jueves, 10 de mayo de 2018

Maternidades excluidas


Efecto Mariposa
Fotografía de Internet

Maternidades excluidas


Por Nancy Ortiz
@nancyortiz_


Existe toda una parafernalia promovida desde el mercado y el orden patriarcal que impone la idea de la maternidad como un deber ser para todas las mujeres, utilizan la argumentación de la “realización” para promover un entrenamiento sistemático que comienza con los juguetes desde que somos niñas. La exigencia no sólo se limita a la procreación (sin importar la edad), sino que se extiende a la exigencia de hacerlo perfecta y abnegadamente. Para ello hay una serie de mecanismos sociales que nos conducen y a la vez nos sanciona cuando no logramos cumplir los estándares que la sociedad impone.

            Parecería que la presión social para todas las mujeres (sin importar la edad) de convertirse en madres se traduciría en mejores condiciones, oportunidades, derechos y facilidades para que las mujeres pudieran ejercer esta tarea “adecuadamente”, sin embargo, la realidad es otra. Para contextualizar un poco: México tiene los niveles más altos de embarazos adolescentes de la OCDE, es decir (reprobamos educación sexual y reproductiva), estamos obligando prácticamente a niñas sin los recursos, ni condiciones, ni habilidades necesarias a convertirse en madres. Según datos del INEGI casi una tercera parte de las madres (27.8%) ejercen la crianza sin pareja, la presión social porque las mujeres asuman el rol de madres no se equipara en lo más mínimo al nivel de exigencia que se le impone a los hombres para que ejerzan la paternidad, incluso, ni siquiera existen mecanismos tersos para obligarles a dar pensión alimenticia, esto sin contar el estigma, desprecio y discriminación sistematizada que existe hacía las llamadas “madres solteras”. Según la OMS se presentan 34.6 defunciones maternas por cada 100 000 nacidos vivos, para hacer el comparativo si bien es cierto que esta cifra está abajo de algunos países de África también es cierto que esta tasa es menor en países como Belice, Costa Rica, Chile, Puerto Rico o Uruguay por poner sólo algunos ejemplos latinoamericanos. México también se encuentra entre los países de América Latina con menos días de licencia Materna (84), mientras que Venezuela otorga 182, Cuba 156 y Costa Rica 120 días (datos de 2015); en muchos trabajos y por los diferentes esquemas de contratación muchas mujeres ni siquiera pueden acceder a este derecho. En algunos casos un embarazo es motivo de despido, acoso, negación o regateo de derechos, justificación para no acceder a mejores puestos y por lo tanto a mejores salarios. A todo esto podemos agregarle la violencia obstétrica que viven muchas mujeres en hospitales de nuestro país y en el mundo al ser tratadas deshumanizadamente durante la gestación y el parto.

Es decir, pese a que existe toda esa exigencia e instrumentalización de las mujeres para ser madres y hacerse cargo como principales responsables de la crianza, las condiciones que se ofrecen para ello no son, ni por asomo, las ideales. Tan sólo el orden social y urbano excluye e invisibiliza el ejercicio de las crianzas en los espacios públicos. Cualquier persona que haya ejercido la crianza (y sabemos que en su mayoría es ejercida por las mujeres) sabe perfectamente lo difícil que es andar con bebés e incluso con infantes preescolares en un centro comercial, por citar un ejemplo, se suelen hacer muchas omisiones y por lo tanto exclusiones en el diseño urbano, en un centro comercial puede haber espacio de estacionamiento para personas con discapacidad, en algunos casos para personas gestantes, pero ninguno para personas criando; esta dinámica puede ir desde armar la carriola en medio de los autos (en el mejor de los casos), cargar al bebé, cargar las cosas del bebé y sortear los autos en el estacionamiento y dentro no cambia mucho la cosa, en muchos lugares ni siquiera hay cambiadores en los baños ni alternativas para apoyar en la crianza.

Otra manera de excluir es la discriminación hacía las mujeres lactantes. La sociedad es mucho más tolerante con la imagen de senos sexualizados que con la imagen de mujeres lactando, esta intolerancia tiene un origen machista, una vez más, responde a la defensa del orden patriarcal establecido, se les rechaza porque son mujeres fuera de su espacio asignado.
La sociedad muestra cierta tolerancia con las mujeres criando siempre y cuando parezca que cumplen el rol que les asignaron adecuadamente, de no ser así, estará muy atenta para reprochar el mínimo atisbo de descuido, maltrato o algo que se le parezca o asemeje a omisión de cuidados. Si hay algo que la sociedad no tolera es que haya mujeres que se comporten o parezcan “malas madres”, claro, esto desde una perspectiva hegemónica de cómo debe ser el comportamiento las mujeres y como ya dije, sin ofrecer apoyo, infraestructura ni condiciones para ello.
El trabajo de crianza está tan invisibilizado y despreciado que ni siquiera se considera trabajo. Por un lado se nos exige ser “buenas madres” pero por el otro hay un desprecio internalizado y desvalorización del trabajo de cuidados.
Las mujeres están más expuestas al escrutinio y la sociedad se muestra poco empática, pareciera que hay interés en exigir, sancionar pero no apoyar. La exigencia sobre las responsabilidades en la crianza no son las mismas que se le otorgan a los hombres, por tal motivo, algunos padres cuando participan en el cuidado de sus propios hijos asumen una actitud como si estuvieran haciendo voluntariado y no parte de un trabajo cuya responsabilidad tendría que ser compartida.

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