lunes, 19 de enero de 2009

ENTREVISTA con Marco Tulio Aguilera Garramuño


Con mi obra no busco consensos, sino la verdad interior: Marco Tulio Aguilera Garramuño

Por Edgar Onofre, Jefe de prensa de la Universidad Veracruzana

En su libro Movimiento Perpetuo, el escritor guatemalteco Augusto Monterroso asegura que para el escritor sólo hay tres temas posibles: el amor, la muerte y las moscas. Por su parte, el colombiano Marco Tulio Aguilera Garramuño dice en su novela El amor y la Muerte (Alfaguara, 2002): “Sólo hay dos misterios grandes en la vida de los seres humanos, la muerte y el amor”.

En consecuencia, la obra de Aguilera Garramuño ha estado marcada por su interés en “el amor, la mujer y el erotismo, como puede verse en los títulos de mis obras: Cuentos para antes de hacer el amor, Cuentos para después de hacer el amor y Cuentos en lugar de hacer el amor, Mujeres amadas, Juegos de la imaginación”, explica el propio escritor.

El ejercicio literario de estos intereses, no obstante, ha hecho de la trayectoria de Marco Tulio una polémica que se ha prolongado durante años. Mientras en un lado del mundo recibe el reconocimiento de su obra por parte de personajes tan importantes como el propio García Márquez, de este lado del mundo ha coleccionado numerosos desdenes que, incluso, incluyen en el anecdotario la intentona por desterrarlo de su ciudad adoptiva.

En su empecinamiento por construir una obra honesta ha pagado el precio de remar a contracorriente, pero también se ha hecho acreedor a los premios Internacional de Novela José Eustasio Rivera en Colombia; Nacional San Luis Potosí de Cuento en México, Nacional Juan de la Cabada de Literatura Infantil en México, Latinoamericano de Cuento de la revista Plural en México, Internacional de Ciencia Ficción “Bogotá, una ciudad que sueña”, Internacional de cuento Gabriel García Márquez, Internacional de Cuento de La Palabra y el hombre y ha sido finalista en los concursos de novela de las editoriales Alfaguara y Planeta.

En una entrevista realizada a finales del año pasado, Marco Tulio Aguilera Garramuño reflexiona acerca de su obra y su circunstancia, pero también ejerce su derecho a no callar y dar a conocer su punto de vista sobre algunas de las polémicas que se han generado en torno suyo:
“(La novela) El Amor y la Muerte fue finalista del Premio Alfaguara 2001, cuando ganó La piel del Cielo. El libro de Elena recibió pocos comentarios y muy destructivos en México; en cambio, mi novela recibió muchos comentarios muy positivos. Esto demuestra que no es la calidad la que gana los concursos sino la publicidad: los premios crean escritores que luego se echan a perder.
”El (premio) Alfaguara ha caído, en muchas ocasiones, en novelas pésimas. No entiendo cómo (el escritor Mario) Vargas Llosa puede firmar un acta que premia la novela de un señor que se llama (Luis) Leante que no es sino la novela de un analfabeta, absurda, una copia de la escritura de (Carlos) Fuentes.

”Hay gente que se quedaría callada, yo no, porque la novela ganadora es muy mala. Ganó porque forma parte de la ronda de la izquierda, mientras que yo no soy nadie: apenas un provinciano y eso me ha mantenido en un bajo nivel de difusión”. .
Asumir esta postura a contracorriente de la hegemonía literaria, ¿ha significado un precio que pagar?


Sí, pero se debe pagar si se quiere conservar la integridad y la honradez, las cuales terminan por permear hacia la literatura. Y desde mi provinciana actitud sigo escribiendo lo que quiero. Podría atreverme a decir que soy auténtico y que no rindo cuentas a editores ni editoriales. Tengo amigos en México, buenos escritores –porque así como he sido crítico he sido también un difusor de los buenos escritores–, por ejemplo: Enrique Serna, Juan Villoro, Eusebio Ruvalcaba, sobre los que he escrito. Y ellos lo han hecho sobre mí, pero no es elogio mutuo, sino franca admiración.

¿Cómo evita el riesgo de que esta pandilla de amigos se parezca a una capilla?
Siendo caprichoso y obedeciendo a lo que decía Kafka: el mandato interior. ¿Qué quieres hacer? Lo que sientes. ¿Qué debes hacer? Lo que te nace. Por eso el artista y el escritor son individualistas: no andan buscando consensos para hacer su obra, porque la obra no es estadística, sino una corriente interior. Por eso es que muchos de los grandes escritores son marginados, porque no buscan agradar a nadie, sino expresar una verdad interior. Y las pruebas están en la historia.

