CAOS Y AZAR EN EL GRAN UNIVERSO
DE MI MICROSCÓPICA VIDA COTIDIANA
Por. Sara Luz Enriquez Uscanga
Alumna de Sociología SEA UV
En el destello de un pensamiento
hay una oportunidad para
que nazca un nuevo mundo
A las 5:37 de la tarde del 28 de diciembre del 1999, la muerte tocó a mi puerta; sólo para decirme que era día de los santos inocentes y que me había dejado engañar. Nunca he tenido el temple para soportar bromas pesadas pero siempre he buscado la manera de contener mi ira cuando cosas que se me escapan de las manos, me rebasan. Aquella vez no fue ira lo que me invadió, sino el miedo. Mi mundo, con todas sus historias, se me vino encima y lo que hasta eso momento parecía que guardaba un orden y un cauce, con la sola idea de la muerte, se convirtió en caos.
Han pasado casi 6 años de ese evento y ahora lo miro lejano, pero con la certeza de haberme convertido en otra a partir de esa revelación. No se quien sea el autor del libro que se ha perdido en mi memoria y del que solo recuerdo la frase: “es en el momento en que la muerte nos toca cuando empezamos a pensar”, pero tengo que aceptar que en mi caso, la frase encuentra un acomodo extraordinario; yo no sabía lo que era pensar, pensarme, hasta que la muerte posó su mano en mi hombro sólo para guiñarme el ojo.
No sé en qué momento salí del caos, pero ahora que lo pienso, salí de él como se sale de un mal sueño: abriendo bien los ojos. Sé que dentro del caos viví desesperada y angustiada, deprimida, alterada por mis pensamientos desordenados, sin pies ni cabeza, atemorizada por la idea de que esta vez la muerte no se apiadaría de mí y no sólo me tocaría el hombro, sino que esta vez, me abrazaría. Me parecía horrible la idea de saber que toda mi vida podría quedarse así, en caos permanente. Busque todas las salidas posibles de ese laberinto caótico en el que me encontraba. Hasta que cayó en mis manos un libro que dio en el clavo. Sus 473 páginas me supieron a gloria. Ese libro explicaba de manera muy sencilla, cómo es que el caos, el desorden o la entropía forman parte importante del “orden” de las cosas y cómo es que los seres humanos vivimos atados a un paradigma, donde el orden es lo único importante. Este libro me enseñó, paso a paso, cómo soltar el control de los sucesos - que a fin de cuentas el control es un espejismo pues es imposible controlar nada -, y dejarme llevar por el cauce natural de la historia sin oponer resistencia. Este libro me enseñó a “derrotar” la entropía, entendiendo que la ruptura del orden es inherente a la constitución física del universo; que a partir de esa ruptura del orden surge la evolución (o el crecimiento) de estructuras más complejas. Reflexionando, más que derrotar la entropía derroté el paradigma de un orden rígido con el que viví durante muchos años. Tuve que entender que la creación y la destrucción coexisten; que sin la destrucción, la vida no podría existir, y que en realidad, la entropía está de parte de la vida; pero lo que más me impresionó y me ayudó a despertar fue que, ese núcleo de caos en el que me encontraba, se estaba desarrollando dentro de un marco estable; ¡Creación y destrucción coexistiendo! No estaba equivocado el autor al decir que el mundo puede cambiar simplemente cambiando la percepción que tenemos de él. Si en nuestro cerebro continúan entrando percepciones nuevas, es posible responder de nuevas maneras; una cosa que podemos poseer sin límite en este mundo es nuestra interpretación de él. ¡Híjole, este libro estaba afectando mis creencias! Pero era eso o seguir en el caos. Y mientras las páginas pasaban pude dormir mejor.
Me di la oportunidad de ver cine, mucho cine. Leer, salir al café, hacer ejercicio, dejé el cigarro; empecé a hacer cosas que nunca hacía, hablar con la gente que nunca hablaba; de todo lo que decía el libro, sólo una cosa faltaba: ¿dónde estaba ese golpe de suerte llamado azar que de una vez por todas me sacaría de este caos?
Sabía que fluía en aguas caóticas y turbulentas, pero ya sin miedo, y con la plena convicción que existe un “algo” que intervendría para llevarme felizmente a aguas más templadas, pero nunca de vuelta a donde antes me encontraba. ¿Dónde estaba ese algo con cualidad de mágico llamado azar? Todos los días hacía mi tarea de mantener la conciencia abierta para experimentar la realidad en todo su impacto, su belleza, su verdad, su maravilla; tengo que aceptar que aunque ese golpe mágico del azar no llegaba y me encontraba a la deriva, me la estaba pasando bastante bien.
