martes, 3 de marzo de 2009

ARTÍCULO sobre la burguesía mexicana


¿De quién son esas caras?*
por Úrsula Alanís Legaspi, socióloga de la UAM


“Al contrario de las burguesías europeas, la mexicana es totalmente ajena a cualquier idea de grandeza histórica, desconoce las maneras de consagrarse públicamente y posee una buena conciencia infinita que le hace considerar sus pequeños valores como eternos y perfectos”.
Carlos Fuentes

“Leti y Miguelito Castellanos Lascurain ofrecieron una fiesta súper fashion en un antro de súper moda en la Ciudad de México”. Como Leticia y Miguel Castellanos, personajes ficticios de este artículo, hay decenas en la vida real, que muestran sus bondades y virtudes en revistas de sociales.

Lindas caras, atuendos costosos y looks vanguardistas inundan las páginas de este tipo de publicaciones, que sin reparo alguno muestran a los supuestamente más notables de nuestra sociedad, esos que en su gran mayoría forman una clase parasitaria, pero al fin bendecida por un sistema que ha probado y comprobado ser desigual e inequitativo con la mayoría.

Cocteles, noches de casino y reuniones por demás elegantes son sólo algunas de las formas en que nuestra élite social gasta su valioso tiempo, y qué mejor manera de hacerlo notar, que a través de sus propios medios de comunicación.

La reproducción que esta selecta minoría hace de sí misma, debe avergonzar a un país como el nuestro, con más de la mitad de su población viviendo o más bien sobreviviendo con salarios de miseria. Mientras los de la Vega gastan en trivialidades y suculentos manjares, Juan Pueblo tiene que soportar los impactos del alza de la canasta básica y de los servicios de primera necesidad.

Estas revistas no sólo son bien acogidas por los socialités, también por las clases medias que añoran inagotablemente formar parte de esos círculos selectos, en donde sólo tiene cabida la gente nice, bonita, bien; la que viaja al extranjero con frecuencia, usa joyas de diseñador y se codea con gente importante, de renombre.

La identidad de la clase media parece desarrollarse en función del desenvolvimiento de la clase superior a ella, la cual se caracteriza por su espíritu segregacionista ¿En cuántas ocasiones no hemos escuchado la clásica historia del estudiante universitario clase mediero, cuyos padres decidieron inscribirlo en una universidad carísima, y según ellos de prestigio, para que se realice en otro mundo y comience a formar amistades que en un futuro le puedan ayudar a escalar posiciones? No sé ustedes, pero yo la oido decenas de veces.

No estoy en contra de la superación personal, pero si de la carencia de conciencia de clase, la cual no debería desaparecer a pesar del constante bombardeo que de imágenes y reportajes superficiales nos inundan las revistas de sociales.

Caso aparte merece la prole de nuestra burguesía política, mareada de fiebre de vanidad. Los Salinas, Zedillo y Fox, sólo por mencionar unos cuantos, no han perdido oportunidad alguna para salir del anonimato. Pareciese que ver sus rostros a color en las portadas de sociales fuese una de sus mayores ambiciones.

La sed de protagonismo de estos personajes es reflejo del increíble desequilibrio social en el que nos encontramos, en donde una de las metas que desde pequeños nos obligan a cumplir es la elevación del status.

Una de las publicaciones clásicas de este rubro ha sido, sin duda alguna, la revista ¡Hola!, la cual desde que llegó a México, a mediados de la década de los ochenta, causó inquietud entre los nuevos ricos.

En una ocasión leí en el periódico Reforma, que ¡Hola! ha llegado a vender hasta 40 mil ejemplares al mes. El dato me pareció revelador, puesto que expone el tipo de literatura que consume un buen número de la población mexicana.

Cuando las revistas de sociales salieron a luz, se mostraron preocupadas por presentar dentro de sus flamantes páginas, gente con cierta alcurnia; pero hoy día, quienes las nutren son en su gran mayoría jóvenes que viven a la sombra de sus pomadosas familias.

El proceso de asignación de roles para estos jóvenes ricos está altamente relacionado con su origen familiar, ya que heredan los roles de sus padres, madres, abuelos y parientes cercanos, con el fin último de hacer prevalecer el alto status familiar, el cual puede ser antiquísimo o de reciente creación, por lo que resulta más importante mantenerlo y acrecentarlo.

Las revistas de sociales muestran, a veces de manera sutil, que el prestigio social es la máxima recompensa personal y que los individuos estamos clasificados en categorías estratificadas, lo cual favorece la diferenciación social, mostrando como inferiores a lo que no son como ellos.

La exposición que estas publicaciones hacen de un mundo surrealista e inalcanzable para la mayoría permite preguntarnos ¿De quién son esas caras? A lo cual respondería, de aquellos que muestran las virtudes de un sistema irracional que ha sido creado por y para ellos.


* Título alusivo a los nombres de dos de las más importantes revistas de sociales a nivel nacional Quién y Caras.



1 comentario:

Nancy Ortiz dijo...

Úrsula me gustó mucho el artículo que nos mandaste. Coincido contigo en tu opinión. El sistema está diseñado para exaltar valores como el hedonismo, la vanidad, la superficialidad y por el contrario se castiga otros como el esfuerzo, la honestidad, la valentía o la inteligencia. Es triste ver como la burguesía mexicana y los clase medieros sueñan con ser los Paris Hilton mexicanos, ricos por su herencia y famosos por su cara. Saludos. Esperamos tus siguientes textos.