martes, 28 de noviembre de 2006

ENSAYO sobre El Principito


LO IMAGINARIO COMO PARTE
DE NUESTRA COTIDIANIDAD
Análisis de "El Principito" de Antoine de Saint Exupéry


Nancy Ortiz
Educadora y estudiante de Sociología

“Los actuantes pueden ser sinceros
-o no serlo pero estar sinceramente convencidos de su propia sinceridad-“
Erving Goffman



El Principito de Antoine de Saint Exupéry es, sin lugar a duda, uno de mis libros favoritos. Fácilmente formaría parte –junto con otros grandes como El tambor de hojalata de Günter Grass; Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez; Ensayo sobre la ceguera, de José Saramágo; Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y La Virgen de los Sicarios, de Fernando Vallejo– de mi exclusivísima y súper seleccionada colección de 5 libros que me llevaría a esa imaginaria isla desierta. (Sé contar y sé que fueron 6, pero dentro de lo imaginario todo es posible).
El pequeño pero gran Principito es de esos cuentos largos o novelas cortas que he leído por lo menos 5 veces; cada vez que lo hago me es grato encontrar algún nuevo elemento que me invita a la reflexión y el análisis. El Principito nos presenta una variada gama de personajes que pueden ir desde los objetos inanimados hasta personas con roles bien específicos. Cada uno de ellos con una personalidad y función distinta dentro de la trama.
En nuestra vida diaria, las personas somos entes distintos que venimos a este mundo en calidad de animales, de seres vivos; con la diferencia que nosotros poseemos una historia que nos antecede y nos obliga a aprehendernos de ella.
Cuando nacemos, diferentes personas con diferentes roles se encargan de presentarnos el mundo, de darnos los elementos necesarios para que nosotros participemos en él y podamos apropiarnos de las costumbres, valores y acciones propias de lo humano. Es así como construimos nuestro entorno, personalidad, valores y nuestra vida cotidiana, teniendo como principales características comunes con otros humanos las acciones que son exclusivas de nuestra propia naturaleza, es decir, las que tienen que ver con la preservación de la especie humana, como comer, satisfacer necesidades básicas y reproducirnos.
Nuestra vida diaria esta llena de símbolos y significados impuestos por la sociedad, los cuales están determinados por la región y el contexto, aunque algunos símbolos y significados pueden tener un carácter universal. Dependiendo el contexto y el lugar será el significado que se le otorgue a las cosas; es decir, dependerá del “aquí y el ahora”.
Cuando el Principito protesta ante el argumento de que se necesita atar un cordero para que no se vaya, contesta: “–¿Atarlo? ¡Qué idea tan extraña¡–". Y con ello reafirma la idea de que el espacio y el lugar otorgan su significación a los objetos o situaciones que se nos presentan. Para el Principito, atar un cordero era una idea extraña, pues venía de otro planeta, de un planta tan pequeño que no se temía que un cordero se perdiera.
También se presenta la anécdota de un científico que hizo un descubrimiento muy importante y lo presentó ante varias personas; sin embargo, no fue aceptado por el tipo de vestimenta que utilizaba, la cual fue considerada tan extraña que nadie le creyó. Para ser tomado en cuenta, el científico tuvo que cambiar su vestimenta por una un poco más a la usanza europea de la época y fue hasta entonces que todo mundo estuvo de acuerdo con él. Es decir, hasta el momento en que el astrónomo se apegó a los cánones socialmente establecidos, los demás integrantes de la sociedad lo tomaron en serio.
Dentro de los diferentes tipo de sociedades se desarrollan acciones y actividades socialmente aceptadas; cuando una persona llega a realizar una acción un poco fuera de la norma es rechazada o considerada como una persona poco educada, inclusive se le denomina de cierta forma:
“…los observadores pueden recoger indicios de su conducta y aspectos que les permitirán aplicar similares al que tiene delante o, lo que es más importante, aplicarle estereotipos que aún no han sido probados.”[1]
El Principito nos va mostrando la manera en que el ambiente influye en nosotros, cómo nos vamos transformando en un ente totalmente construido que posee en su imaginario una serie de símbolos y significantes que comparte con otras personas en un determinado espacio y tiempo específico:
“…el individuo posee una personalidad sólo en relación con las personas de los otros miembros de su grupo social”[2]
Es decir, somos seres sociales sólo en sociedad.
El interaccionismo simbólico nos presenta una serie de esquemas que nos dicen que formamos parte de una construcción social; todas las cosas que hagamos están relacionadas con una manera objetiva de interactuar en nuestra sociedad.
Así como llegamos al mundo desposeídos de toda conciencia humana colectiva, donde nuestros padres, hermanos, vecinos y amigos representan seres encargados de reproducir el mundo donde nos encontramos, es así –con el paso del tiempo y la adquisición de estos patrones conductuales necesarios para actuar en sociedad– como nos vamos apropiando de esquemas conductuales para convertirnos en reproductores de la sociedad. Y cuando nos damos cuenta, ya formamos parte de esa representación histórica, aún sin quererlo o estar totalmente de acuerdo con ello.
En el libro se hace un “reclamo” a esa pérdida de ingenio, curiosidad y autenticidad que poseen los niños al cambiarse por patrones conductuales previamente establecidos. Al respecto, el autor nos dice:
“cuando les habla uno de un nuevo amigo nunca te preguntan de cosas esenciales. Jamás te dicen: ‘¿Cómo es su voz? ¿Cuáles son sus juegos favoritos? ¿Colecciona mariposas?’ En cambio repreguntan: ‘¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto gana? ¿Cuánto gana su padres?’ Y al obtener las respuestas de estas preguntas creen que ya conocen a las personas.”
Este tipo de actitudes ya esteriotipadas tiene que ver con un proceso de alienación del individuo y
“…forman parte de un proceso de desarrollo de la esencia humana y tiene por consiguiente un valor duradero”[3]
Durante este texto, uno se va encontrando diferentes simbolismos. Como en el caso de la “flor”: este personaje representa la feminidad y la belleza, características que se le atribuyen a la personalidad de una mujer. Esta flor procuraba ajustarse sus pétalos, eligiendo con cuidado sus colores, cuidaba de no estar arrugada, era muy coqueta, vanidosa, nada modesta y su belleza era tal que conmovía. La flor utilizaba sus encantos para que el Principito la sirviera, la cuidara y protegiera. Tenía sutiles encantos, mismos que podían llegar a ser hasta chocantes y negativos. El Principito amaba a esa flor como se ama a una mujer. La flor representa para Exupéry la relación que posee con las mujeres, así como su idea preconcebida de ellas. La despedida con la flor representa una ruptura en una relación amorosa, con una mujer evidentemente coqueta, orgullosa y astuta. El papel del Principito es el rol que suelen asumir los hombres, el de protector y proveedor. En esta relación encontramos una relación de dependencia afectiva y física.
En nuestra vida cotidiana nos enfrentamos a una serie de diversos tipos de relaciones, de poder, superioridad, inferioridad, dependencia e independencia, igualdad y desigualdad.
Dentro de la historia del Principito también nos encontramos con un rey que consideraba que todos lo hombres son súbditos; por el simple hecho de que él es rey, todos los hombres debían obedecerlo, aunque viviera en un planeta deshabitado. Se trata de un rey que reprobaba, al igual que nuestra sociedad, los actos donde se pierde el control del cuerpo, tales como el bostezo.
Es así como El Principito ofrece toda una gama de personajes con características particulares y roles específicos que deben cumplir en un espacio y tiempo determinado, tal cual sucede en nuestra cotidianidad.