Alguna vez tuve la intención de escribir desde el caos esa experiencia; mi escrito empezaba con la frase “Estar muerto no es tan malo, es como si flotaras”. Y sí. Cuando se está en el caos, se flota, se está en el limbo como dicen los teólogos, se flota en una materia informe llamada nada. ¿Dónde estaba esa fuerza contraria que impulsa la evolución, creando vida y frenando la amenaza de la entropía?
En mis tardes de cine, mientras el caos reinaba en mi vida, podía percatarme de ese momento azaroso que llegaba en el momento más caótico del film; los personajes tomaban un camino diferente o tenían fuertes decisiones que los ponía en otra situación, se hacía otros. Cambiaban.
9 ½ semanas; Infidelidad; Lolita; En Carne Viva; La Mujer Prohibida; Dogville; Forrest Gump; Caracter; Frankie and Johnny; El Festín de Babette; Contacto; Fiebre de Sábado por la Noche; Sentencia Previa; Tiburón; Acusados; Fama; Los Puentes de Madison; Adiós a las Vegas; Henry and June; Grandes Esperanzas; El Piano; Dunas; La Playa; Diamantes para el Desayuno; y muchas otras películas que desfilaron ante mis ojos contenían ese elemento que provocaba, en los personajes principales, cambios irreversibles. Vi cine hasta que mis ojos se saturaron de imágenes.
La lectura fue mi siguiente víctima.
Devoré una cantidad incontable de palabras; sentimientos; formas de ver el mundo; de abordarlo; de construirlo; de asumirlo; de aceptarlo; de transformarlo. Verdaderos malabaristas de la palabra escrita fueron mi bálsamo; lazarillos perfectos en esta mi ceguera existencial. Los recuerdo con amor, con agradecimiento, porque me orientaron, me tranquilizaron; porque ellos también supieron lo que es perderse y no encontrarse, pero sobre todo, porque supieron ser felices -y hacerme feliz- en medio de tanto caos. Jorge Luis Borges, Ikram Antaki, Ibargüengoitia, Cortázar, Stendhal, García Lorca, Carlos Castaneda, Hugo Hiriart, Francisco González Crussi, Henry Miller, Anaís Nin, André Bretón, Román Gubert, Marshall Berman, Federico Reyes Heroles, Huxley, Georges Bataille, Alberto Ruy Sánchez, Milán Kundera, Tita Valencia, Juan Domingo Argüelles, Susan Sontag, Gabriel García Márquez, Dostoyevski, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, Jean Paul Sartré, Artur Schopenhauer, Lawrence Durrell, Sergio Pitol, Fernando Savater, Lewis Carrol, Cioran, Nietzsche, Simone de Beauvoir, Juan Rulfo, Sigmund Freud, George Orwell, Roland Barthes, Thomas Mann, Mircea Eliade, D.H. Lawrence, Oscar Wilde, Elena Poniatowska, Andrés de Luna, Marguerite Duras, Marguerite Yourcenar, Ernesto Sabato, Carson McCullers, Erich Fromm, Carlos Monsivais, Marqués de Sade, Zygmunt Bauman, Denisse de Rougemont, Balzac.
En medio de tantas historias, de tantas pláticas, de tanto reflexionar, de tanta información libresca, se me presentó la Poesía y, con ella, los artífices de nuevos mundos: Rafael Alberti, Neftalí Beltrán, Xavier Villaurrutia, Marco Antonio Campos, Constantino Cavafis, Francisco Hernández, Ramón López Velarde, Fernando Pessoa, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero, Jaime Sabines, Mario Benedetti, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Catulo, Coral Bracho, Baudelaire, Jorge Cuesta, Vicente Quitarte, Carlos Pellicer, Octavio Paz, Paul Valéry, Rainer María Rilke, Walt Witman, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Efraín Huerta, José Gorostiza.
