El presentar esta obra implica para mí un doble compromiso. El que emana de la complejidad de valorar, sin loas ni superficialidades, un trabajo que reúne los aportes de varios autores (y en especial de un compilador) a quienes me acerca el afecto personal y la admiración intelectual y cívica. Esfuerzo este que, como extranjero, me induce a pensar globalmente, o mejor glocalmente, los impactos y repercusiones de una obra que -estoy seguro -no dormirá tranquila en los estantes de las bibliotecas.
Se trata de un trabajo que, a falta de mejores clasificaciones, podremos definir como un acto de imaginación situada. Imaginación que recrea las radicales demandas epistémicas y transformativas de autores como Charles Wright Mill y Pierre Bordieu, en cuyos cauces la violación de las fronteras disciplinares, la ruptura de los vicios académicos y la defensa de una politicidad autónoma del campo intelectual son elementos estructurantes del hacer científico emancipador. Estamos, además, frente a un libro orgánicamente situado en las trayectorias de dos instituciones como la Universidad Veracruzana y el CIESAS, comprometidas con el sostenimiento de la autonomía y la justicia social frente a las amenazas colonizadoras del poder y del dinero.
Hace unos meses, en un evento de la UV, insistí en la pertinencia de actualizar las grandes preguntas permanentes de la Filosofía Política (enfocadas en las formas y fines de un régimen virtuoso) vinculándolas con la cartografía precisa y propositiva derivada de un análisis de las políticas públicas realmente existentes. Se trata de no seguir reduciendo la política a las acciones autorreferentes de los gobiernos, de no confundir ciudadanos con clientes, de no abandonar la justa pretensión de universalidad y exigibilidad de las políticas sociales, tendencialmente sustituidas por programas focalizados, de ejecutoria manipulable e insuficiente. Este libro, con su diversidad de paradigmas teóricos y disciplinares, trayectorias personales (políticas o académicas) y focos temáticos, es una buena respuesta a mi demanda de entonces, al articular un balance y valoración al proceso incompleto, mediatizado y asediado de la transición democrática mexicana.
Quiero destacar algunos elementos relevantes de la obra. En primer lugar la insistencia en revelar los nexos (existentes o potenciales) entre las agencias estatales y las organizaciones sociales, encontradas –o enfrentadas- en los predios de las políticas de desarrollo, seguridad, promoción de derechos y cobertura social. En otro orden, se agradece la actualización del debate teórico con especial asidero en las demandas y miradas provenientes de América Latina y en lo más avanzado de la teoría social global, lejos de lecturas parroquiales y de las viejas y nuevas modas que proclaman la caducidad de las ideologías y el advenimiento de estados fallidos. En esta dirección el libro da continuidad a un acumulado previo de experiencias de investigación-acción a cargo de Alberto Olvera, Ernesto Isunza y Felipe Hevia, entre otros autores, sobre temáticas de innovación democrática e institucional, los vínculos estado-sociedad civil y la confluencia de proyectos políticos.
Al relanzar esos presupuestos, el libro permite superar la lamentable visión aldeana (en su doble sentido cívico y gnoseológico) que reduce la “política posible” en nuestro horizonte de acción a la grilla, el golpeo, la prebenda, el chantaje, la estafa y el acarreo, manifestaciones perversas que tristemente permean las visiones de políticos, comunicadores y no pocos ciudadanos. Situación que encuentra su contraparte en el descompromiso, el mercenarismo y la postulación de una supuesta racionalidad individualista presentada como inherente a las conductas sociales, modas estas que infiltran no pocas instituciones, agendas y trayectorias personales de nuestro mundo académico.
Por último, como cada quien habla de sus propios presupuestos personales, quiero destacar que encuentro en esta obra un esfuerzo analítico particularmente útil para desbrozar el camino al proyecto político democrático participativo de una izquierda postneoliberal y postautoritaria, capaz de estar a la altura de los cambios culturales nuevo siglo y de los desafíos de una región como Latinoamérica récord en desigualdades sociales. Una alternativa que, al promover instancias de participación ciudadana y rendición de cuenta, interfaces socioestatales para las políticas públicas y agencias realmente veladoras de los DDHH y el mediombiente, ponga bridas al onanismo de clases políticas impresentables y al desenfreno (franco o simulado) de los poderes fácticos. Sólo así superaremos el estadio actual de democracias delegativas, electorales o i-liberales, las derivas personalistas de todo signo ideológico serán desterradas y se cumplirá el imperativo de aquel informe PNUD de 2004 que nos compulsaba a crear, en nuestros países, auténticas “democracias de ciudadanos y ciudadanas”.
[1] Texto leído en la presentación del libro -compilado por Alberto Olvera- titulado “Instituciones garantes de derechos y participación ciudadana en México: los límites de la democratización”, actividad realizada el 29 de septiembre de 2010, en la Biblioteca Carlos Fuentes (Xalapa) en el marco de la Feria del Libro Universitario (FILU) de la Universidad Veracruzana.
[2] Politólogo e historiador, doctorante de la UV, miembro del Observatorio Social y Co-coordinador del Grupo de Trabajo Anticpitalismo & sociabilidades emergentes del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.