Hablando sobre su literatura, su particular interés en el erotismo, ¿éste tiene que ver con una naturaleza personal sicalíptica o se puede pensar que en el erotismo encuentra verdades humanas?
Definitivamente, las dos vertientes están presentes. Soy una persona con una naturaleza expansiva, con una energía muy grande que necesita expresarse. Tanto es así a mis 58 años, época en la que la generalidad de los hombres echan panza y comienzan a aceptar el paso del tiempo, todos los días, a las tres de la tarde, me encontrarás en la cancha de basquetbol de la colonia Magisterial, jugando con muchachos de 20-25 años y peleando de tú a tú durante seis días a la semana.

Recuerdo que cuando tenía 20 años estudiaba filosofía en la Universidad de Cali, pero también psicoanálisis, alemán, griego antiguo, todo lo que podía, mientras entrenaba (para competencias atléticas de) fondo.

Además, soy persona de proyectos muy ambiciosos. Por ejemplo, el proyecto del Libro de la Vida son cuatro volúmenes –Las noches de Ventura (Planeta), La pequeña maestra de violín (Universidad de Puebla), La hermosa vida (Conaculta) y La plenitud del amor (aún inédita)–, tirándole a un proyecto grande como (la obra cumbre del escritor francés Marcel Proust) En busca del tiempo perdido.

También como ejemplo, (la serie) Cuentos para antes de hacer el amor, Cuentos para después de hacer el amor y Cuentos en lugar de hacer el amor fue pensada así desde el principio. Y tengo una novela terminada, pero sin corregir, que se llama El sentido de la melancolía. Son mil 111 páginas en las cuales exploro uno de los problemas más graves de la actualidad y más soslayados: la depresión.

Muy poca gente no conoce a alguien deprimido, que está en cama y no se levanta en meses o años: misterios de la naturaleza humana. Esa novela sigue a Agua Clara en el Alto Amazonas (que ya estoy negociando), que empecé a escribir en un viaje que hice a la Amazonia colombiana: la recorrí, hablé con los indígenas, disfruté de un mundo paradisiaco y, regresando a Xalapa, comencé a leer todo lo que encontré sobre el Amazonas. Esa novela, en una versión abreviada, fue finalista en Premio Radio Francia Internacional, hace como tres años, y ya ampliada la estoy negociando con Siruela y Mondadori, ambas
de España.

¿Y por lo que hace al erotismo como manifestación profunda del hombre?
El erotismo es el modelo de todos los comportamientos del humano. Es la expresión de una energía original. Es, en cierta forma, una manera de buscarle sentido a la vida, a la existencia. Es por eso que cuando uno tiene un amor correspondido y una vida sexual plena duerme en paz y se levanta feliz. El erotismo satisfecho es la clave para una existencia feliz, mientras que, paradójicamente, la desventura tiene mucha relación con el origen del arte. Muchos escritores artistas han sido profundamente desgraciados y uno podría hacer una lista de tipos geniales que han tenido depresiones profundas: Hemingway, Mahler, Woolf, etcétera.

En una entrevista usted sostuvo que las relaciones humanas parecen al borde del cataclismo, ¿podría abundar al respecto?
Cuando me hicieron esa entrevista no estaba contento con el mundo, pero siempre defiendo mi derecho a cambiar de opinión constantemente; en mi trabajo y mi casa a veces digo una cosa y luego otra. ¿Por qué? No sé, serán cambios de humor.

No obstante, me parece que sí es concebible el fin de la raza humana. Nos estamos acabando la naturaleza, y así como hemos visto ciclones y tsunamis, es dado pensar que posiblemente veamos un tsunami que arrase con toda América. Sí, es posible que se acabe la raza humana. Incluso podría ser hasta deseable. Y si se conserva una sola pareja, mejor, tienen todo un mundo nuevo para inaugurar.

Pero otra cosa que podría terminar con la humanidad es la depresión. Aunque no la veamos en la provincia, que todavía conserva algo de paradisiaca, sino en el DF y las grandes ciudades que cada vez más son un mundo de gente desagradable. Basta ir en el metro y ver 20 ó 30 personas con la mirada perdida.

¿Se puede hablar de una infelicidad crónica?
Yo creo que sí, particularmente en las grandes ciudades, porque en las ciudades chicas todavía existe el aire limpio y una relativa salud. Si la humanidad se salva, será en las pequeñas ciudades.

¿Su energía interior y su obra oscilan entre lo sublime y lo trágico?
Y también lo truculento. Si lees mis cuentos, hallarás muchos de ellos truculentos. Incluso, copiando el estilo de (el escritor brasileño) Rubem Fonseca, tengo un cuento que se llama Olor a cuero, otro que se llama El suave olor de la sangre y otro que lo inicio diciendo: “Quiero copiar a Rubem Fonseca”. Estos cuentos son de los que más han llamado la atención, al grado de que de El suave olor de la sangre se hizo película, radio y teatro en Colombia.