El mundo, mi mundo, empezaba a tener sentido, dirección, “orden”. Me encontraba en un espacio cómodo, confortable, en el que me sentía fluir con libertad, sin miedo; la poesía llenó mi vida y mis anaqueles. “Sentada en el regazo de la vida, mi alma ronronea” –escribí alguna vez, cuando pretendí ser poeta. Y en esas estaba cuando descubrí que la poesía erótica oriental es capaz de encerrar el infinito en tres renglones, que el erotismo va mas allá de todas las explicaciones, estudios, análisis y definiciones. Que para disfrutar del Eros es necesario abandonarse al Tánatos. Otra vez Vida y Muerte, otra vez el principio de “¡Creación y Destrucción coexistiendo!”, ¿Cómo es que algo tan hermoso como la Poesía puede contener ese principio?, ¡¡¡¿Por qué?!!! Y me puse a buscar y leer todos los estudios de erotismo que encontré. Hasta que un buen día, cayó en mis manos un libro sobre Erotismo que me pareció revelador. Página a página, de una manera sencilla, me explicó los procesos, las similitudes y las diferencias, las coincidencias y las convergencias, las aristas y suavidades del fenómeno erótico.
¡Que manera de escribir! - pensaba sobre el autor.
¿Qué se tiene que ser para escribir de esta manera y con tanta sencillez y claridad? El autor del libro “El Erotismo” se llama Francesco Alberoni, de profesión Sociólogo.
¿Esto hace un Sociólogo? – me pregunté impresionada.
Yo quiero escribir así. Yo quiero ser Socióloga.
Hasta ese entonces jamás había pasado por mi cabeza la idea de ser socióloga, pero como bien dice el epígrafe de mi ensayo: “En el destello de un pensamiento hay una oportunidad para que nazca un nuevo mundo”. De todas las posibilidades de ser o hacer que generosamente me ofrecía el caos, surgió ese “algo con cualidad de mágico” que me transformó la vida sin moverme de lugar. A final de cuentas, nunca nos metemos dos veces al mismo río.
No sé si estoy aquí por azar, sólo sé que salí del caos y que soy otra, irreversiblemente.
26 de julio del 2006
DE MI MICROSCÓPICA VIDA COTIDIANA
Por. Sara Luz Enriquez Uscanga
Alumna de Sociología SEA UV
En el destello de un pensamiento
hay una oportunidad para
que nazca un nuevo mundo
A las 5:37 de la tarde del 28 de diciembre del 1999, la muerte tocó a mi puerta; sólo para decirme que era día de los santos inocentes y que me había dejado engañar. Nunca he tenido el temple para soportar bromas pesadas pero siempre he buscado la manera de contener mi ira cuando cosas que se me escapan de las manos, me rebasan. Aquella vez no fue ira lo que me invadió, sino el miedo. Mi mundo, con todas sus historias, se me vino encima y lo que hasta eso momento parecía que guardaba un orden y un cauce, con la sola idea de la muerte, se convirtió en caos.
Han pasado casi 6 años de ese evento y ahora lo miro lejano, pero con la certeza de haberme convertido en otra a partir de esa revelación. No se quien sea el autor del libro que se ha perdido en mi memoria y del que solo recuerdo la frase: “es en el momento en que la muerte nos toca cuando empezamos a pensar”, pero tengo que aceptar que en mi caso, la frase encuentra un acomodo extraordinario; yo no sabía lo que era pensar, pensarme, hasta que la muerte posó su mano en mi hombro sólo para guiñarme el ojo.
No sé en qué momento salí del caos, pero ahora que lo pienso, salí de él como se sale de un mal sueño: abriendo bien los ojos. Sé que dentro del caos viví desesperada y angustiada, deprimida, alterada por mis pensamientos desordenados, sin pies ni cabeza, atemorizada por la idea de que esta vez la muerte no se apiadaría de mí y no sólo me tocaría el hombro, sino que esta vez, me abrazaría. Me parecía horrible la idea de saber que toda mi vida podría quedarse así, en caos permanente. Busque todas las salidas posibles de ese laberinto caótico en el que me encontraba. Hasta que cayó en mis manos un libro que dio en el clavo. Sus 473 páginas me supieron a gloria. Ese libro explicaba de manera muy sencilla, cómo es que el caos, el desorden o la entropía forman parte importante del “orden” de las cosas y cómo es que los seres humanos vivimos atados a un paradigma, donde el orden es lo único importante. Este libro me enseñó, paso a paso, cómo soltar el control de los sucesos - que a fin de cuentas el control es un espejismo pues es imposible controlar nada -, y dejarme llevar por el cauce natural de la historia sin oponer resistencia. Este libro me enseñó a “derrotar” la entropía, entendiendo que la ruptura del orden es inherente a la constitución física del universo; que a partir de esa ruptura del orden surge la evolución (o el crecimiento) de estructuras más complejas. Reflexionando, más que derrotar la entropía derroté el paradigma de un orden rígido con el que viví durante muchos años. Tuve que entender que la creación y la destrucción coexisten; que sin la destrucción, la vida no podría existir, y que en realidad, la entropía está de parte de la vida; pero lo que más me impresionó y me ayudó a despertar fue que, ese núcleo de caos en el que me encontraba, se estaba desarrollando dentro de un marco estable; ¡Creación y destrucción coexistiendo! No estaba equivocado el autor al decir que el mundo puede cambiar simplemente cambiando la percepción que tenemos de él. Si en nuestro cerebro continúan entrando percepciones nuevas, es posible responder de nuevas maneras; una cosa que podemos poseer sin límite en este mundo es nuestra interpretación de él. ¡Híjole, este libro estaba afectando mis creencias! Pero era eso o seguir en el caos. Y mientras las páginas pasaban pude dormir mejor.
