lunes, 3 de enero de 2011

ARTÍCULO Aunque doblen las Campanas…


 Aunque doblen las Campanas… Sé que aún no doblan por Mi
Por Araceli Fabián


Pita Amor dijo “La vida esta llena de ilusiones, y ¿si no tienes ilusiones?, sino tienes ilusiones invéntalas, debes tener muchas ilusiones para que puedas darte el lujo de perder una cada día”, opino lo mismo, puesto que la vida no es más que sueños, ilusiones y constantes aproximaciones; un fugaz paseo por el presente que se escapa en cuanto se termina de pronunciar, una triste y meticulosa mirada hacia el pasado y todo lo que dejamos atrás o lo que el viento terminó por llevarse sin que pudiéramos hacer algo para retenerle, y una construcción de elucubraciones proyectadas en la pantalla de nuestra imaginación, a lo que solemos llamar futuro: impreciso, impredecible y para muchos inexistente.
En ocasiones la vida parece suceder con cierta lentitud y es justo cuando menos importancia le damos, aunque juremos lo opuesto, en cambio cuando comenzamos a valorarla parece ser un poco tarde, pero nunca del todo. La cuestión es que ahora la vemos bajo otro prisma con características distintas y una tanto desgastadas, queremos comernos el mundo de un bocado, cuando antes lo despreciamos, si pudiéramos recuperar el tiempo perdido sería genial, algunos tendrían muchas horas que redistribuir, otros para su fortuna las necesarias, creo que yo estaría a la mitad, con un porcentaje digno de horas que procuraría distribuir muy bien, durmiendo igual pero aprendiendo mucho más. La vida, pues, se va más rápido de lo que podemos imaginar, es un suspiro que es del aire y al aire vuelve a parar.
La biología, la química y la medicina, en particular la genética, son las ciencias que intentan explicar el surgimiento de la vida y la importancia del adecuado medio ambiente para su posible supervivencia en distintos reinos: animal y vegetal cuya conformación deriva de una serie de condiciones atmosféricas que terminan por incluir a la geología, astronomía, física y otras ciencias llamadas duras por su exactitud y objetividad para explicar el origen de algo, su conformación y constante transformación, pues tal como lo dijo Antoine Lavoiser en la Ley de la conservación de la materia “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma” aseveración que otorga legitimad a las irrefutables evidencias de la ciencia exacta, pero que también explica el desarrollo, evolución y transformación de un fenómeno mucho más maleable y enteramente subjetivo, la sociedad y el animal “racional” – el hombre- sujeto siempre a factores tanto internos como externos que lo hacen impredecible e incomprensible, donde “cada cabeza es…en efecto…un mundo”, mucho más allá de lo coloquial de la afirmación, cada cerebro transmite energías eléctricas con distinta intensidad que corresponden a diversos estímulos y actos, y que tendrán consecuencias en nuestro actuar social. Entonces, la vida es mucho más compleja que la fecundación de un óvulo por un espermatozoide y el crecimiento de un feto -futuro bebe- en un periodo de nueve meses, ya que implicará una carga genética que determinará su físico y su carácter, así como también condiciones sociales y culturales contextuales que incidirán en sus elecciones y formas de enfrentar, la otra parte de lo que llamamos vida.
El tema siempre ha despertado un profundo interés en mí, más aún en años recientes, cuando me di la oportunidad de dejar de correr y detenerme a observar las manecillas del reloj, a escuchar la forma en que susurra el viento y se esconden los rayos del sol; una vez que se detuvo por unos instantes el corazón. Es por ello que considero, soy una fatal existencialista, sin pertenecer al círculo del suicidio, oscuro enemigo de la vida, a quién los individuos utilizan para acabar con todo y acabar en nada. Existencialista por la simple razón de ser quién se es, de estar donde se está, de hacer lo que se hace, de ignorar lo que no tiene importancia, de descubrir lo que no se conoce, de tantos y tantos misterios que la vida depara a cada segundo, que a veces pienso que bien vale la pena vivirla, aunque doblen las campanas, sé que aún no doblan por mi.
Es así que el paso de los años nos forman, algunos nos dejan heridas que después cicatrizan, muchas de ellas se borran, otras siempre nos traen el recuerdo de la caída o el resbalón, aunque no todas las cicatrices nos hacen llorar muchas son motivo de orgullo, de victorias conseguidas a base de esfuerzo y superación, otras son pruebas de supervivencia, lo que suelo llamar heridas de guerra y algunas más son pruebas de madurez, cuando el tiempo pasa y la nostalgia nos sirve como telón de fondo para expresar la creatividad.
De esta forma los años son nuestros mejores aliados pero se pueden convertir en nuestros peores enemigos, aunque no per ser, siempre estamos nosotros para decidir que cartas jugamos. Hay años de apacible felicidad que suelen ser los de la infancia, otros de odio hacia la humanidad, los hay de meditación ante las dudas y también los que permiten tener mayor claridad, creo que conforme crecemos vamos transitando por estas distintas etapas (aunque tampoco se puede generalizar), pero también hay años en particular: años de sombras de sobresaltos constantes, de no saber donde esta el principio ni donde estará el final. Años que nos enseñan lo que podría durar la eternidad, segundos que confrontan nuestros sentimientos al mirar a tras, manos que no quiero nunca dejar de sujetar y que cada que lo pienso me vuelven hacer llorar, a decir verdad ésta la parte que más trabajo me cuesta expresar, porque ese año… sentía que perdía a mi papá, como sé que algún día, quizá no muy lejano pasará y años en que no sé que sucederá; años que solo cambian de número y que siempre dejan lo esencial, años que me regresaron la vitalidad.
La vida es… eso que hacemos todos los días desde el momento de nacer, respirar es par te de vivir, sentir es parte de vivir, llorar y reír, tan simple como caminar o correr, tan complicado como para algunos es pensar, dar un abrazo o confiar, pero cuán complejo es vivir, siempre nos olvidamos de hacerlo, porque no la pasamos añorando el ayer o imaginando el mañana sin darnos cuenta que se nos pierde el hoy. Es de esta forma que desde la segunda oportunidad y con el paso de los años, creo al igual que Pita Amor que una parte importante de la vida esta hecha de ilusiones y aunque aún tengo suficientes, sigo inventándolas para darme el lujo de seguir perdiendo una cada día.

1 comentario:

iCeballos dijo...

El texto es de una colega de la Universidad de Guadalajara. Una reflexión interesante para iniciar este 2011. ¡Buen año a todos!