comentarios: vtereskova@hotmail.com y @nancyortiz_






[2]
Mead G. H. Espíritu. Persona y sociedad, desde el punto de vista del conductismo, editorial Piados Studio, Colección básica.

[3] . [3] Heller Ágnes, sociología de la vida cotidiana, ediciones Península, colecciones ciencia y sociedad, núm. 144, Barcelona, España

5 comentarios:

Anónimo dijo...

A medida que va trascurriendo la vida y nos vamos transformando en adultos,también vamos perdiendo la capacidad de soñar y de imaginar, cualidades que el mundo infantil tiene tan vigentes.
El presente trabajo me hizo recordar precisamente esa gran diferencia entre el mundo infantil y el mundo de los adultos, llegando a la conclusión e que ahora ya no somos los mismos, dejamos de ser niños, dejamos en gran medida de soñar.

Anónimo dijo...

La vida tiene sentido en la medida que uno nunca pierda de vista su esencia, la cual nace con nosotros mismos, por lo tanto, la niñez es el momento de nuestra vida en donde determinamos nuestra esencialidad.Por ello, renunciar al niño que hay en cada uno de nosotros es perder parte de nosotros mismos, por lo tanto, perdernos en la falta de autenticidad.

Anónimo dijo...

Efectivamente llegamos aun mundo donde las reglas del juego (vida social) ya estan determinadas.
y al intentar armar nuevos roles y formas de interactuar, el conflicto desde lo subjetivo se hace presente.
hacia donde se quiere ir y por donde transitar y en la práctica darse cuenta que es muy complicado lo no establecido y regresar entonces a lo construido socialmente, lo tradicional.

Buen ensayo y buenas analogías Velentina, me dieron ganas de volver a leer el Principito y de saber que en el intento se fracasa, por que se impone lo institucionalizado.

Orazio Barmez

Ángel Bluesea dijo...

Lamentablemente, la sociedad nos empuja a perder ciertas características infantiles que se deberían mantener siempre: la honestidad, expresar lo que se siente sin pensar si se va a tomar a bien o a mal, lo lúdico, y por sobre todo, la capacidad de soñar.¿Cómo presentarles El Principito como algo más que un libro infantil? ¿Cómo hacerles ver con el corazón y no cono los ojos? En este mundo actual importa más lo racional que los sentimientos, tiene mayor importancia lo que escuchamos o hablamos que los que se siente, lo que se puede percibir a través de una mirada, un apretón de manos o un abrazo. Los admiradores y amantes de El Principito tenemos como misión mostrar al mundo sus enseñanzas, sus reflexiones y lo correcto de vivir en los sentimientos más que en la racionalidad.

Sepia dijo...

Es increíble leer o mas bien, entender al Principito; lo que encierran sus paginas contagia a el lector de una imaginación que contrasta con lo que ofrece el asfalto de la ciudad; poco a poco el ser humano vuelve lo bello cotidiano y lo vago importante; consideraría este libro un manual, uno que se abra cada vez que el que lo posea mire las nubes, y encuentre figuras y sonría al bajar la mirada.