soy sanamente pesimista. El país no tiene remedio, como no sea un baño de sangre y ya estamos tres pasos adentro, aunque no creo que sea lo recomendable. Creo que el país se va a colapsar: deberá llegar un momento que se agote y se refunde, pero no creo que me toque verlo. Es un país demasiado lleno de taras y enfermedades, que en lugar de curarse se han ido empeorando.
Un régimen de violencia social como el que estamos viviendo viene como anillo al dedo a un gobierno débil que pretende sustentarse sobre la fuerza de la represión. Parte de esto también le conviene al gobierno, aunque diga otra cosa: hay muestras de su hipocresía y su doble discurso y no les creo nada. Me viene a la cabeza una cita de Miguel de Unamuno, cuando le gritaban a los franquistas: “¡Podrán vencer, pero no convencen!”. La única esperanza que nos puede quedar serán las artes. Tratar de reflejar nuestro tiempo, nuestra circunstancia, pero no mucho más allá.
Las fuerzas políticas están infestadas de gusanos y estoy hablando también de la izquierda, que ha dado muestras de no ser capaz de resolverse a sí misma y mucho menos de ofrecer un contrapeso coherente a un gobierno tan nefasto como el de los últimos 30 años, de tecnocracias neoliberales y supeditación de las políticas públicas mexicanas a EUA.
Creo que el país se colapsará porque no le queda otra. No sé qué fuerzas pudieran venir de la izquierda, nunca será desde la derecha, y ofrezcan un rescate nacional.
“La literatura puede salvar al hombre, incluso en los casos más críticos”, dijo Vila-Matas en una entrevista. ¿Están de acuerdo?
EM: Eso es una broma. No me lo parece. Yo soy de los que piensan que la literatura no salva. Facilita la vida, incita a la reflexión, a la sonrisa y el disfrute. Pero este concepto de salvación es parte de una filosofía religiosa, muy profunda, y no creo que el arte ni la literatura lleguen a tanto.
JM: Yo tampoco lo creo.
Vila-Matas, en todo caso, magnificó o idealizó las cualidades de la literatura. Para que las letras representaran una oportunidad de este país, la gente tendría que leer y eso es una entelequia. La mayoría de los mexicanos son analfabetas funcionales: saben leer y escribir pero no son capaces de interpretar un párrafo. Y menos uno de Vila-Matas.
Edgar a colaborado con algunas entrevistas a ilustres personajes en actores sociales. Ahora también se ha convertido en actor social en la radio. gracias por tu participación. por cierto, Elmer Mendoza y jorge Moch son unos tipazos, de Elmer me encanta su modestia y de Moch su tan bien estructurada ironía. saludos.
ResponderBorrarExcelente texto, la reflexiòn sobre la situaciòn del paìs sin duda muy acertada.
ResponderBorraral final un colapso social y el contrapeso con las artes y la educaciòn puede hacer que haya un futuro mas prometedor que lo que vivimos actualmente.
Gracias Onofre Por su colaboraciòn