Me di la oportunidad de ver cine, mucho cine. Leer, salir al café, hacer ejercicio, dejé el cigarro; empecé a hacer cosas que nunca hacía, hablar con la gente que nunca hablaba; de todo lo que decía el libro, sólo una cosa faltaba: ¿dónde estaba ese golpe de suerte llamado azar que de una vez por todas me sacaría de este caos?
Sabía que fluía en aguas caóticas y turbulentas, pero ya sin miedo, y con la plena convicción que existe un “algo” que intervendría para llevarme felizmente a aguas más templadas, pero nunca de vuelta a donde antes me encontraba. ¿Dónde estaba ese algo con cualidad de mágico llamado azar? Todos los días hacía mi tarea de mantener la conciencia abierta para experimentar la realidad en todo su impacto, su belleza, su verdad, su maravilla; tengo que aceptar que aunque ese golpe mágico del azar no llegaba y me encontraba a la deriva, me la estaba pasando bastante bien.
Alguna vez tuve la intención de escribir desde el caos esa experiencia; mi escrito empezaba con la frase “Estar muerto no es tan malo, es como si flotaras”. Y sí. Cuando se está en el caos, se flota, se está en el limbo como dicen los teólogos, se flota en una materia informe llamada nada. ¿Dónde estaba esa fuerza contraria que impulsa la evolución, creando vida y frenando la amenaza de la entropía?
En mis tardes de cine, mientras el caos reinaba en mi vida, podía percatarme de ese momento azaroso que llegaba en el momento más caótico del film; los personajes tomaban un camino diferente o tenían fuertes decisiones que los ponía en otra situación, se hacía otros. Cambiaban.
9 ½ semanas; Infidelidad; Lolita; En Carne Viva; La Mujer Prohibida; Dogville; Forrest Gump; Caracter; Frankie and Johnny; El Festín de Babette; Contacto; Fiebre de Sábado por la Noche; Sentencia Previa; Tiburón; Acusados; Fama; Los Puentes de Madison; Adiós a las Vegas; Henry and June; Grandes Esperanzas; El Piano; Dunas; La Playa; Diamantes para el Desayuno; y muchas otras películas que desfilaron ante mis ojos contenían ese elemento que provocaba, en los personajes principales, cambios irreversibles. Vi cine hasta que mis ojos se saturaron de imágenes.
La lectura fue mi siguiente víctima.
Devoré una cantidad incontable de palabras; sentimientos; formas de ver el mundo; de abordarlo; de construirlo; de asumirlo; de aceptarlo; de transformarlo. Verdaderos malabaristas de la palabra escrita fueron mi bálsamo; lazarillos perfectos en esta mi ceguera existencial. Los recuerdo con amor, con agradecimiento, porque me orientaron, me tranquilizaron; porque ellos también supieron lo que es perderse y no encontrarse, pero sobre todo, porque supieron ser felices -y hacerme feliz- en medio de tanto caos. Jorge Luis Borges, Ikram Antaki, Ibargüengoitia, Cortázar, Stendhal, García Lorca, Carlos Castaneda, Hugo Hiriart, Francisco González Crussi, Henry Miller, Anaís Nin, André Bretón, Román Gubert, Marshall Berman, Federico Reyes Heroles, Huxley, Georges Bataille, Alberto Ruy Sánchez, Milán Kundera, Tita Valencia, Juan Domingo Argüelles, Susan Sontag, Gabriel García Márquez, Dostoyevski, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, Jean Paul Sartré, Artur Schopenhauer, Lawrence Durrell, Sergio Pitol, Fernando Savater, Lewis Carrol, Cioran, Nietzsche, Simone de Beauvoir, Juan Rulfo, Sigmund Freud, George Orwell, Roland Barthes, Thomas Mann, Mircea Eliade, D.H. Lawrence, Oscar Wilde, Elena Poniatowska, Andrés de Luna, Marguerite Duras, Marguerite Yourcenar, Ernesto Sabato, Carson McCullers, Erich Fromm, Carlos Monsivais, Marqués de Sade, Zygmunt Bauman, Denisse de Rougemont, Balzac.