Por cierto, hablando de Rubem Fonseca, él me dijo el elogio más grande de toda mi vida. Lo conocí en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y me dijo: “Precisamente en la comida estábamos hablando de ti y estuvimos de acuerdo en que eres uno de los grandes cuentistas del mundo castellano”. Me sentí muy contento porque para mí, como cuentista, Fonseca está hasta arriba, junto con Julio Ramón Ribeyro. Y yo le dije: “Te presento a tu más fiel imitador, yo”. Nos hicimos amigos e incluso estamos negociando para ver si me convierto en el revisor oficial de sus traducciones al español, que son muy malas.

Estando un día de un lado de la acera y al día siguiente en el otro, ¿ha tenido la sensación de que unos lo halagan y otros lo ningunean?
Definitivamente, tanto es así que han llegado al Diario de Xalapa artículos muy importantes de España y otras partes del mundo, muchos, y no los publican. No sé por qué.

¿Y qué le hizo usted a los xalapeños?
Es muy sencillo. Vivimos en una ciudad que se precia de intelectual, artística, y todo mundo se siente artista. Y todos ellos, particularmente los que no son artistas de verdad, son muy envidiosos. Yo quiero que le preguntes a algún muchacho que escriba actualmente cómo he sido con él. Aquí, en Xalapa, he formado a escritores que me niegan. Siempre he sido un apoyo para la otra gente y lo que entiendo es que la gente que me tiene animadversión no ha leído nada de lo que he escrito.

¿No será que se resistió a entrar a las capillas locales?
¿Y qué capillas hay aquí? El juego de sentirse artista lleva a ningunear a los otros y, personalmente, no creo ningunear a nadie. Incluso tengo amigos que son grandes escritores veracruzanos, que han publicado libros malos y pésimos, que compro sus libros, no me los regalan, y digo: esto es una vergüenza y le llamo para decírselo. Pero si es un buen libro, me sobran palabras para elogiar a la gente. No soy tacaño. Yo quisiera encontrar gente talentosa para ayudarla. Y está canijo encontrar un buen escritor o cuentista: leo inéditos tras inéditos y rechazo el 99 por ciento.

Ha encontrado amistades y odios, amores y desprecios en la literatura, ¿cuáles han sido los amores más importantes? Y no me refiero sólo al calor de mujer.
La lista de gente valiosa que ha reconocido mi trabajo de forma elogiosa es muy larga: Edmundo Valadés, Humberto Musacchio, Gabriel García Márquez, Germán Vargas, José Agustín se deshizo en elogios, Eusebio Ruvalcaba, Enrique Serna, Rosa Beltrán. Incluso, hace años, en Colombia, una viejita me dijo: “Pasé el fin de semana más delicioso con usted, en la cama, con un libro suyo”. Puedo coleccionar a los amigos, lectores y críticos internacionales: Peter Broad, John Brushwood, Wolfgang Luchting y Raymond Williams. Y la lista de gente que ha mostrado aprecio por lo que hago no se conforma de gente que uno se topa por la calle, sino gente acreditada.

En cambio, en Xalapa pareciera que hay un movimiento para demostrar que no existo. A toda la gente que respeta mi trabajo le digo lo mismo: metan mi nombre al Internet y vean cuántas entradas les salen: más de cuatro mil 500. Tal vez en Xalapa no sea nadie, pero en Internet sí lo soy…

¿Y es importante ser alguien en Xalapa?
Sí, porque uno vive su vida aquí. Lo que vale la pena es que tengo el respeto y el apoyo de mi Universidad. A esta institución le debo 90 por ciento de lo que soy. Llegué aquí hace 30 años y aquí me voy a morir (dentro de 80 años, pues mi plan es llegar a los 150). Aunque también es satisfactorio no ser nadie porque no tienes que escaparte de nadie ni tienes que esconderte y eso es muy bueno. He tenido experiencias profundamente desagradables a partir de que algunas personas han tenido problemas con lo que escribo. Irrepetibles, incontables. Prefiero ser cola de ratón en provincia y poder salir a jugar basquetbol.

Y si se trata de farandulear, me voy a la FIL de Guadalajara. Xalapa no es el mundo. Es lo que le dije una vez a Castañón, quien a partir de ciertas críticas que hice públicamente, me dijo: “Mientras yo esté en el Fondo de Cultura Económica (FCE), nunca vas a publicar ahí”. Y yo le dije: “Ni el FCE es todas las editoriales ni México el único país”. Punto.

Es bueno y malo ser alguien. Yo no aspiro a tener la vida de García Márquez; sí a escribir las cosas que escribe él, en términos de calidad, pero no quiero ser perseguido ni ser Britney Spears.


Foto: http://www.uv.mx/universo/

2 comentarios:

Nancy Ortiz dijo...

Orales con los xalapeños. Bueno lo que me causa curiosidad es el interés de los buenos escritores colombianos por México. En fin, buena entrevista, como siempre.

Anónimo dijo...

Sr Onofre Ortiz
Es muy grato que contribuya en éste espacio, seguiré esperando mas aportaciones pues seguro hay mas entrevistas en el escritorio.


Orazio Barmez!