En medio de tantas historias, de tantas pláticas, de tanto reflexionar, de tanta información libresca, se me presentó la Poesía y, con ella, los artífices de nuevos mundos: Rafael Alberti, Neftalí Beltrán, Xavier Villaurrutia, Marco Antonio Campos, Constantino Cavafis, Francisco Hernández, Ramón López Velarde, Fernando Pessoa, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero, Jaime Sabines, Mario Benedetti, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Catulo, Coral Bracho, Baudelaire, Jorge Cuesta, Vicente Quitarte, Carlos Pellicer, Octavio Paz, Paul Valéry, Rainer María Rilke, Walt Witman, Francisco de Quevedo, Sor Juana Inés de la Cruz, Efraín Huerta, José Gorostiza.
El mundo, mi mundo, empezaba a tener sentido, dirección, “orden”. Me encontraba en un espacio cómodo, confortable, en el que me sentía fluir con libertad, sin miedo; la poesía llenó mi vida y mis anaqueles. “Sentada en el regazo de la vida, mi alma ronronea” –escribí alguna vez, cuando pretendí ser poeta. Y en esas estaba cuando descubrí que la poesía erótica oriental es capaz de encerrar el infinito en tres renglones, que el erotismo va mas allá de todas las explicaciones, estudios, análisis y definiciones. Que para disfrutar del Eros es necesario abandonarse al Tánatos. Otra vez Vida y Muerte, otra vez el principio de “¡Creación y Destrucción coexistiendo!”, ¿Cómo es que algo tan hermoso como la Poesía puede contener ese principio?, ¡¡¡¿Por qué?!!! Y me puse a buscar y leer todos los estudios de erotismo que encontré. Hasta que un buen día, cayó en mis manos un libro sobre Erotismo que me pareció revelador. Página a página, de una manera sencilla, me explicó los procesos, las similitudes y las diferencias, las coincidencias y las convergencias, las aristas y suavidades del fenómeno erótico.
¡Que manera de escribir! - pensaba sobre el autor.
¿Qué se tiene que ser para escribir de esta manera y con tanta sencillez y claridad? El autor del libro “El Erotismo” se llama Francesco Alberoni, de profesión Sociólogo.
¿Esto hace un Sociólogo? – me pregunté impresionada.
Yo quiero escribir así. Yo quiero ser Socióloga.
Hasta ese entonces jamás había pasado por mi cabeza la idea de ser socióloga, pero como bien dice el epígrafe de mi ensayo: “En el destello de un pensamiento hay una oportunidad para que nazca un nuevo mundo”. De todas las posibilidades de ser o hacer que generosamente me ofrecía el caos, surgió ese “algo con cualidad de mágico” que me transformó la vida sin moverme de lugar. A final de cuentas, nunca nos metemos dos veces al mismo río.
No sé si estoy aquí por azar, sólo sé que salí del caos y que soy otra, irreversiblemente.
26 de julio del 2006
¡¡¡Guauuuuu!!!....
ResponderBorrarExcelente y muy sublime.... eres una romántica... (Yo quiero la referencia bibliográfica....)
Gracias por compartilo y esperamos seguir leyéndote....
Estar muerto es muy parecido a flotar en el vacio..., frase clave para entender como me la estoy pasando, y cómo encontrar el clip a presionar para inventarse un sentido libre a la vida. Excelente combinacion de lo subjetivo con lo algunos conceptos teoricos.Sary gracias por compartir este escrito, ya que me parece de los texto que inicias la primera linea y no apartas la vista hasta el final, adémas dice mucho para quienes te concoemos de cerca.
ResponderBorrarOBM
Hermoso... como tu alma!
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